Ensonnacionesmarianas es un blog abierto a la reflexión propia y ajena sobre cualquier tema sobre el que deseemos pensar. El ensueño tiene que ver con la idea antigua del sueño como camino al conocimiento (por ejemplo, El primero sueño de Sor Juana).

F(h) Consultora en PYMES y ONGs

jueves, 28 de octubre de 2010

Realmente no estás tan sola

En este país, mi pobre país, no se respeta ni siquiera el dolor ajeno. Creo que uno está en derecho de putear a un muerto cuando le es propio y le cagó la vida. Cuando el muerto es ajeno, y no por el muerto que ya no está, deberíamos respetar un poco más.

Estoy sorprendida de la cantidad de gente que está desfilando para ver a Néstor. Gente que se acercó porque le mejoró la jubilación, por las paritarias, extranjeros agradecidos por lo que hizo por los inmigrantes y latinoamérica.

Yo no lo lloro, no era parte de mis pasiones, pero me conmocionó su muerte porque, a pesar de algunas cosas, fue el mejor presidente desde que nací. Y sentí pena por la esposa, sin su investidura, la mujer que vivió con él y lo quiso. Y sentí pena por la Presidenta, quien debo reconocer no es una figura que me fanatice, pero siento que ahora más que nunca necesita de todos nosotros, los que no la odiamos.

Porque una vez vi en una serie de televisión que en la vida hay que significarse por algo y, desde Néstor, el debate político ha vuelto a nuestras vidas porque, antes, los poderosos estaban conformes y los que se quejaban no eran para nada escuchados. Y es el momento de significarse, aunque uno no sea K, y de decir estoy con vos Cristina, mi presidenta, esperando a los buitres que vendrán.

domingo, 24 de octubre de 2010

Tiene más mugre que el palo de un gallinero.

viernes, 22 de octubre de 2010

Cando penso que te fuches...

A veces, me detengo a pensar por qué no tengo hijos, además de no tener con quién. Y creo que algunas personas estamos imposibilitadas para ello porque sentimos que el mundo es hijo nuestro, los seres que amamos, mayores y menores, y también los que la vida va convocando a nuestro alrededor.

La muerte de Mariano Ferreyra me dio un golpe en la cabeza. Antes, este tipo de cosas no me afectaban tanto, pero ver una transmisión en vivo y en directo de una muerte, aunque se haya convertido en habitual, no debería serlo. Fue lo primero que vi y casi diría que lo último. Sentí que el noticiero me faltaba al respeto, cosa que hace siempre últimamente (se la pasan tomándome por idiota), pero más me dolió pensar qué sentiría la madre (no solo la familia) de ver eso. Porque supongo que una madre quiere recordar el nacimiento de su hijo, los cumpleaños, todo aquello que le significa la vida. Imagino que quienes tienen un hijo enfermo no podrán evitar el proceso de verlos morir, pero aquello que es evitable debería ser evitado. Como, por ejemplo, decir que la madre está en estado de shock, cuando escuché eso decidí no ver más sobre el tema. Los periodistas deberían comprender, en algún momento, que el silencio es tan importante en la comunicación como en la música. Cuando no hay nada para decir, no debe ser dicho nada.
Y así estoy desde ayer, sin querer decir nada. Aunque haya estudiado Letras, a veces, siento que ningún lenguaje en este mundo me es suficiente para decir lo que siento y, tal vez, mi afición de aprender lenguas tenga que ver con la búsqueda de decir cosas que jamás podré. Silencio. Silencio. ¿Por qué ese miedo a no oír nada? Señores periodistas, silencio.

Haber transmitido esa muerte fue faltarle al respeto a esa persona que se estaba muriendo, acto íntimo si los hay, solo el día que morimos imagino que sabemos las cosas que suceden por nuestra cabeza. Como dicen siempre en Lost: "Vivir juntos, morir solos". Y es que sí, la vida podemos compartirla, acompañarnos (aunque mi amiga Valéria diga que estamos siempre solitos en la vida), festejarnos, abrazarnos, pelearnos, disfrutarnos, pero nadie va a morir con nosotros. No puedo decir la muerte, la mía, porque no la conozco y, cuando la conozca, tampoco podré hacerlo.

