Ensonnacionesmarianas es un blog abierto a la reflexión propia y ajena sobre cualquier tema sobre el que deseemos pensar. El ensueño tiene que ver con la idea antigua del sueño como camino al conocimiento (por ejemplo, El primero sueño de Sor Juana).

F(h) Consultora en PYMES y ONGs

sábado, 30 de julio de 2016

Arde Buenos Aires

Tristeza infinita. Por varias cosas, especialmente, por mí. Sin embargo, no puedo dejar de ver lo que sucede alrededor, aunque esta semana más que nunca quisiera poder abstraerme y solo hacer comunión con mi alma.

Estando en Mendoza, elogié la limpieza. Es algo que hago frecuentemente cuando voy a otros lugares porque, evidentemente, la ciudad en la que vivo (¿mi ciudad? ¿Buenos Aires llegará algún día a ser mi ciudad? ¿algún día dejaré de sentir que estoy de paso?) no lo es. Debo confesar que me miraron un poco raro porque, en algún lugar, había un vasito en el piso (¡un vasito!).

Cuando yo era chica, pensaba que Posadas vivía sucia. Era una sensación, Posadas no era sucia era natural. Recuerdo que era imposible limpiar los muebles porque se llenaba todo muy rápido de tierra y, en la calle, sucedía lo mismo. La tierra roja está presente, la naturaleza no se deja dominar del todo. Sin embargo, era una ciudad limpia.

Las ciudades hablan de sus habitantes. A veces, me avergüenza que Buenos Aires hable de mí. Con solo sacar a pasear a Galán, lo que veo todas las mañanas son veredas rotas, mugre y más mugre y más mugre, deposiciones de perros cuyos dueños no levantan, pis de perro marcando las paredes o lo que venga (porque los dueños los dejan), pis de humanos (trasnochados y no), botellas rotas (a veces, hay que sortearlas para que el perro no se corte), basura desparramada, cosas flotando en el agua de la fuente, y podría seguir.

No es tanto la mugre lo que me inquieta, sino que, así como somos abandonados con el mobiliario, lo somos con la gente que habita en ella. Cada vez, hay más gente viviendo en la calle, gente que depende de la buena voluntad de otros para comer. Podría enumerar a gente a la que observo constantemente y lo hago porque, si un día no están en su lugar habitual, no voy a pensar que están mejor sino que les pasó algo. Y es muy triste escuchar cosas como "ojalá que enrejen la plaza porque se te instalan", "de noche no saco a pasear al perro porque los que están ahí te roban" y, como fue desde siempre, el pobre es el delincuente (basta leer el Lazarillo de Tormes). Porque se olvidan de que son seres humanos que sienten, piensan, sufren, aman, lloran, ríen, comen igual que el resto.

Y duele. Buenos Aires es una ciudad que duele cada vez más. Así como las casas son el reflejo de nuestro interior (el mío, claramente, como dice la compañera Belén es barroco, pero no soy tan enquilombada como mi casa), las ciudades lo son de nosotros. ¿Podría alguien que vive en el medio de la mierda y el abandono tener buena energía para relacionarse con los demás? Entonces, ahí, tenemos la explicación de los bocinazos, las respuestas de mierda, la gente de mierda la violencia, este arde Buenos Aires...

¿Qué te hemos hecho Buenos Aires para que tus aires se transformen? ¿Cuándo te robamos el alma?

Como ya dije, debe de ser eso que decía Macunaíma, para entrar a las grandes ciudades hay que dejar la conciencia en la Ilha de Marapatá. No sé si es posible seguir persiguiendo acá la muiraquitã.

miércoles, 27 de julio de 2016

Mendoza - Ir y quedarse y con quedar partirse

Macunaíma al entrar en San Pablo deja su conciencia colgada en la Isla de Marapatá. Evidentemente, esas cosas que uno no necesita en las grandes ciudades. Ni eso ni el alma. Es por eso que al ir a lugares pequeños uno necesita recuperarlos.

Siempre sostuve que uno el ritmo interior y la temperatura interna las aprende de chico. No me importa que me digan que mi acento es de porteña o que soy porteña, sé lo que soy. Mi padre me enseñó a no olvidarlo. La memoria es un ejercicio constante, como el amor y la morriña gallega, incluso, ayuda a engrandecer lugares. Posadas me dio la vida, los juegos en la vereda, mi ritmo interior y mi temperatura.

