Ensonnacionesmarianas es un blog abierto a la reflexión propia y ajena sobre cualquier tema sobre el que deseemos pensar. El ensueño tiene que ver con la idea antigua del sueño como camino al conocimiento (por ejemplo, El primero sueño de Sor Juana).

F(h) Consultora en PYMES y ONGs

domingo, 30 de septiembre de 2012

El gen de la tragedia

El martes, llamé a mi mamá como habitualmente y no atendió. Me bañé, saqué a pasear al perro y, cuando volvía a casa, llamado perdido al celular por parte de ella. Me dije que la llamaría después porque quería ir a la peluquería antes de que se llenara.

Cuando vuelvo a casa, llamado:

- Hola, ¿estás bien? ¿pasó algo?

- No, nada.

Acto continuo le expliqué la situación.

- ¡Qué alivio! Qué suerte, no pasó nada (se escucha que le dice a Miguel, a quien le debe de haber taladrado el marote).

- ¿Qué iba a pasar?

- Es que como siempre llamas y hoy no lo hiciste.

- Lo hice, te dije que lo hice.

- Es que el teléfono no me marcó nada y pensé que te habría pasado algo.

Hace un rato volvió a sonar el teléfono y, como interrumpió mi sueño, estaba con mi mejor voz de Adriana Varela. Aclaro que ayer no pudimos hablar y no me preocupó porque sabía que se iba de viaje a Galicia.

- Hola, ¿te desperté?

- Sí, pero no importa (mentira).

- Perdón, perdón, ¿estás muy resfriada?

- Más o menos, como siempre.

- ¿Pero pasó algo que hablas así? Además, ayer, llamé antes de salir y dejé un mensaje en el contestador, y me pareció raro que no estuvieras.

- No pasó nada, ¿vos no estabas de viaje?

- Sí, sí, ayer salimos, ahora, estoy en Santiago a punto de volver, después te llamo.

- Dale.

Por qué siempre pensar que me pasó algo trágico.

jueves, 27 de septiembre de 2012

26

Desde que papá murió, los jueves son diferentes, son más míos, son los días más propicios para que las cosas me salgan bien. La gente me sonríe, aunque parezca exagerado, y siento la tranquilidad infinita que me dan esos días ahora.

Es como si él volviera, porque siempre vuelve esos días cuando me despierto. Se instala en mi cabeza, en mi recuerdo, se queda.

Al principio, uno cuenta los días a medida que se pregunta por qué. Con el correr de los días, pensamos en la cantidad de semanas hasta que estas se hacen meses. Cada día 10, pienso si al empezar a contar los años lo iré olvidando de a poco o si seguirá estando ahí. Y me da miedo perderlo, convertirlo en una ilusión, prefiero que siga siendo la negra sombra que en todo se aparece, que viene cargando de recuerdos los jueves, de luz, de bienestar, de soledad y de paz.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

25

Ayer, soñé con papá. Estaba allí dándome unas indicaciones. En el sueño, estaba muerto, claro. Y me miró con la mirada más llena de amor con la que me miraron en la vida, que fue la misma mirada con que se dirigió a mi la última vez, aquella en que le prometí que regresaría a verlo.

Es una promesa que no cumplí, fui cobarde, lo sé. Y tampoco fui a verlo ni a despedirme el día de su entierro. Jamás podría ir a ver inerte a quien para mí era inmortal. Creo que jamás me cuestioné la finitud de mi mamá, tal vez, por tenerla tan cercana en muchas actitudes. Pero de mi papá era impensable que se muriera, al menos, tan pronto. Y, aunque cinco meses antes sabía que esto sucedería, aún hoy, casi cinco meses después de su muerte no consigo creerlo del todo.

