Ensonnacionesmarianas es un blog abierto a la reflexión propia y ajena sobre cualquier tema sobre el que deseemos pensar. El ensueño tiene que ver con la idea antigua del sueño como camino al conocimiento (por ejemplo, El primero sueño de Sor Juana).

F(h) Consultora en PYMES y ONGs

domingo, 2 de noviembre de 2014

Soy mujer, no el sexo débil

Estaba saliendo de comprar en Coto y el de seguridad, haciéndose el galante, me dijo "¿no es mucho para una señorita?" y le dije un seco y rotundo "no".

Mi mamá me hubiera dicho que así jamás voy a conseguir pareja. Supongamos que el muchacho hubiera sido Antonio Banderas, me dice esa frase, me hago la dulce y débil mujer, ¿cuánto tarda en darse cuenta de que no soy el sexo débil?

Porque no soy el sexo débil, ni delicado, ni femenino, soy mujer. Porque si estuviera embarazada, con vómitos, dolor de espalda, con miedo al parto (según dicen el dolor más alto que existe), cansada del peso de la panza, no debería quejarme porque es parte de la "naturaleza" femenina. Si tuviera que cargar a un pibe de 10 o 15 kilos porque lo tengo que llevar al médico, tampoco nadie me diría nada porque el amor de madre me haría estar obligada a hacerlo.

Sin embargo, cuando voy a la veterinaria y compro alrededor de 10 kg. de productos, me preguntan si puedo sola. Cuando voy a Coto, me preguntan si puedo sola.

Supongo que más de uno se habrá quedado pasmado el día que, con sus 68 años a cuestas, mi mamá le dio un zurdazo en la cara al pibe que le quiso afanar la cadenita de oro y lo dejó turulato, y salió corriendo.

Gente, cambiemos el concepto. Tengo fuerza y me hago mierda los brazos sola. Me cuego una bolsa de mercado repleta en cada hombro y acarreo otras dos bolsas en la mano porque puedo hacerlo. Me da el cuero.

Es hora de cambiar mentes. Ser el sexo débil hace pensar que necesitamos depender de la fuerza masculina para defendernos ante el mundo.

Por favor, conmigo no.

sábado, 1 de noviembre de 2014

Tengo la nacionalidad argentina por derecho de nacimiento y la española por derecho de sangre.

Cada vez que alguien hace referencia a que los hijos de extranjeros deben demostrar que son argentinos e incluso los hijos de los hijos, me siento mal, profundamente mal. No tengo palabras para describir lo que me pasa por el cuerpo, no tengo palabras para describir la sensación de ser echada.

Bastante difícil es para el hijo de un inmigrante forjarse una identidad, amasarla, construirla, identificarse con su alrededor luego de haber sido educado en un cultura foránea, como para que venga alguien y te pateé ese castillo de naipes en dos segundos.

Insultan años de mi vida, insultan 33 años de vida y tantos otros años de trabajo de mis padres en este país.

Gracias. Y lean la Constitución "para todos los hombres del mundo que deseen habitar suelo argentino".

domingo, 26 de octubre de 2014

Lo que necesitas es amor

En una época, yo hacía de la morriña un culto. Cómo no hacerlo si parte de ser gallego e inmigrante hace que lo lleves en el ADN, es una marca identitaria.

Hasta que me di cuenta de que uno puede dolerse por su tierra, por su pasado, por sus antepasados, pero que la vida puede ser más breve de lo que pensamos y que, al final de cuentas, si vamos a sentir tristeza o dolor que sea por algo que lo merezca mucho más.

Todas las mañanas, salgo con Galán, mi perro, a la plaza del Congreso. De un tiempo a esta parte, la cantidad de gente que vive en forma estable o que pasa la noche en ella fue creciendo. Esta mañana pude contar entre 7 u 8 grupos. En la cuadra del Senado: un señor que siempre está en la esquina; otra persona que estaba a mitad de cuadra; dos personas más al terminar el edificio. En la plaza: tres personas durmiendo en forma individual; el muchacho que hace el acampe contra Monsanto; unos cartoneros que pasan la noche ahí con su perro; una familia de cartoneros completa, que no sé si es tránsito o si están en la calle. En la otra plaza, en la el ombú, vive una familia hace algunos años y tienen dos perros. Además, hay que agregar al perro negro que llegó a la plaza con un acampe anterior contra Monsanto, que cuida rotativamente a la gente que vive allí, y uno beigecito que había llegado con su dueño cartonero hasta que el dueño no apareció más (o sí, hace unas semanas el perrito se alejó de su otro amigo perro porque vio a un anciano que volvía a la plaza, él se acercó de nuevo a él, lo cuidó por las noches como antes, hasta que dejó de aparecer por allí).