Por experiencia sé que ver a alguien en el abandono, en el proceso de muerte, o en el proceso de su búsqueda es triste, doloroso, complicado y nadie puede llegar a una persona en ese estado. Lo que más duele es estar por fuera, no poder hacerse carne con esa persona amada para compartir sus sufrimientos, para que se muera una parte de cada uno y no por completo la otra persona.

No puedo agregar mucho más, estoy sin palabras, quisiera no tenerlas, no puedo ni pensarlas y el mundo me convoca a no callar en este día arduo por delante y quisiera no estar para no verme obligada a ser cortés, a ser amable, a responder que estoy bien.

Si sirve para ponerme más triste o si sirve dedicarlo a la memoria de este chiquito, acá va un video de Luz Casal "Negra sombra".


jueves, 21 de octubre de 2010

Perdón si no comparto tampoco mis silencios

Desde ayer, la vida comenzó a ponérseme difícil. En realidad, los problemas no son nuevos, pero, cuando me pega la melanco, sonamos. Cómo bien dice el Nano, son aquellas pequeñas cosas...

Llegué a la concentración de la marcha de hoy y, si había alguien que dudara de mi rareza, tal vez, hoy, no lo haga más. Comencé un via crucis por mi vida, un viaje hacia el pasado que fue minándome de a poco. Porque, como dice Adriana Varela, la nostalgia es un dolor en flor y la melancolía un flor de dolor.

Un panfleto, cuya tinta olía fuerte, me llevó hasta puán, porque filo huele a tinta de panfleto y apunte barato. En seguida, la imagen de algún apunte con una frase de Walsh me llevó hasta la puerta del CEFyL. Acto seguido, el chipero pasó por mi lado y viajé a Posadas. Me dije, mejor matar la nostalgia ahora y, en verdad, la chipa era terrible, pero para volar un poquito a Posadas sirvió y en qué medida. Llegué a darme cuenta de que a fines de enero cumplo 20 años en Buenos Aires y, como dice bien Kohan, la vida no es un soplo sino que uno siente que lo es y que 20 años no son nada.

Claro que seguir caminando por Callao me llevó hasta el colegio, en plena esquina con Corrientes, donde hoy luce un moderno edificio. Ya sobre esta última calle se levanta uno espejado al lado de Burger King que vimos cómo se construía desde una de las ventanas de mi aula de primer año que daba sobre Callao.

Y Corrientes... mis previas para clase de gimnasia, mis paseos por Florida con Maru. Y yo no estaba más en mí, estaba muy lejos en el tiempo, con un dolor en el pecho, enjaulada en mí misma, presa de mi silencio.
Y no tuve mejor idea que volver por Avenida de Mayo, el único lugar que me llevaría conmigo de esta puta ciudad al lugar del mundo al que me fuera a vivir. Porque es volver al pequeño pago, a la aldea, al comienzo, al lugar donde vívían mis padres cuando recíén llegaron. Pasar por el Castelar y pensar en García Lorca me llevó a lo que me llevan siempre estos días tristes y es a ponerme triste por haber perdido la guerra. Una lástima no poder volver el tiempo atrás y modificar las injusticias del pasado, del pasado que se llevó la vida del poeta y desapareció su cuerpo.

Los que me conocen saben que no me gusta llorar en público y, por eso, termino comportándome como una idiota que no habla, que no está... llegar a la esquina en que se encuentra el bar La Moncloa sacó las lágrimas de adentro. Fue volver al comienzo del comienzo, cuando mis padres se conocieron sentados en ese café, cuando aún había miradas de amor, un futuro hermoso y desconocían muchas cosas de las que vendrían.

Estos días preferiría recluirme por varios días y no hablar ni con mi sombra, porque siento que nada funciona, que todo es terrible, aunque realmente no lo piense. Tengo problemas que me agobian, que me agotan y que me imposibilitan. Y sé, desde hace bastante tiempo, que debo evitar toda ocasión próxima a la melancolía, amén, si no deseo terminar en un eterno silencio.

