Ensonnacionesmarianas es un blog abierto a la reflexión propia y ajena sobre cualquier tema sobre el que deseemos pensar. El ensueño tiene que ver con la idea antigua del sueño como camino al conocimiento (por ejemplo, El primero sueño de Sor Juana).

F(h) Consultora en PYMES y ONGs

jueves, 30 de diciembre de 2010

La relatividad, en su mirada

¿Se acuerdan de la publicidad en que un hijo decía que el padre le había explicado la teoría de la relatividad con una mirada?

Las miradas tienen un lenguaje propio, pero no todo el mundo es capaz de descubrirlo. Siempre le recomiendo a la gente tener mascotas, por los más diversos motivos. Por ejemplo, una persona que vive sola, si tiene mascota/s, jamás vive sola. Siempre hay una presencia en la casa, alguien que deja sus marcas, sus olores, su huella en un almohadón una vez que se levanta de dormir. Pero no es solo eso, nos enseñan unas cuantas cosas.

No puedo no sentirme querida con mis dos pichones, mi gato y mi perra. Estando en casa, aunque no haya ningún humano cerca, converso con ellos, me río (me hacen reír mucho), me enojo, me muero de ternura. Cada uno tiene una forma especial de ser. Por algo dicen que a los enfermos los ayuda tener un animal. Una vez, vi un documental en que un enfermo de SIDA decía que lo primero que le dijeron fue que entregara a su gato porque lo iba a perjudicar en su salud. El señor lo hizo y sus defensas comenzaron a bajar. Cuando recuperó a su gato, se estabilizó completamente y los mismos médicos le dijeron que era preferible que estuviera acompañado por su gato.

En mi caso, puedo decir que mi gato me mata de amor cuando él solito va a tapar con los diarios el pis de Cuqui. Que me enfurece cuando tira todo y que me río mucho cuando me deshace toda la cama.

Pero todo esto que empecé a escribir pretendía ser un homenaje a Cuqui, a quien considero mi hermana prácticamente. Llevamos 14 años juntas y nos conocemos cada vez más. No solo yo a ella sino ella a mí también. Aunque no me crea mucha gente, llegamos a una comprensión con las miradas tremenda, creo que más de una vez me explicó la teoría de la relatividad. Si hace pis, se sienta al lado y espera a que la mire a los ojos y me lo dice. Si tiene sueño y no quiere hacer algo, me lo dice. Si pasa algo con el gato, viene y me lo dice a los gritos (lo mismo hacía con el Pucho, el gato anterior, cada vez que tenía un ataque de asma venía Cuqui a gritarme y yo ya sabía que tenía que medicarlo). Si me siento mal, está cerca cuidándome. Si me ve llorar, viene a lamerme y me mira con tristeza. Si quiere mimo, se pone en dos patitas y me mira con dulzura. Si no quiere algo, me mira de reojo.

Pero el otro día, terminé de descubrir que a ella le pasan cosas similares conmigo. Cuando hay una comida en la mesa que le gusta mucho, me mira con cara de "te doy lástima". No sé cómo, pero cuando decido compartir algo con ella (cosa que no es frecuente), ella se da cuenta, lo percibe y se sienta derechita, me mira con ilusión y se pone contenta a esperar la recompensa. Sabe, también, que cuando tomo mi vaso de jugo es porque terminé de comer y me levanto de la mesa. Sabe que si me cuelgo la cartera es porque por un rato no vuelvo y se echa triste en un rincón. Sabe cuando llegamos a la puerta del edificio de mi mamá que va a verla y corre desesperadamente como si fuera solo un cachorrito. Siempre supo, desde sus dos mesitos de vida, que si había un bolso armado alguien se iba y se echa a dormir sobre el bolso o la valija muy triste, como queriendo retenerlo a uno. Porque odiando a los niños, cuando está mi sobrina, no se acerca a ella y lo mira a Leo, a quien quiere mucho, con muchos celos, tratando de entender qué fue lo que pasó.

Mi gato, también, habla. Cada vez más, pero él habla. Acostumbra a quejarse mucho cuando lo peino o lo baño, pero con un lamento muy lastimero cual gato de Shrek llorando. Habla y mucho. Es un gran personaje León.

Pero no me quiero extender en él, no porque no importe, sino porque esto es un homenaje para la que lleva 14 años conmigo, mi amiga, mi hermana, muchas veces, mi madre (le gusta retarme) y todo el tiempo mi perra. Porque sé que pronto se irá (pronto pueden ser meses o añitos a su edad) y la voy a extrañar mucho. Porque, como dice un libro de Saramago que no vale mucho la pena, la muerte al sentir el calor del perro en su regazo pensó que esos seres no deberían morir nunca.