Esta situación me da mucha tristeza, no lo niego. Todos los días los miro (no por morbo), los busco con la mirada, trato de ver que nadie falte de su lugar. Pero no es porque no quiero que eso no cambie, sino porque sé que si no están es porque les pasó algo o hicieron algo con ellos. Las noches de lluvia, por ejemplo, los retiran de la plaza. No sé adónde los llevan, intuyo que a un lugar mejor. Eso es lo que quiero pensar. No sería la primera vez que los retiran de la plaza para que no afeen el lugar.

Cierta vez, hace no mucho, había una señora muy mayor y un señor, que estaban con 8 perritos. Mi dilema era si eso estaba bien o no, sobre todo, porque los tenían atados a la reja y hacían turnos rotativos para pasearlos. Hacía frío todavía y la señora los tapaba con las mantitas. Me di cuenta (tarde, siempre tarde) de que no podía juzgar la situación. Ella los encontró, les dio amor y los cuidaba. Ni mejor ni peor que nadie... mejor dicho, mejor que mucha gente que quema, viola, tortura a sus perros. Mi segundo dilema fue que deberían de tener hambre, pero no me daba la cara para llevarle comida para los perros y no para ella. Pero ella amaba a sus perros así que le llevé lo que podía: alimento para los perros y dos botellas con agua.

Todas las mañanas, veo también vasos de plástico y fuentecitas. Huellas de que alguien lleva alimentos. Incluso, dejan leche para los tres gatitos que viven dentro del monumento. Hace un par de semanas, dos señores del Ejército de salvación les llevaron café y alfajores y, también, un verdulero una vez le dejó al de Monsanto un atado de acelga.

La tristeza no soluciona. Es verdad. Pero mientras espero o esperamos un cambio de sistema hay un mientras tanto. Y en el mientras tanto es maravilloso recordar que uno es un humano y que podemos no perder la humanidad ni el amor. Entonces, podemos ofrecer algo que tengamos a mano para que al otro la vida le resulte más fácil aunque sea un segundo: 10 pesos, agua, café, comida (para él o para su perro, quien ama a su perro quiere que coma), una mirada, algo.

Mi madre y mi padre me enseñaron que uno siempre puede dar, que hay gente que siempre necesita más que uno. Mi mamá, antes de poner el pan en una bolsita separada de la basura, besaba el pan, supongo que lo seguirá haciendo. Y creo que si mi presupuesto diario consiste en 60 pesos (que no es mucho), si hay alguien que necesita 30 mucho más que yo, no me voy a morir. Y creo, también, que si la gente pide dinero, hay que darle dinero; si pide ropa, hay que darle ropa; si pide cartón, hay que darle cartón. Es muy habitual que la gente se niegue a dar dinero porque si tiene hambre le compro un sánguche, a ver si todavía va a comprar alcohol. Son seres humanos, los seres humanos tenemos voluntad. Tienen suficiente con tener una vida complicada y con tener que salir a pedir. Si piden dinero, hay que darles dinero. Si quieren comer, comerán; si quieren alcohol, comprarán alcohol; si están juntando para cigarrillos, comprarán cigarrillos. No soy la madre para decidir qué les hace bien y qué mal, qué necesitan y que no. Porque nadie viene a decidir qué hago yo con mi sueldo docente que no es la gran maravilla, nadie me dice que con lo que cobro no debería andar como enferma juntando animales de la calle. No voy a decidir por otro. No tengo derecho a hacerlo.

Mientras los cambios llegan, no me cabe la menor duda de que al mundo le falta amor. Y sé que de dádivas no se vive, solo espero que esto suceda en el mientras tanto, porque en el mientras tanto a mucha gente y a muchos animales se les va la vida.

Gracias a quienes me ayudaron a comprender esto: mis padres, quienes fueron pobres y nunca olvidaron eso y me enseñaron a no olvidarlo; a Galán, que me enseñó a ver lo que hay alrededor y que se acerca siempre que puede a la gente que está en la calle a ofrecerle lo que tiene, una lamida, todo su patrimonio; a Christian, por ser tan espirtual y a Dulcinea por enseñarme que los animales son nuestros semejantes, sufren y son felices como nosotros y porque, mientras ella pelea por un mundo mejor, no se olvida de que el mundo necesita amor.

sábado, 25 de octubre de 2014

Según informes de mi madre, Letizia, la reina consorte, sería bisnieta de Felisa la Patata. Una que fue amiga de mi abuela y que la llenó de piojos a mi vieja cuando era chiquita.
"No puedo entender que, en un país que es una mierdita, que no es ni la provincia de Buenos Aires, estemos manteniendo cuatro cerdos (los reyes) y a sus cerditos, además de la chorra de la hija y del yerno".

