Ensonnacionesmarianas es un blog abierto a la reflexión propia y ajena sobre cualquier tema sobre el que deseemos pensar. El ensueño tiene que ver con la idea antigua del sueño como camino al conocimiento (por ejemplo, El primero sueño de Sor Juana).
F(h) Consultora en PYMES y ONGs
domingo, 28 de marzo de 2010
viernes, 26 de marzo de 2010
jueves, 25 de marzo de 2010
Colegio Santa María: de castigos y autocensura
A veces, hablando uno empieza a recordar. Aquí, van algunas de ellas.
Había dos historias de brujas que circulaban en el colegio: una en el patio de jardín y otra en la quinta de las monjas. El patio de jardín era hermoso, pero, en el fondo, había dos agujeros cubiertos con una reja, eran tipo alcantarilla. Cuando uno empezaba jardín, algún nene te hacía saber que no se podía ir al fondo porque en ellos vivía una bruja que te llevaba con ella. El patio era raro, además de juegos de plaza, tenía tortugas y, aunque suene raro, un Via Crucis en las paredes del fondo. En la quinta, pasaba algo similar. Solían llevarnos a fin de año, pero necesitaban que nos quedáramos cerca. Había una virgen que no estaba en la zona en que nos quedábamos y todas queríamos ir ahí, pero siempre alguna nena te comentaba que era peligroso porque había una bruja cerca. Qué loco, nadie pensaba que la Virgen nos protegería de ella. Hoy en día, estoy convencida de que esas historias las hacían circular las mismas maestras para imporner una forma de autocontrol.
Otra era la historia que repetían hasta el cansancio de que Dios te ve y sabe lo que pensás. Recuerdo ahora que, en la dirección de la primaria, había un cuadro de Jesús del tipo de esos hologramas que dan la sensación de moverse cuando uno los mueve o uno se mueve. Cuando pasábamos por el pasillo, al caminar, veíamos cómo los ojos de Jesús nos seguían por el pasillo, entonces, era real que nos veía siempre. Eso también se fue expandiendo por el boca a boca. Hasta que un día, la Yaya le regaló a mi hermana un libro de Caperucita que tenía un dibujo de esos en la tapa y mi hermana me dijo que, evidentemente, el Jesús estaba hecho con ese material. Es así, hasta leer Caperucita libera la mente.
Una historia que circulaba cuando yo estaba en cuarto grado era que una imagen de La piedad que estaba en la capilla había sangrado, es decir, todas pasábamos mucho tiempo en ella. Yo la que más, terminaba rápido mi tarea para ir a rezar.
Recuerdo que firmábamos el libro negro, no era de otro color que aquel con el que se suele representar el mal. Nadie quería hacerlo.
Las ventanas de los grados eran las que habían quedado de cuando el colegio era pupilo. Eran persianas que se abren de costado y mal dejan pasar la luz del sol. No se podía ver hacia afuera y nadie podía ver hacia dentro. Las chicas del secundario no podían ser esperadas en la puerta del colegio ni en las cercanías por los chicos del Roque porque eso era castigado. Las manos siempre arriba del banquito, era levantada en peso quien tenía las manos abajo y no se podían usar pantalones debajo del guardapolvo (que tenía que ser hasta la rodilla), ni usar la campera de gimnasia atada al cuello porque eso es de hombre.
En el recreo, un grado controlaba, o sea, si alguien corría o hacía algo que no correspondía, tu compañera del grado de turno te reprendía y se lo podía decir a la maestra. Las chicas de ese grado, no jugaban, solo controlaban. El fin del recreo se marcaba con una campanada. Todas debíamos permanecer como estatuas en la posición que estuviéramos por muy incómoda que fuera. Nos miraban un rato y, si alguna se movía, era retirada y parada en el frente porque iba a firmar el famoso libro. La segunda campanada era para formar fila. Todo esto sucedía en el más absoluto silencio. No pararse derecha, un murmullo o movimiento hacía que te retiraran de la fila para firmar el libro.
En el recreo, un grado controlaba, o sea, si alguien corría o hacía algo que no correspondía, tu compañera del grado de turno te reprendía y se lo podía decir a la maestra. Las chicas de ese grado, no jugaban, solo controlaban. El fin del recreo se marcaba con una campanada. Todas debíamos permanecer como estatuas en la posición que estuviéramos por muy incómoda que fuera. Nos miraban un rato y, si alguna se movía, era retirada y parada en el frente porque iba a firmar el famoso libro. La segunda campanada era para formar fila. Todo esto sucedía en el más absoluto silencio. No pararse derecha, un murmullo o movimiento hacía que te retiraran de la fila para firmar el libro.
El único castigo que tuve en mi vida escolar fue plantón en frente de todo el grado, primer grado, por haber llevado borratintas, cosa que estaba totalmente prohibida. Como yo era una nena obediente, no lo usaba, pero se lo había prestado a María de la Paz y se lo encontraron a ella. Me castigaron solo a mí, aunque no lo usara, por ser la sediciosa que instaba a otros a delinquir.
En fin, que eso le hace mal a los chicos y que, por suerte, salí pronto del colegio. Por algo, mi hermana y yo sentíamos mucho alivio cuando el año terminaba y nos disponíamos a disfrutar del verano.
jueves, 18 de marzo de 2010
martes, 9 de marzo de 2010
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