Son estos los momentos en que debo darle franco a Sabina por unos días y, sin embargo (lo quiero), necesito su estaca en lo más profundo del riñón.

sábado, 16 de octubre de 2010

Dime lo que piensas sobre tu lengua y te diré cuán dominado estás

Los cursos de idiomas de español, que últimamente pululan mucho, son un gran comercio. Cuando algo como la educación se convierte en mercancía, terminamos quitándole el verdadero valor que tiene.

Nos están haciendo creer que hay un español correcto y uno incorrecto, mejor dicho, algunos incorrectos, todo aquello que se habla en América latina. Esto tiene que ver con las políticas culturales que tiene España en el exterior a través del Instituto Cervantes. Nos quieren seguir haciendo creer que España tiene la norma y nosotros las variedades dialectales, mientras que todos tenemos variedades dialectales (ellos los que más) y que, en cada territorio, se constituyen en norma o no (que no se constituyan en norma solo quiere decir que los académicos decidieron que el uso es vulgar o incorrecto, solo eso).

El grave error de caer en esto es hacerle creer a alguien que si aprende en Argentina no entenderá a un español o a un mexicano o etc. Mientras que se vende la idea de que aprendiendo en España entenderemos a todos. Cualquiera que sea la variedad que uno aprenda, podrá comprender a un hispanoparlante, tendrá dificultades con las cuestiones regionales, pero nada más, nada que no se pueda superar.

Un repaso por la historia de esta hermosa lengua nos permitiría ver que algunas palabras, pronunciaciones o formas verbales son más antiguas en América que en España, pero eso tampoco le da legitimidad a un idioma. No se lo da ni el territorio de origen, ni el tiempo de antigüedad: se lo dan los hablantes. De hecho, América aportó mucho vocabulario a este idioma, proveniente de lenguas aborígenes.

Seguir afirmando que el voseo es regional y que nadie más lo comprende es caer en una falacia absoluta. Que en algunas partes de América, en determinado momento, hayan optado por considerarlo vulgar y no incluirlo en la norma, no quiere decir que no se lo use, no quiere decir que no se lo entienda. Mucho más, en este mundo globalizado, en que los hispanoparlantes ya saben que decimos "che", "boludo" y "vos".

Hay algo que se llama conocimiento pasivo de una lengua que es cuando podemos entender algo y no usarlo. En mi caso, tengo conocimiento pasivo del gallego, pero, todos los hispanoparlantes lo tenemos del propio idioma. Es decir, podemos comprender las novelas mexicanas cuando dicen "fulano tiene mucha lana (dinero)" porque comprendemos esa palabra aunque no la usemos. Si no, nadie podría entender en su vida El Chavo del 8 y creo que sí entendimos lo de "torta de jamón" y otras cosas, de lo contrario, no seguirían repitiéndolo y no podríamos seguir riéndonos.

Otra verdad revelada que nos quieren vender es la de la existencia de un español neutro. Ahora yo pregunto, para saber cuál es ese neutro, ¿hicieron un estudio de todos los acentos que el español tiene e inventaron una tonada intermedia o neutra? Respecto del vocabulario, ¿hicieron un estudio de cuáles son las palabras más usadas en todos los territorios y eliminaron la enseñanza de sus sinónimos? Hay muchos artículos respecto de esto, sería bueno que los docentes, los de verdad, leyeran algunas cosas sobre el español general, también.

Es la misma política que se siguió en la península. Hablar de español implica dominación sobre las lenguas peninsulares y dominación sobre las normas en América latina (no me extiendo, hay varias cosas para leer sobre el tema). Sigamos comprando los espejitos de colores de la madre patria y seguiremos siendo unos obsecuentes en lo que respecta a la lengua, borrando nuestras identidades. Algún día, nos daremos cuenta de que los idiomas españoles son todos los que están en la península y que, el castellano, no está solo en Castilla.

jueves, 14 de octubre de 2010

Soy gallego-asturiana

Que es lo mismo que decir española, aunque no, aunque sí, aunque no, aunque sí, aunque no...