Así me animó esta mañana mi mamá, desde Asturias. Aclaro, lo de "mierdita" lo usó como diminutivo y no como insulto, que como su tierrina no creo que haya para ella otro lugar.

miércoles, 8 de octubre de 2014

El que nace para pito nunca llega a ser corneta.

viernes, 5 de septiembre de 2014

De volta à mata

Os deuses moram no mato ou no bosque segundo a geografia.

Quando Macunaíma deixou o mato, deixou a consciência na Ilha de Marapatá e assim foi que ele entrou em São Paulo, sem conscência. Segundo a lenda, essa ilha é a ilha da consciência porque aí o homem branco a deixa pendurada antes de entrar na floresta amazônica. Macunaíma, contudo, faz ao invés: ele a deixa antes de entrar na cidade.

E é que, talvez, para morar na cidade seja preciso deixá-la longe demais.

É preciso voltar para Marapatá, não para procurar a consciência, mas o espíritu, deixar de ser branco de uma vez e comungar com a natureza de novo, com os deuses do mato.

viernes, 29 de agosto de 2014

Para vos, que te tomás el tiempo en dejar comentarios. Todo dice algo acerca de nosotros, manejar un Falcon verde también. Leer artículos que no te interesan y detenerte a dejar un comentario ANÓNIMO, también, habla de vos. Todo lo que hacemos habla de nosotros.

domingo, 24 de agosto de 2014

Esta mañana, estaba preparando un trabajo práctico para mis alumnos de cuarto año, así que me puse a buscar información sobre el caso María Soledad Morales.

Y recordé cosas. Recordé que yo era muy chica, tendría 12 o 13 años cuando mi mamá nos llevó al cine a ver la película sobre ese caso. Era prohibida para menores de 16 y el de la boletería se lo dijo. Mi mamá no lo dudó, dijo que ella nos permitía verla.

Luego, se fue a una de las marchas del silencio que se hacían en Buenos Aires. Fue con mi hermano. Ella dice que fuimos todos, yo no lo recuerdo, puede ser.

La cuestión es que ese día, mi mamá, una persona que nunca se pronunciaba en forma explícita sobre política (ahora sí lo hace), decidió hacer militancia. Decidió que había que apoyar a los padres de esa chica, de esa chica abusada por el poder de Catamarca. Decidió hacerlo por esa nena y por sus hijas, supongo, porque desde la época de lo de Jimena Hernández, eran cosas que la ponían muy mal. Y supongo que lo hacía, también, por nostras porque, una vez vimos a Guillermo Luque salir de un edificio cuando veníamos del trabajo de ella, y mi hermana lo dijo a voz en cuello como lo hace siempre y mi mamá nos apretó bien fuerte las manos.

Esa es mi mamá. La persona que no anda diciendo a los gritos que es esto o aquello, la persona que me educó con gestos, con actos, por instinto, pero que nunca predicó con la palabra más allá de lo que podía hacer con actos.

sábado, 23 de agosto de 2014

Quisiera saber cuánta guita movió y cuál es el negocio detrás de las capacitaciones docentes obligatorias por la NES. Fui a un encuentro de 3 y solo mandé una tarea. Como me parecía un insulto que me dieran lo mismo que en 2005 y de que estuviera dirigido por el inoperante de Bombini, que lo primero que hizo fue vendernos una licenciatura a distancia de la UNSAM, decidí pedirle a la profesora que me diera de baja. Pensé que así lo había hecho porque no me llegaban mails de compañeros que participaran en el foro. Hasta que dos semanas después, recibí algunos mails y vi que seguía en carrera. Esto indica una muy baja participación de los alumnnos en ese espacio.

Se suponía que iban a "castigar" al que no lo hiciera. Luego, que enviarían certificados a todos por la participación, pero de aprobado solo a los aprobados. Como es lógico.

Intuyo que muy poca gente lo hizo. Hoy, recibí en mi correo el certificado, de cursada, suponía yo.

No. En una actitud muy Bombini, que me aprobó prácticas docentes sin que la docente fuera a verme, dice que estoy APROBADA. ¡¡¡Aprobada!!!

Esto se paga con la guita de todos los porteños. Estoy llena de bronca.

Me parece vergonzoso.

domingo, 17 de agosto de 2014

Sobre metáforas y confusiones infantiles

Que los niños son muy literales es algo que se sabe, aunque muchas veces les hablemos con rodeos. De niña, además de mi propia literalidad infantil, yo contaba con la literalidad genética que me proporcionó mi padre, a quien le hablabas de Mijares y preguntaba quién era tu jares.