Porque sé que algún día me faltará esa carita que se voltea a mirarme como ahora, mientras escribo esto, para decirme que sigue a mi lado, aunque en esta habitación haga mucho calor.
Los animales pueden enseñarnos más de la vida de lo que pensamos. Creo que ella me enseñó a poder leer las miradas de la gente y a entenderlas por sus movimientos y actitudes, dejando de lado las palabras. Gracias, Cuqui, por haberme sabido entrenar.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Coronados de gloria vivamos o juremos con gloria morir

A esta altura del año, con Charly García de fondo cantando el Himno, me viene a la cabeza una imagen como una fotografía, que sube hacia ella como si subiera desde las entrañas.

Estoy parada frente a una ventana que da al cruce de las calles Solís y Alsina, mi antigua morada, vestida de negro. Realmente, no recuerdo si exactamente estaba vestida de negro, lo cierto es que me veo en el recuerdo de espaldas asomada en la ventana y eso tampoco es posible. Y tengo tan solo 20 años que, aunque es un dato real, a la distancia me parece increíble haberlos tenido.
Cae la tarde de a poco por lo que la luz se va tornando amarillenta, un cálido día de verano (aunque las mangas de mi atuendo negro desmientan el calor que hacía), la gente movilizada en las calles, un torbellino de personas se mueven de un lado hacia el otro, corren, huyen de las balas que vienen desde la Plaza de Mayo.

Y, en ese instante en que me asomo, lo hago para oír mejor y ver desde dónde viene el Himno de Charly a todo volumen. Viene de un coche estacionado sobre Solís en la vereda de enfrente. Y sube como un rugido, como un clamor, como un Himno de guerra. Y sé, en ese instante, que esa imagen quedará nítida en mi recuerdo para siempre, porque parece la música de fondo perfecta para un día épico, como si fuera una película lo que estoy viendo y viviendo, el comienzo de algo o su fin, quién sabe.
Y de negro seguiré vestida, a lo mejor, debido al luto de esas horas y de mangas largas, quizás, debido al frío de la muerte que acechaba bajo una gorra nuevamente. De espaldas, siempre de espaldas, viéndome a lo lejos a mí misma, a esa chica de 20 años que empezaba a comprender las cosas.

domingo, 5 de diciembre de 2010

My name is Pitufo Gruñón

Hoy, pienso escribir sobre las actitudes que me molestan profundamente en la gente, es decir, aquellas que me impiden una amistad, relación laboral, vecinal o cualquiero tipo de contacto entre una persona y yo.

La avaricia me pone de los pelos, la gente miserable que cuenta hasta el último centavo y regatea cuando no lo necesita. Los que se aprovechan de que uno no es miserable con los demás (aunque lo sea con uno mismo) para vivirte y, encima, te vengan con reclamos y digan cosas como "eso no tengo ganas de comer, prefiero esto otro". Digamos, si alguien con todo cariño y/o voluntad prepara una comida para compartir, no pusiste un centavo, no podés además ponerte en exquisito y pedir otra cosa que, también, pagará la persona que había cocinado.

Detesto que, en mi casa, me critiquen el orden de mis cosas, la decoración infantil, me digan que no sé criar a mis mascotas, que no los peino, que no los baño, que los dejo hacer cualquier cosa, que lavo mal los platos. Y, encima, que me dejen un reguero de cosas tiradas por todos lados para que la idiota que hace mal las cosas en su casa (según el juicio de alguien que no habita en este recinto, es decir, no tiene por qué imponer leyes) termine levantando y ordenando el despelote que hace la persona que critica. Encima, que me usen mi computadora y se quejen de que es lenta, que me compre otra, etc. Por si estás desprevenido y alguna vez entrás en mi casa, debés conocer unas reglas de oro: 1. los animales son los dueños del lugar, si el gato está en la mesa, será que yo se lo permito ¿no?, 2. a mis animales, nadie les pone un dedo encima ni los reta, son mis animales, ¿capito?, 3. de mi familia, nadie dice nada malo ni los juzga ni los critica ni conociéndoles y menos sin conocerlos, 4. en esta casa, amamos a Antonio Banderas.

La gente pedante me cae gordísima. No aguanto empezar una conversación con alguien y que se despache con su curriculum vitae como si yo fuera la encargada de personal de una empresa y fuera a contratarlo. Como dijo una vez un compañero que tuve en portugués cuando le preguntaron "¿y vos qué sos?", el dijo "soy Marcelo, gracias". Cuando hablo con una persona, no hablo ni con el Licenciado, ni con el Doctor, ni nada.