Había prometido hablar sobre el tema y me había olvidado, como lo recordé, aquí vamos.

Es una respuesta que suelo dar. Hoy, estuve pensando a cada cuánto pienso o menciono a España y me di cuenta de que no hay un día de mi vida en que no piense o no diga algo de ella. Es decir, soy española, ya exageré, aunque sea verdad, podría solamente haber dicho que lo hago todos los días, pero no, dije "no hay un día de mi vida..." y ya para enfatizar exageré la expresión.

Soy española en la melancolía, en viajar lejos en el tiempo y en el espacio cuando una música, española, claro, me transporta.

Lo soy en las costumbres, entiendo a mis alumnos hijos de inmigrantes o inmigrantes ellos porque nos educan en otra cultura y me cuesta ver que la gente me tome como algo rara, aunque además, sea rara.

Una vez, leí en un libro sobre los gallegos que decía que eran bastante retraídos, que no socializaban mucho, que su núcleo era la familia y comencé a comprenderme. Comencé a entender por qué mido a la gente antes de darle mi confianza cuando mi mamá empezó a decirme "eres tan desconfiada que pareces gallega".

Y soy rara al trato, hay gente que no entiende mis silencios cuando estoy conociéndola y, claro, es ilógico, pero es que yo primero conozco a la gente para ver si quiero darme a conocer yo. Los mido, los estudio, aunque, en general, no me tome mucho tiempo. El estudio de la mirada y de las facciones de una cara me permiten sacar conclusiones no tan erradas en pocos segundos, luego, es ver si su discurso se condice con sus actos, eso es fundamental. No confío en quien no actúa acorde con sus palabras.

Soy gallego-asturiana porque soy bajita, muy blanca, más bien cara de luna llena y con pelo corto igual a una paisana. Como me dijo mi profe de historia de España cuando me corté el pelo cortito "ahora, parecés bien asturiana".

Soy trágicamente española, cuento las cosas como las cuenta mi mamá, García Lorca y nosotras un solo corazón. Soy tragicómica para contar las cosas, no hay desgracia familiar que no cuente cagándome de la risa y parezco desquiciada.

Me cantaban "vai vai que te leve o demo" y quedé bastante cuerda, fui educada con educación siglo XVI y sobrevivo. El pan no se pincha porque es el cuerpo de Cristo, si tirás pan a la basura que sea envuelto porque siempre hay alguien que pueda necesitarlo, se come todo lo del plato porque hay gente que no tiene, una señorita no hace eso aunque al varón no se lo reprochen...

Y, en algún punto, la guerra y los silencios familiares siempre están presentes. Pero todo esto, que puede parecer tremendo e invivible, se soluciona con la sidra, el chorizo, la favada, el pulpo y el "Porompompero" de fondo, aunque siempre tengamos tiempo para volver al ruedo de la lágrima con "Suspiros de España".

"Recuerdo la quietud de la tierra, la quietud estaba adentro" ("El témpano")

Vi la propaganda de Susana y Darín del 2010 y, cuando hablan de los televisores, mencionan a uno de cuya existencia no sabía. Sentí y siento que el tiempo está pasando muy velozmente y no porque yo sea más grande. Antes, el tiempo tenía otro tiempo y no porque cuando uno es chico viva en un eterno presente. No, no es eso.

Supongo que lo que me convierte en mayor es pensar que al disminuir la espera, que uno no sufría tanto porque los tiempos eran otros, disminuyó también el romanticismo de los hechos. Por ejemplo, cuando uno escribía una carta, se tomaba su tiempo para cuidar la letra, para decir las cosas en modo correcto y amable, para enviarla y para esperar una respuesta. El tiempo pasaba, llegaba la carta y la atesorábamos para volver a leerla. Hace mucho que no recibo cartas porque los mails han convertido a cualquier mensaje en algo inmediato, breve, escribo y lo mando, sin sello postal, sin el roce de las manos queridas y va derecho a la papelera. Jamás volverá a estar la alegría de recibir una respuesta, de verlo a mi hermano en una casa perdida en Posadas, abriendo un sobre con fotos que le enviaba la NASA o abriendo esos sobres con cursos de dibujo por correo que aparecían en las revistas como Patoruzú.