Obviamente que, en esa situación, si a mí me decían que la Virgen María había quedado embarazada porque el ángel se lo había anunciado, no me generaba ninguna duda ni contradicción, jamás me hubiera preguntado qué pintaba ahí José. Yo me lo creía y punto. La conclusión era que todas las mujeres quedaban embarazadas del mismo modo.

Con San Martín, de quien hoy es el día, me pasaba algo similar. Él es el padre de la patria. Para mí, era literal. Mi problema venía con que la madre patria era España por lo que mi literalidad, muchas veces, se enfrentaba al dilema de cómo un lugar y una persona pueden tener un hijo. Eso sí que no me cuadraba y menos me cuadraba que San Martín hubiera liberado a su hijo de su propia madre porque una familia es siempre como la familia de Jesús, unida y feliz, ¿no?

Es obvio que, de haberme agarrado un psicólogo, se hubiera encontrado con algunos problemitas. Sobre todo, llegando al momento en que Mariana se preguntaba qué pintaba Colón en todo esto. Porque, a decir verdad, según la información con la que yo contaba en ese momento, él nos había descubierto con lo cual él debería haber sido el padre si aceptábamos a España como la madre. Pero ahí venía San Martín.

Ni hablemos de la semillita en la panza de la mamá y que yo pensaba cómo se transformaba una planta en niño, o de la cigüeña y cómo era que podía yo ser argentina habiendo venido de París.

Es decir, había una confusión tremenda en mi cabecita. Lo que demuestra que a los chicos hay que explicarles las cosas claramente porque, en primer lugar, no son tontos y, en segundo, porque si entienden todo de forma tan literal como lo entendía yo, les quedarían más claras las cosas desde un comienzo.

Y a mí también, si no son directos, no entiendo. Soy la muerte misma de la metáfora.

miércoles, 6 de agosto de 2014

De pérdidas y reencuentros

Hoy fue un gran día. Extraño. Estuvimos dos horas esperando a que llamen a mi mamá para operarla del ojo que le faltaba y nos fuimos a comer mi hermno y yo. En cierto momento, fui al baño y, al salir, miré la pantalla de C5N y vi que el nieto de Estela había vuelto a la vida. Quise gritar, quise llorar, quise aplaudir. A nadie a mi alrededor parecía interesarle y mi estúpida forma de ser me impidió hacer todas esas demostraciones que hubiera querido hacer. Así que me acerqué a mi hermano y le dije "¡apareció el nieto de Estela!" y automáticamente les mandé mensajes a Noelia y a Dulcinea porque supe que la noticia las iba a alegrar.

Volvimos a la clínica y nos dijeron que mi mamá no había ingresado, que podíamos verla. Así que entre su dope le agarré la mano fuerte y le dije "apareció el nieto de Estela" y me dijo, medio confusa, "¿qué Estela?", "el de Carloto". Y se sonrió y me dijo que se lo merecía.

Salimos a hacer unas compras mientras la operaban y vi en una pantalla gigante en una esquina la noticia de Estela.

Todo fue largo y agotador.

Al llegar a casa, me di cuenta de que había perdido el teléfono porque lo perdí, no me lo robaron. Llamé al aparato varias veces hasta que lo apagaron directamente. Me dio bronca, por mí y porque hay gente que no devuelve. Pero me tranquilicé al pensar que eso es algo material, que una cosa no vale la pena, que rabia o dolor me causaría perder a mi perro que es lo que más amo. Ese teléfono hoy cumplió su último y mejor cometido, alegrar a Dulcinea y a Noelia, dar la mejor noticia, la que siempre quise escuchar, la que esperaba que fuera antes de que Estela falleciera. De algún modo, ella es un poco nuestra abuela.

"Perder" es una palara que deberíamos usar solo para lo que es una pérdida. Debería existir en el diccionario una que se refiera a los objetos y otra a las cosas de verdad.

sábado, 2 de agosto de 2014

domingo, 13 de julio de 2014

Se hace camino al andar

Si uno solo puede ponerse contento con las victorias, es que no ha entendido mucho de la vida.

Pongamos como ejemplo la vida cotidiana. Yo, profesora, profesora de poco puntaje (además), ¿soy una perdedora? Si me dejo llevar por el número, soy una más del montón. Sin embargo, celebro cuando llego a mi casa las victorias diarias. León, Verónica y Pablo riéndose cuando leen el Quijote; Lucía y Elías gritando desde el fondo que el final de la novela estuvo genial. Tamara diciéndome que el año pasado nadie faltaba el día que leíamos. Y llego a mi casa y no me espera una copa, no me espera un millón de dólares. Y, generalmente, sonrío, cansada, ojerosa... sonrío. Porque tuve mi victoria cotidiana.