Relacionado con la pedantería de la gente, me molesta en lo más profundo de mis entrañas la gente que se considera inteligente y te lo hace saber. Porque la gente que se cree inteligente siempre SIEMPRE te hace saber que sos menos, te mira de arriba, te juzga, te analiza cual rata de laboratorio para decirte que tu modo de vivir es erróneo, que no hacés otra cosa que equivocarte en la vida, no como él o ella que es inteligente y triunfador, tiene su casa pulcra, sin animales molestando, sin desorden, tiene una biblioteca repleta de cosas que leyó o dice haber leído y son como nuevos Sarmientos que dicen que son capaces de aprender francés en una noche. Pido, por favor, humildad, reconozcamos nuestras limitaciones. Y, si alguien es tan inteligente como el nene de 12 años que está por entrar a la facultad a seguir dos carreras, que sea cauto, perfil bajo, es mejor que esas cosas las descubra otro.
La risa falsa y el elogio vano. No me gusta que ante comentarios no graciosos o poco graciosos que hago la gente simule reírse. Como tampoco que me elogien por el hecho de dorarme la píldora como si fuera idiota, un ratoncito al que lo agarra la trampera por ir a buscar su quesito. Cuando digo idioteces, me la banco. Cuando digo cosas medianamente serias, lo asumo. No pretendo que se rían ante cada cosa que me causa risa porque el humor de todos es distinto y porque la risa falsa es notoria. Si digo algo que suena extraño o que muestra un pensamiento un tanto raro de mi parte, no quiero que lo compartan, ni que me digan que soy inteligente o especial por haberlo dicho. Hay gente que justifica mis rarezas con que estudié Letras y mis rarezas empiezan siendo, cuando me quieren dorar la píldora, excentricidades que, con el paso del tiempo, terminan siendo lo que son: pelotudeces que me muestran como una pelotuda.
La falta de galantería es desagradable. Ojo, lo digo también por las mujeres. Si un hombre no se ofrece a acompañarte hasta la puerta de tu casa, no es caballero, tenga uno con él la relación que tenga (hermano, padre, compañero, etc.). Lo mismo que si no te deja pasar primero por la puerta. Por este motivo, en general, suelo abrirme la puerta antes de que cualquier (no)caballero la abra y paso primera, no le doy tiempo a groserías, le demuestro que en mi mundo soy yo la que debe pasar delante de un hombre (aunque con esto resulte grosera). Con la excepción de ancianos y niños, a quienes siempre les cedo el paso, y quienes suelen ser más caballeros que el resto y te dejan pasar antes. Pero, como decía al principio, creo que entre las mujeres tiene que haber un poco de esto también. Si estamos entre mujeres, las gentilezas de dejar pasar primero a la otra o de acompañar a la otra, es un gesto de camaradería no debería faltar. Reconozco que no siempre soy muy gentil con mis congéneres y reconozco, también, que las damas suelen ser mucho más galantes que los caballeros.
No me gusta que me impongan cosas. Si dije una vez que no a algo, no me insistan porque agrava la situación, me empaco mucho más. La insistencia ajena ante mis negativas me pone nerviosa porque sé perfectamente qué cosas quiero y cuáles no.
Tampoco soporto que me estén dando órdenes. "Andá y hacé tal cosa". Cuando me dicen eso, pienso "mové el culo vos" o, si es alguien que realmente es laburador, me quedo en el molde, hasta que me lo dicen mil veces en ese tono de mierda, lo hago a desgana y pienso "¿no me lo podrá pedir por favor?". Dentro de esta categoría, debo reconocer que nada me molesta más que que me digan "ya que no estás haciendo nada..." o "ya que estás...". Ya que no estoy haciendo nada qué, qué mierda venís a interrumpir mi dolce farniente, quién sos para juzgar o decidir que debo dejar de hacer algo. ¿Es mucho pedir que alguien pida las cosas por favor, diga perdón y gracias?
Por último, al menos hasta el momento, nada soporto menos que una crítica a mi familia, cualquier integrante que sea, por más que yo pueda pensar lo mismo, sea lo dicho en serio o en broma. No acepto que nadie se meta con nadie de mi sangre y, tampoco, con mis mascotas. Mi familia es sagrada. Si abrís la boca de más, te puede costar el silencio.
Sé que me molestan muchas más cosas porque soy Pitufo Gruñón. Cuando mi neurona reaccione al estímulo de un café y recuerde más, seguiré anotando todo en este boletín.