Ensonnacionesmarianas es un blog abierto a la reflexión propia y ajena sobre cualquier tema sobre el que deseemos pensar. El ensueño tiene que ver con la idea antigua del sueño como camino al conocimiento (por ejemplo, El primero sueño de Sor Juana).

F(h) Consultora en PYMES y ONGs

sábado, 30 de noviembre de 2013

Ayer, alguien me preguntó si tenía un pariente vasco y le dije que la mujer de mi abuelo. Acotó "pero no de sangre" y comenzó a hablar con otro. No es la primera vez que escucho hablar de los pura sangre, sí, soy conversa, y qué.

Cuando la gente menciona estas cosas, pienso en lo ridículo de la situación. Si nos ponemos a pensar, la mayor parte de las relaciones de amor que existen en este mundo son lazos de adopción: novio, marido, amante, amigos, amigos-hermanos, perros, gatos, canarios, compañeros de trabajo, vecinos con los que uno se encariña. Se suele pensar que adoptivos son solo los padres o los hijos, y no. Adoptivo es todo lo que no es nuestra sangre, pero nos une algo más fuerte, el amor, el habernos elegido, reconocido. Incluso, uno puede decidir adoptar a los de su sangre o no. La sangre no obliga a amar.

Mi mamá siempre me cuenta que ella la puso de madrina de mi hermano mayor a la Yaya porque no sabía cómo les iba a explicar a sus hijos que la mujer de su padre no era su madre. Quizás, mi familia era demasiado moderna y no lo sabíamos. Lo cierto es que 10 años después de mi hermano mayor, nací yo. En el medio, nacieron otros dos. A ella, la conocí como la Yaya desde siempre y creo que pasaron algunos años hasta que supe que era la madrina de mi hermano. Nunca necesité saber cuál era el lazo que nos unía ni tampoco necesité que la sangre nos uniera. Nos elegimos para jugar juntas y eso era suficiente.

Siempre me bastó saber que la Yaya era la Yaya, y que me quería.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Me reí. Lloré. Me eché en la butaca con los ojos cerrados a escuchar la música como si estuviera en el living de mi casa.

Lo más maravilloso del mundo es la música o una de las cosas más maravillosas.

Descubrí que, aunque haya pasado un poco más de un año del fallecimiento de mi papá, cada vez que escuche en vivo "Te vas" o "Mañana porteña en Madrid" no voy a poder evitar que las lágrimas me caigan sin parar.

Y es que lo mejor que tienen los poetas es poder decir nuestros sentimientos en modo en que nosotros jamás podríamos hacerlo.

Gracias, Ismael Serrano, por una noche más. Y ya me adelanto y te agradezco por todas las que vendrán desde hoy hasta que seamos muy viejitos todos y sigamos coreando tus canciones.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Tengo una teoría que carece de datos concretos.

El indicador de que, en mi barrio, se vive mejor que hace algunos años es el crecimiento de la cantidad de perros en los hogares.

Los perros implican un gasto en comida (inversión, mejor dicho, si no, se mueren); pero, además, conllevan cuidados como  dos vacunas anuales, desparasitar y pipeta mensual. Gastos alternativos son las enfermedades ocasionales, que hacen que uno vaya al veterinario y, para los que no se atreven a bañarlos, baño y corte de pelo para los lanudos. En el caso de las hembras, una cirugía de castración y, si uno tiene un toque de mala suerte, en la vejez, pueden necesitar otras cirugías (para extirpar tumores, por ejemplo) y/o medicación.

Además, uno debe disponer de tiempo para pasearlo, por lo menos, dos veces al día un mínimo de 30 minutos cada una. Esto hace que, si una persona labura 14 horas diarias, es muy raro que tenga el tiempo para dedicarle a un perro (en este barrio, aclaro, donde no abundan las casas, sino que hay departamentos). Si uno labura 14 horas, lo último que quiere hacer es pasear al pichicho. Con lo cual, intuyo que mis vecinos tienen jornadas laborales más acotadas. También, es cierto que muchos no los pasean ellos mismos, pero tienen el dinero para pagarles un paseador. De hecho, dos indicadores de que los perros del barrio tienen estos cuidados que menciono son la proliferación de veterinarias y la de paseaperros (¡los odio!). Estos últimos pasean a un mínimo de seis perros cada uno y llegué a ver que uno de ellos tiene ayudante. Sí, ayudante, una chica que pasea a los perros más chiquitos.

Por último, en esta zona, abundan los canichotos (sí, canichotos, son muy chotos) que, si bien son perros rata que comen poco, ya implican un gasto en su adquisición misma. Además de que, si observan bien, los dueños de caniches suelen andar bien vestidos, no digo que con lujos, pero siempre con cierto estilo, que no se compra en los lugares en que me compro yo la ropa, sin dudas. Porque, indudablemente, el perro es el reflejo de uno o a la inversa. Un perro como el mío solo puede ir acompañado de un dueño con jean y zapatillas (de once, claro).

sábado, 2 de noviembre de 2013

Estaba triste y apareciste. Quizás, por eso vuelvo a hablarte a vos en lugar de contarle a la gente sobre vos.

Decía que estaba triste y apareciste. El lunes, salí antes de la facultad porque no podía ni con mi alma ni con mi cansancio. Llegué a casa, abrí la puerta. Mientras caminaba hacia el ascensor algo me hizo retroceder. Había un folleto en el piso. Era del bar de la esquina de tu casa, Pichincha e Independencia, al que pedíamos la comida cuando almorzábamos juntos. Lo primero que pensé fue que es un poco lejos para que hubiera llegado hasta acá. Ahí estabas. Vos no hubieras dicho nada si me hubieras visto triste, no hubieras hablado. Lo único que hubieras hecho habría sido decirme que pidiera un sánguche de lomito completo en ese bar. Hubieras querido comerlo vos, pero no podías.

Ahí estabas. Diciéndome que me pidiera uno de lomito completo. No hubieras dicho nada o hubieras rajado una de tus puteadas negadoras, pero, finalmente, me hubieras invitado a comer. Tal vez, porque la vida te enseñó que los sentimientos, todos, son cuestión de tiempo. Algunos se aplacan, otros mueren, otros resucitan y algunos son eternos.

Tomé del piso el folleto y lo puse en mi cuaderno. Por ahí debe de andar nadando, entre apuntes, esperando a que algún día lo cuelgue en mi heladera.