Entonces, ¿el premio es lo que importa? Como demuestra toda la literatura de viajes, no importa el destino, sino el camino recorrido. Lo que vale es el viaje. ¿Amaste a Mascherano? ¿Te emocionaste con la historia de Lavezzi? ¿Lloraste con Maradona en el 90? Yo soy de las que amo a Maradona porque me dio una alegría en mi infancia... ¿cuál? el mundial 90, un subcampeonato.

Lo que vale es el viaje, el camino, lo vivido. Don Quijote nunca hubiera podido ser don Quijote si no se atrevía a salir al camino y comerse golpes y burlas. Y volvió, y murió cuerdo (lamentablemente). Si no se hubiera atrevido a salir, no podríamos reírnos con él ni aprender de él.

Si alguien cree que solo valen los que ganan, no seas católico, tu dios murió asesinado.

Si alguien cree que solo valen los que ganan, no uses la remera del Che que murió en combate.

Si alguien es capaz de afirmar que solo los que ganan premios son buenos, les digo que lamento que no sepan lo bien qué escribe cartas mi madre.

La historia del mundo está escrita con derrotas y, sin embargo, no siempre el que perdió fue derrotado.

Este mundo algún día debería regirse más por lo que los sentimientos dicen y no tanto por lo numérico. Celebro que mi país celebre un subcampeonato. Somos segundos ¿es poco? Y si hubiéramos perdido contra Holanda ¿era poco? ¿o lo que valen son otras cosas? Y lo celebro porque, como dice Marce La Collins, celebramos una actitud.

En este mundo al revés, de valores y prioridades trastocadas, celebro que mi país celebre el coraje, que celebre el haber sabido ser feliz unos días, que celebre el amar a quien te dio felicidad. En este mundo de valores trastocados, celebro que haya gente que no esté dispuesta a matar o morir por una pelota que rueda y que entienda que el fútbol es fútbol, y que las fronteras son mentales.
Desde ayer por la noche que estás rondando en mi cabeza. La final del mundial hubiera sido un momento indicado para que me llamaras y me preguntaras si estoy contenta, porque nunca dejaste de tratarme como si fuera una nena. Me hubieras contado que estabas preparando el asado en tu casa para ver el fútbol con tus amigos.

Pero nada de eso pasa. No estás. Espero que, estés donde estés, disfrutes de este día.

sábado, 14 de junio de 2014

Maluco beleza

No pude evitar acordarme de esta canción estas últimas semanas. Cuando algo duro nos golpea cerca y mueve las estructuras, es cuando realmente sabemos quién está ahí para conseguir que el edificio no se derrumbe, es ahí cuando las máscaras caen y sabemos quién está de nuestro lado.

Lamentablemente, más allá de lo discursivo que se plantea a nivel social de no excluir, no podemos evitar hacerlo. Los problemas psicológicos y psiquiátricos generan ese espacio en que la palabra no alcanza, la palabra no expresa, la palabra no dice. Entonces, muchos prefieren callar, silenciar, dejar pasar.

Por suerte, hay personas en este mundo que no consideran que sea solo una cuestión administrativa un muerto, un "loco", un marginado, en fin, porque son marginados por nosotros mismos, dejados al borde, con la escoba, los empujamos hacia la canaleta para que se los lleven las aguas del olvido, aquí no ha pasado nada.

Por eso, como dice esta canción,
"Mientras vos
te esforzás por ser
un sujeto normal
y hacer todo igual
Yo, por mi parte,
aprendiendo a ser loco
un loco total
en la locura real".

jueves, 12 de junio de 2014

Noches mágicas

Mundial para mí fue el del 90. En él, se condensan muchas cosas. El 90 fue mi último año en Posadas, mi último año de jugar libre en la vereda con mis hermanos. En los entretiempos de los partidos, bajábamos a la calle o íbamos al patio de la casa a jugar a los penales porque ese fue el año que llegamos a la final gracias a penales atajados por el Goyco.

El Goyco. Ese mundial fue para mí EL mundial, quizás, porque la Yaya veía los partidos de la selección y repetía que, en nuestras filas, había dos vascos: el Goyco y Olarticoechea y nos explicaba, todos los partidos, que "echea" en su lengua quiere decir "casa".

El mundial del 90 fue EL mundial porque los tanos son apasionados hasta para hacer una canción, no hubo otra como la de ese mundial, maravillosa. Tan marivllosa como el video, en el cual aparecen repetidas imágenes de Diegote en el 86.

Maradona. El mundial del 90, quizás, sea para mí EL mundial por Maradona. Porque veía fascinada los partidos por verlo jugar. Esa fascinación solo me la generó Tevez años más tarde. Porque el Diego hace "el baile de la gambeta", porque al verlo era imposible amarlo... y odiarlo. Fue la única vez que aprendí la formación de un equipo de memoria.