Antes sabíamos contener esta ansiedad que el celular nos deja. Recuerdo en el año 97, no fue hace tanto por qué no retroceder un poco, un día al salir de mi casa, vi una amenaza escrita en la pared de la entrada del edificio. Estaba en cuarto año, recuerdo, y era ya por la época de la primavera, supongo, porque los días estaban más claros de mañana. Tuve miedo y salí corriendo hacia el colegio. No entendía el por qué de ese mensaje ("Defensor del asesino de Cabezas, el cáncer te espera"). Y no tenía celular. Se lo conté a mis compañeros, pero, para saber algo más, tuve que esperar a volver a mi casa y hablarlo con mi mamá.

En esa época, los chicos y/o adolescentes llamábamos a nuestros padres para comunicarles lo estrictamente necesario cuando te decían "llamame" y usábamos tarjetas telefónicas que venía con créditos. Ojo, también, puedo ir más atrás y recordar los cospeles y los teléfonos que en Brasil llaman Orelhao. A lo que iba, es que esas tarjetas duraron poco si pensamos en la cantidad de años que usamos cospeles porque, al poco tiempo, comenzaron a usarse monedas y, más tarde, los celulares comenzaron a invadir nuestras vidas. Si viajo en el tiempo, recuerdo que, cuando vinimos a Buenos Aires, por el año 91, para hacer una llamada a Posadas de larga distancia, todavía había que pedirla, no era inmediato. Y todos podíamos esperar.

No digo que todo tiempo pasado haya sido mejor, hay miles de ejemplos que demuestran que no. Sólo digo que los días en que el Congreso se vuelve una locura de colectivos y en que las publicidades de celulares con modelos cada vez más nuevos se suceden unas a otras, me dan ganas de retirarme a un pueblo del interior para detener el tiempo un poco y no sentir que el bicentenario pasó hace diez años. Está bien, entiendo que la velocidad o lentitud, es algo relativo al placer o no de un hecho o que tiene que ver con la edad de uno. Por ejemplo, sé que si siento estar en el Manuel Belgrano hace mil años es porque me siento muy reconfortada de estar en ese lugar y quisiera nunca salir. O, por ejemplo, cuando digo que una cosa que recuerdo fue el año pasado, sé que, en realidad, me estoy refiriendo a mi época de facultad y que eso sí tiene que ver con la edad.

No, a lo que me refiero es a este vértigo en que todo se convirtió, en que todo tiene que ser ya, en que una espera en el médico me enloquece, en que todo el mundo toma ansiolíticos por no soportar la espera.

Y, a veces, está bueno relajarse y aprovechar que el PO cortó Av. Entre Ríos para caminar por el centro de la calle una tarde hermosa de sol, como lo hacíamos en Posadas en las procesiones. Y es que, creo, deberíamos encontrar nuestro tiempo interno aunque vaya contra el tiempo de esta ciudad o de este mundo.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Donde se come, no se caga.

"Y yo elijo a mi Dolores, Dolores, Lolita, Lola" ("Porompompero", Manolo Escobar)

Hay dolores que aprendimos. Al principio, tal vez, los llevamos en la sangre, como información genética. Esas cosas que nos dan igual hasta que cobramos conciencia. Luego, con el paso del tiempo, se nos pueden hacer carne.

Muchos de los míos vinieron en un barco, mejor dicho, en dos. España se llama el mayor, esa tierra que, como dice Víctor Manuel, a veces es madre, a veces madrastra. Mía es un poco abuela y un poco abuelastra, porque mi abuela paterna, digamos, es más bien gallega. Esa tierra que congrega tierras, de la cual no reniego, aunque a veces me enfurezca.