Vino en el sueño para decirme qué hacer en una situación en que debía proteger a otra persona. Sé que, de algún modo, él sabía o sabe que puedo cuidar de otros y sé que ahora no necesito de nadie porque a su modo está cuidándome las espaldas. Si alguien se achica ante mí, no puede mirarme a la cara, no puede dirigirme la palabra o se acobarda sin más, sé que en realidad rehuyen de la mirada de él, sé que le tienen miedo a la voz grave que en algún lugar los maldice en gallego por estar metiéndose con su nenita.

Marcos me dijo que me iba a cuidar hasta el día en que él se muriera. Marcos es promesas fáciles. Papá siempre fue corto de palabras que demostraran afecto, jamás me dijo que me cuidaría y, sin embargo, sé que su límite para hacerlo no fue la vida. Sé que algunos, más tarde o más temprano, vendrán desandando sus pasos, pisando sus negras sombras a pedir perdón. Lo que esos algunos no saben es que yo podré proceder como si nada hubiera pasado, pero que no olvido ni perdono.

24

Pensaba que no me lo cruzaría, pero allí apareció. Di un salto, pensé en un primer instante que era el temor que se apoderaba de mí nuevamente, pero no. Lo vi más pequeño que nunca, más pobre que antes, creyéndose el cuento de hadas eterno que se cuenta a sí mismo y que parece nunca acabar.

Fue gratificante no sentir más angustia en el pecho. Supongo que él seguirá pensando que estoy enojada, que vivo muriendo por él. Las cosas que él, ridiculamente, siempre pensó. No sabe que terminó de consumar su muerte, su suicidio lento, por actos como si de una obra teatral se tratara hasta terminar haciendo mutis por el foto. Porque es tan cobarde Marcos que ni siquiera podría representar su propia muerte hasta que el telón cerrara, se levantaría y saldría corriendo para ver si sigue siendo útil en otra representación.

Marcos tiene un alma pobre, poco evolucionada. Pequeñita.

Estuve por huir, hacer que otro le entregara unos papeles que debía darle y me dije que si el traidor había sido él, quien debe bajar la mirada no soy yo. Marcos no puede mirarme a los ojos. Marcos no tiene más palabras para decirme.

Y no es el único. La gente miserable que tira la piedra y esconde la mano, la gente que ríe copando lugares mostrando su majestuosidad mientras trabaja en las sombras, no puede sostener nunca la mirada, no puede ser de sí mismo más que una negra sombra.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Sos tan fashion

Desde hace un tiempo, hay una moda oculta, una tendencia a ser moderno que es ser un revolucionario aburguesado. El clase medio mierda que cree que es de izquierda o que es revolucionario porque repite sin cesar determinados pensamientos, pero que a la hora de actuar prefiere viajes y placeres mundanos en lugar de ocuparse de la realidad, de esa misma realidad que dice que hay que cambiar.

Pero no, no son capaces porque viven en un discurso vacío, viven en su propia caverna mental. Se compran sus remereas de Mc Guevara's o Che Donald's, como dice Kevin, y creen que son tan capaces de ponerle el pecho a la revolución como él. A sus remeras, se suman las del EZLN, las letras de Silvio o de Ismael, etc.

Estos neo fashion terminan banalizando lo mismo que dicen creer porque usar la remera del Che cual slogan y terminar comiendo en restaurantes de moda, pensar en sus viajecitos y en todos sus placeres pequeño burgueses los convierten en eso, en algo de lo que pocas personas hoy pueden escapar.

Estaría bueno que, en lugar de predicar tanto, se dedicaran a actuar. Menos Hamlet y más Macbeth. Sería óptimo que atendieran eficazmente las realidades urgentes de las que cotidianamente pueden ocuparse en lugar de llenarse la boca de palabras que nunca pueden llevar a la acción.

Los neo fashion boicotean el pensamiento que dicen seguir, arruinar al que de verdad piensa y actúa acorde dentro de las propias limitaciones que cada uno puede tener. Sería muy conveniente que el neo fashion aceptara que es un pecho frío de centro al que le conviene la vida tal cual es y no la revolución, esa revolución de la que huirían si en ella tuvieran que pelear.