Aunque no hayamos ganado, para mí fue EL mundial. En primer lugar, porque el del 86 no lo recuerdo. Y, aunque no hayamos ganado, llegamos a la final. Esa final en la que Maradona lloró y yo con él, porque me contagiaba su pasión. Porque, con mis cortos casi 9 años, cuando se sacó la medalla de subcampeón, estuve de acuerdo con lo que hacía. Porque fue mucho perdido aunque se hubiera llegado, fue mucha pasión.

Nadie que no haya visto jugar a Maradona entenderá nunca por qué lo quiero tanto a Diegote, y lo quiero solo (aunque creo que no es poco) por el mundial 90, los entretiempos con mis hermanos, mi Yaya, mi viejo puteando porque quería que ganara España (aunque creo que lo decía por joder), mi vieja rogando que España no avanzara para que no se cruzara con Argentina, mi vieja diciendo "aquí viví más tiempo, quién voy a querer que gane".

Pero no fue nuestro. Y tampoco nunca llegamos después a soñar con tanto.


domingo, 27 de abril de 2014

Después de mucho leer sobre la guerra civil, de ver pelis, de ver documentales, de preguntarle a mi mamá, de hablar con Bego, llegué a la conclusión de que esa obsesión mía, sin dudas, tiene que ver con que espero que, en algún momento, alguien me diga que fue mentira, que no es posible tanto dolor, tanta mentira, tanta masacre. Creo que estoy esperando que alguien me diga que puedo despertar de ese mal sueño, que alguien me diga que mis viejos no fueron producto de eso y que no sufrieron lo que sufrieron.

jueves, 24 de abril de 2014

Mamá no tenía internet

Creo que nací gracias a que mamá no tenía internet.

Cuando le armaron la cita a ciegas (vaya Dios a saber cómo le habían vendido al paquete), mi mamá acudió al bar en cuestión. La consigna de la vendedora fue "conozco a un gallego cabeza dura como vos". No se equivocó la santa señora, a la que le agradezco mi existencia en este mundo.

Mi mamá llegó a la cita sin haber revisado el perfil de papito en face: no vio fotos de sus parrandas en Avenida de Mayo con sus amigotes, no vio fotos de ellos borrachos parando patrulleros (esto es real), no lo vio a mi papá todo desprolijo con la ropa desacomodada...

Y llegó a la cita. Y lo vio. Y le pareció todo lo que le hubiera parecido si lo hubiera visto en face e hizo lo que hace Mariana, o sea yo, cuando alguien por face me tira los galgos y no quiero, huir. He aquí una persona que no se bancó lo que vio.

Un hombre decidido es ese señor que tiene que agradecer no haber tenido face porque, de lo contrario, la cita no hubiera existido porque ella no hubiera querido. Si ellos hubieran tenido face, mi viejo la hubiera perseguido como lo hizo. En cuanto la vio entrar en una farmacia (gran huidora mi vieja), él llamó desde un público a la celestina (porque mi viejo no tenía celu que le facilitara nada, pero tenía decisión y pelotas, dos cosas importantes que los hombres no suelen tener). Le preguntó si mi vieja iba vestida de determinada manera, se lo confirmaron y, cuando mamá salió de la farmacia, vio un señor que no tenía face, pero sí mucha decisión que le dijo "creo que usted y yo teníamos una cita".

Mi vieja no tuvo otra opción que aceptar y, desde ese momento, el señor que tenía decisión la hizo reír mucho, pero mucho. Creo que mi vieja quedó embarazada de una carcajada (no pensemos qué hacen papá y mamá, por favor). Y estuvieron juntos hasta que él la hizo llorar mucho, pero mucho. Y se amaron mucho más allá del tiempo que estuvieron casados, pero no pudieron manejar tanto amor.

Gracias mundo por haber, en algún momento, permitido que internet no existiera.

martes, 22 de abril de 2014

Sobre mi guerra interminable

Mañana, 23 de abril, es el día de la lengua debido al aniversario del fallecimiento de Cervantes. Qué mejor que hablar de un libro, de esos libros que te llenan el alma porque hablan de tu cultura, de tu historia, de tu memoria.

Almudena Grandes en sus episodios habla de mi historia porque, aunque yo sea argentina, hay cosas que nadie puede entenderme ni puede compartir conmigo si no pasó por algo similar. En verano, cuando fui al barnetegi de San Nicolás, llevé unas rosquillas de la receta de Inés porque dos amigos que habían leido el libro me habían pedido que hiciera. Cuando le comenté a Bego, me dijo "¿las que tienen anís? así las hacía mi tía". A los pocos días, en medio de una clase en que nos preguntaban por las cosas más raras que habíamos comido, ella dijo "mi mamá comió gato". La miré con sorpresa y dijo "mi papá también". Por las dudas, ella me aclaró que su mamá lo había hecho durante la guerra y yo dije que mi viejo también.