Me enfurece la repetición de macanas (te seguís mandando cagadas y te quiero igual, eso es amor, supongo). La negación del pasado, que es como negarte un poco el presente. El otro día, sin ir tan lejos, leí algunas cifras aún hoy en disputa: durante el régimen franquista, hubo 190 000 ejecuciones sumarísimas, 150 000 desaparecidos, 2000 fosas comunes, 30 000 niños robados. Solo de ver la cifra de niños ya no niños que no saben quiénes son, me espanta. Agradezco que mis padres sí sepan, aunque sus vidas no hayan sido las mejores, saben de dónde vienen. Otro dato, Ley de pena de muerte abolida en el 95. A no preocuparse, esa España católica y pacata no está tan lejos en esto de Francia, que abolió la pena de muerte en el 81. Me preocupa que el país de las luces se asemeje en algunas cosas a España... y Sarmiento se quejaba de la barbarie de España y quería un ejemplo francés. Así estamos, padre del aula, creyéndonos blancos, igual que los franceses que no aceptan a los árabes.

Volviendo a mi tema, fui viendo que en esas tierras que congregan y disgregan, hay cosas similares, cosas que acercan aunque no nos hagan iguales. De mi familia, siempre dije "son todos españoles", incluyendo a mi yaya, abuela (aunque nunca la llamé así), abuelastra como la llama Tere (y tiene razón). Este año, por necesidad de reencontrarla, comencé a estudiar euskera y, ahora, digo que era vasca. No creo que ella hiciera esas distinciones, ni que estuviera muy enterada porque se vino joven y porque tenía un cuelgue de la palmera muy importante. Sin embargo, en algún lugarcito, creo que se acordaba de muchas cosas. Mundial del 90, Posadas, frente al televisor, creo que dejaba de ser Lola para ser Dolorechu un poco, y decía por el Goyco y por Olarticochea, orgullosa, esos son vascos, echea quiere decir casa. Y conociendo vascos, entiendo que no se sientan españoles, porque no lo son, porque lo son menos, mucho menos, que los gallegos y los catalanes. ¿Si hay cosas en común? Sí, supongo que las hay, pero entre europeos hay cosas en común. Con mi profesor de italiano, me reía porque contaba anécdotas de velorios y mesas familiares similares a las que conozco. Del mismo modo en que me reí con Mi gran casamiento griego, que siempre dije que podría ser Mi gran casamiento gallego (qué suerte que tengo menos familia que esa chica).

Y bueno, que resulta, que también llegué a ese curso buscando algo que la facultad me robó porque, en términos de estado, el País Vasco (parte) está dentro del territorio español y, en la facu, seguí orientación en literatura española y me indignó ver solo literatura castellana. Y ese problema de denominación en la carrera de Letras (aunque parezca mentira) son frecuentes. Mi cuenta pendiente como parte de mi propio entrenamiento era el estudio de las lenguas españolas y de sus respectivas literaturas. En fin, que me di cuenta de que voy a incluir al gallego y al catalán en este combo porque se justifican más por una raíz común del idioma. Y me di cuenta de que, aunque no tenga sangre vasca, me enorgullece serlo un poco por mi yaya. Y es que, cuando estudio un idioma que me llega, me termino reconociendo en él, desde que estudié portugués y me enamoré de Brasil, hablo de mi incluyéndome entre personas morochas, lo hago sin pensar, dejé de ser blanca (alumna de cuarto me dijo, a raíz de las descripciones de la mujer petrarquista, rubia y angelical, "y las morochas dónde quedamos profe" y le respondí "para nosotras, no hay lugar"). Y, además, descubrí que gallegos y vascos tenemos en común el gusto por la comida, el orgullo por la identidad y la lengua y el padecimiento del franquismo (aunque haya mucho PP y nostálgico de Franco en Galicia, mi parte negadora lo esconde).
Por último, desvié mi tema y me cortó la inspiración el rescate de los mineros. Lo único bueno de esto fue recordar "Soy minero" de Antonio Molina. Y vuelta a hablar de España... supongo que es para tema de psicólogo, España y mi vieja, España es mi vieja, mi vieja es España...