Cuando viajo a lugares más pequeños, suelo recuperar estas dos últimas cosas. Llevo desde el domingo intentando entrar en la velocidad porteña, en sus horarios y en su ansiedad. En cambio, consigo andar muy despacio, sin prisas. La temperatura es algo que no pierdo nunca, la pasé mal con el frío mendocino como lo paso mal con el porteño. Uno se da cuenta de que tiene huesos. Eso para alguien que usó campera por primera vez a los 7 u 8 años es exceso.

Mendoza no es el lugar más hermoso del mundo. Sin dudas, no lo es. No se ofendan mendocinos, Posadas es quizás menos linda ciudad aún. Sin embargo, tiene un algo y es que no pude evitar pensar en Posadas, por sus calles, por sus horarios; aunque no se parezcan en casi nada.

Si tuviera que recomendar un lugar para viajar, podría enumerar otros varios antes de esta ciudad. No es un lugar al que le pueda adjudicar un color, un aroma ni una música. Por ejemplo, si tuviera que hacer eso con Misiones diría rojo y verde, el aire huele distinto, la música del Chango. Sin embargo, tiene dos o tres lugares que valen la pena (conocí poco, debe de haber muchos más): la plaza Independencia que tiene un monumento precioso (me venía "Carito" de Gieco a la cabeza) y el Cerro de la Gloria. Y una cosa que habla super bien de sus habitantes: los perros callejeros son felices, la gente les da comida y amor (y la limpieza, sin dudas). Pocas cosas embellecen tanto a una ciudad como el cuidado que se tiene por lo propio. Y algo que me fascinó es esa presencia sanmartiniana por todos lados, para mí, que soy casi su fan, no es poco.

También, tiene esas cosas que la hacen única y, quizás, esas son las cosas más bellas de un lugar. Los semáforos que no se entienden y las acequias. Agradecí que mis viejos no hayan ido nunca a vivir a Mendoza porque, con los genes torpes que circulan en mi familia, hubiéramos terminado lisiados todos en forma muy temprana. Entendí, además, los tiempos que maneja mi médico y, ahora, trataré de enojarme menos con él (aunque me resulta imposible enojarme porque le tengo mucho cariño).

De Mendoza, quizás, me llevo algo mejor. Haber consolidado una amistad. No fue gracias a los motivos más agradables de universo, pero descubrí que, en ocasiones, reírse con amigos es lo único que sana heridas (y si no las sana, por lo menos, pasás un buen rato).

Si bien ir fue un sueño cumplido, creo que desde enero estaba con ganas de ir, no sé si repetiría. Preferiría ir a Córdoba en la próxima ocasión (alguien me habló hoy de Córdoba y no la puedo olvidar). Quizás, no es raro que durante mi estadía en Mendoza haya danzado por mi cabeza la canción "no es lo mismo Córdoba sin ti" a repetición.

No es el lugar más bello del mundo, sin dudas. Sin embargo, no pude evitar llorar al irme, como me sucede cada vez que me voy de un lugar. Eso, por un lado, sé que es deformación gallega del desarraigo, del no poder soltar los lugares, de sufrir con lo lugares que dejamos, de amar una tierra por sobre todas las demás y amarlas a todas por igual, de "Ir y quedarse y con quedar partirse"; pero, también, debe de ser la forma de volver a dejar la conciencia y el alma fuera, lejos de una ciudad que ignora qué son esas cosas, de una ciudad que no necesita lágrimas, abrazos, sueños, ni alma.

Hasta el próximo viaje, en el que necesite vestir mis sentimientos nuevos.

jueves, 14 de julio de 2016

Hay alguien que debe de estar aprendiendo nociones de república y de democracia (como de aumentos de tarifas, ya dijeron que están aprendiendo). Porque si de algo nos valió la independencia, que nuestros próceres pelearan por ella, es tener esto que tenemos hoy y poder elegir a alguien en octubre y, siete meses después de asumido, hacerle una protesta.

Hoy, sí creo que hay mucha gente con angustia y con miedo por no poder pagar los impuestos y pasar frío, por no poder llevar un plato de comida a la mesa, por no poder vestirse, etc. Sin embargo, querido presidente, esa gente con su angustia sale a la calle. Usted, querido presidente, estará lamentándose en este momento de que no le podamos decir "querido rey".

En este momento, sí puedo decir "Feliz bicentenario de la independencia".