Pasaron un par de meses y fui a su casa. Abrió la alacena y me reconocí de nuevo. Me di cuenta de que ella entendería por qué siempre tengo comida suficiente como si fuera a pasar una guerra, precisamente. Sentí que ella entendería por qué me agarra un ataque si me falta aceite, aceite que mi mamá me había enseñado no solo a tener en cantidades, sino también a reutilizarlo (incluso, en las mejores épocas económicas de mi familia) porque el aceite hay que cuidarlo. Y, siempre, aclaraba lo que costaba comprarlo cuando ella era chica. Dejé de reutilizarlo recién cuando mi hermano el químico dijo que eso hace daño, y me di cuenta de que puedo comprar aceite sin endeudarme.

Con Bego, además del gato y de las alacenas, compartimos la noción de que dar de comer es una excelente forma de demostrar cariño (por eso acarreé en una valija rosquillas hasta San Nicolás), aunque no nos guste cocinar. Entendemos que cocinar es una forma, también, de canalizar angustias y de decirle a esa otra persona "estoy acá". Cuando tuvimos la charla del gudari de ella que se iba y al que le cocinaba mucho, le dije que tendría que leer Inés y la alegría, que se reconocería en Inés cocinando para todos, en Inés prometiéndole los cinco kilos de rosquillas al Comprendes para cuando entraran a Madrid.

Hace un par de días, le dije que también tiene que leer el de Manolita y me preguntó "¿estamos en ese?" porque, en definitiva, Almudena habla de nosotras y, automáticamente, le dije que estamos en todos, pero porque es parte de nuestra historia común. Después de decirle eso, me quedé pensando que no, que nadie cocina, aunque Manolita le da de comer a todos los que quiere, inevitablemente. Pasó un día y me dije "sí, estamos", estamos en los paquetes que ella lleva a la cárcel a los que ama aún sin tener ella para comer, estamos en la cola de Porlier reconociéndonos con una historia común de dolor (como Manolita y Rita) y riéndonos de nuestras costumbres de cocinar, de las alacenas, riéndonos como Rita y Manolita mientras esperan y mientras la madre de Rita se enoja de que se rían en ese lugar.

Creo que Almudena no podría haberle puesto mejor nombre a la serie. Esa guerra para muchos no terminó, se transmitió de muchas maneras, se transmitió a través de madres como la de Bego y la mía que nos enseñaron que siempre hay que compartir con el que menos tiene, aunque uno tenga poco, a lo Manolita (no me hace falta saber que la madre le transmitió eso a Bego, lo veo en ella y en su hermano). Porque, como me dijo una vez mi mamá cuando cocinó el día que nevó en Buenos Aires hace unos años, "esa gente necesita ahora, ese muchacho podría ser mi hijo". Sin quererlo, me dijo a mí lo mismo que su abuela le había dicho a un muchacho barbudo y delgado que un día, terminada la guerra, le golpeó la puerta pidiéndole un plato de comida, que venía de la guerra. Ella lo invitó a pasar y le dijo que sí (y eso que no tenían nada de nada) porque si su hijo tocara en alguna puerta ella querría que le dieran de comer. Fue ahí cuando ese muchacho, mi abuelo, le dijo "¿tan cambiado estoy madre que no me reconoces?". Y así funciona, dar amor por medio de la comida como Inés (que es regalar vida, qué mejor regalo), dar aunque uno no tenga a lo Manolita (cuando Jesús reparte panes y peces no hace milagros, da lo poco que tiene) y darlo a cualquiera porque uno en los seres que ama, ama al mundo por completo.

No. Esa guerra no se terminó, y no creo que se termine en mucho tiempo porque muchos no permitiremos olvidar.

domingo, 20 de abril de 2014

"Ir a misa no era de hombres". Eso leí en Las tres bodas de Manolita de Almudena Grandes. Fue instatánea la aparición de imágenes en mi cabeza: mi papá con su ambo celeste dejándonos en la puerta de la iglesia, mi papá al fondo en todas las fotos de mi bautismo, mi papá no yendo nunca a misa y, al mismo tiempo, no soportar que se hablara mal de Dios.

Y es que la cultura la llevamos en las venas, corre por dentro. Él no iba a misa, no iba a la iglesia, no creo que rezara, pero siempre, siempre, los domingos de Pascua, las navidades y las fechas patrias me llamaba para desearme feliz día.

Este es el segundo año en que mi viejo no me saluda, en que no me desea felices pascuas. Fue hoy al despertar que tuve la certeza de que nunca más, por mucho que quisiera, volvería a verlo, que nunca más comería con él y que nunca más podremos decirnos que nos queremos con esa forma tan tosca que teníamos (yo tengo) de querer.

sábado, 8 de marzo de 2014

Soy mujer y no me gusta el maltrato, de ningún tipo.

No me gusta que mis hermanos puedan caminar solos por la ciudad antes que yo, aunque tengamos la misma edad. Ni que reciban más caramelos a la hora del postre.

No me gusta que mis hermanos tengan mensualidad porque son hombres y yo no.

No me gusta que las tareas de la casa se repartan en forma desigual.

No me gusta ser tratada como una inferior intelectual solo por mi género.

No me gusta cobrar menos que un varón por el mismo trabajo.

No me gusta que le den el trabajo a un varón con las mismas capacidades que yo solo porque, aunque él sea padre y yo madre, yo cuido de mis hijos.

No me gusta que me invadan en la calle por mi forma de vestir.

No me gusta ser "solterona" por tener más de 30 y no haberme casado, y que un hombre de mi edad sea un "solterón empedernido", un ganador.

No me gusta que me avasallen porque soy mujer y que me traten bien si voy acompañada por un hombre a hacer un reclamo.

No me gusta que me dejes con el hijo que tuvimos a nuestra suerte.

No me gusta tener que hacerme cargo de un hogar sola.

No me gusta que me uses sentimentalmente, ya sea porque querés que alguien trabaje por vos o porque fuiste herido por otra mujer que te dejó y necesitás trasladarle el dolor a otro. No me gusta que me uses para subir tu autoestima bajándome la mía. No soy tu muñeca, si tenés un dolor, no maltrates, tratate.

No me gusta que jueguen comigo si yo no sé cuáles son las reglas del juego, si no sé que puedo perder y que puedo ganar. No quiero ser una ficha que manejás en tu tablero a tu antojo. No me gusta ser la actriz que entra en tu reparto cuando vos lo decidís. No soy descartable.

No me gusta ser tu consuelo, no soy un pañuelo.

No me gusta ser violentada, de ninguna manera, ni física ni psíquicamente.

No me gusta que callen quienes saben que fui violentada.

No me gusta que a mí me falte una poronga, que digan que soy una malco o lo que fuera cuando estoy hinchada las pelotas, y que un hombre hinchado las pelotas sea solo eso, un hombre hinchado las pelotas.

No me gusta tener que gritar para hacerme oír. No me gusta que si grito porque nadie me escucha yo sea la loca.

No me gusta que me engañen y desengañen, y luego ser yo la loquita que imaginó cosas.

No me gusta que me mientan.

No me gusta que me traicionen.

No me gusta que me dejen de hablar sin saber por qué fue.

No me gusta tener que hacerme cargo yo sola de mis parientes enfermos.

No me gusta que me humillen.

No me gusta que me griten.

No me gusta que me insulten.

No me gusta nada de esto y muchas cosas más.

Seas mi padre, mi hermano, mi amante, mi marido, mi hijo, mi compañero de trabajo, mi novio...

Seas mi madre, mi hermana, mi amante, mi mujer, mi hija, mi compañera de trabajo, mi novia...

Seas hombre o mujer, no me gusta que me maltraten. La violencia contra la mujer la hacemos entre todos. Pongámosle un freno, también, entre todos.

miércoles, 15 de enero de 2014

Gestos que hacen que el mundo valga la pena

En el mundo, hay gente buena. Hoy, se acercó a Galán un perrito que sé que vive en el ombú del Congreso con una gente. Lo que me llamó la atención es que el perro tenía una chapita con un teléfono. Supuse, entonces, que el perrito se había perdido y que lo habían adoptado ahí. Recordé a ese mismo pichicho que, una vez, se me había acercado desesperado (en invierno, creo) por la zona del edificio del Congreso. Así que memoricé el número, llegué a casa y dejé un mensaje en el contestador. Era obvio que la gente del ombú no tenía un teléfono de línea, lo que me hacía corroborar mi hipótesis.

Recién, me devolvió la llamada un señor. Me dijo que el número sí era de él, pero que el perro es del cartonero que vive ahí, que él le hizo una chapita con el número porque una vez se había perdido para poder ubicárselo al señor. Incluso, me dijo que en la chapita dice "ombú, congreso" y el nombre del perrito, que se llama "Cartonero". Efectivamente, el dueño no tiene teléfono de línea, pero un tipo de buen corazón, sí lo tiene. Le pedí disculpas porque no pude leer el otro lado de la chapa porque estaba con Galán.

Así que, la idea es ponerles chapitas a los perros y, si podés, prestarle tu número a alguien que vive en la calle con su perro y que, también, se siente triste si pierde a su mascota.