23

Cuando uno ama a alguien opresivo, tiene ganas de comprenderlo, de justificarlo, de decir que es buena gente. Por lo general, cuando uno pierde un amor que era saludable, puede tener la sensación de estar desorbitado, medio perdido.

Sin embargo, cuando lo que perdés en realidad es una ganancia, sentís que volvés a encontrarte, volvés a ser vos mismo, volvés a respirar hinchándote los pulmones de oxígeno puro. La libertad regresa.

Marcos nunca comprenderá hasta que punto él tenía razón cuando me dijo que no era el hombre indicado para mí. Creo que no puede dimensionar cómo me abrió los ojos y me mostró la verdad. Creo que es el único acto que debo reconocerle como cuasi heróico, el haber podido decirme no soy buena gente para vos.

Tenía tanta razón que comencé a dejar de justificar lo que ni él mismo puede justificar, dejé de someterme a sus manipulaciones, agresiones y malostratos generales.

No quiero ser su caperucita y, la verdad, ese hombre al que veía muy grande y muy valioso, cada vez se encoje más y muestra a tal punto sus miserias que no sabe lo minúsculo que se va volviendo.

No se puede querer a alguien que consigue que dejemos de hacer lo propio con nosotros mismos, al que nos quita la libertad sin siquiera estar a nuestro lado. Él me limitó y sé que yo lo permití. Pero salí de mi jaulita, estoy tratando de liberarme de mis miedos y de decirle basta de una buena vez.

Marcos no se merece tantas palabras de mi parte como viene recibiendo, ni de las buenas ni de las malas ni de las honestas. Pero si lo construyo aquí y lo muestro es para que ese fantasma se esfume para siempre de mi vida, para que se convierta en su propia sombra, en la sombra de su propia miseria.

domingo, 23 de septiembre de 2012

22

Marcos, al principio, me pedía que lo fuera a visitar a su trabajo los días que yo no andaba cerca. También, entraba a buscarme seguido para hablar de cualquier cosa conmigo, aunque interrumpiera lo que yo estaba haciendo.

Varias veces le dije que dejara de hacerlo y le dije que no pensaba ir a visitarlo porque no correspondía, porque pensarían cualquier cosa sobre esa situación.

En cierta ocasión, me dijo que no le comentara a nadie su fecha de cumpleaños, que solo yo la sabía, que a él no le interesaba vincularse con nadie más del lugar. Me contaba tantas mentiras, que me decía que hacía donaciones que no eran reales (luego supe eso) o decía que él juntaba mis cosas para que no se me perdiera, cuando lo había hecho otra persona.

Una vez, yo estaba mal y me dijo que me iría a ver, pero no lo hizo, por supuesto, se acobardó. Cuando yo comencé a poner límites a sus tonterías, una vez dejé de hablarle y estando en una reunión, cuando esta terminó, estaba esperándome a mis espaldas para hablar conmigo.

Marcos tenía algún interés en mí, no sé cuál ni me importa ahora, pero él jamás podrá negar las cosas que los dos sabemos. Marcos se hacía el gracioso, el infantil, el guerrero, pero cuando tuvo que sostener su gracia, su parte lúdica y su parte batalladora no pudo porque era todo una invención de lo que esa pobre personita pequeña y oscura quiere ser. Pero jamás se animó a romper el cascarón.

Lo peor de Marcos no es que no sepa nada de la vida ni nada del amor. Lo peor de Marcos es que sigue sin tener interés en saberlo. Será de esa gente que, cuando llega a grande, se convierte en un ser gruñón que detesta en los demás todo lo que quiso ser y no se atrevió, y tampoco tendrá a nadie a su lado para contarle sus historias.

Pobre Marcos, tan grande y sigue sin darse cuenta de que la vida es un juego que hay que estar dispuesto a jugar.

21

A todos, la vida nos pone piedras en el camino, de diferentes tamaños. Pero todo depende del valor que uno tenga para enfrentarlo. La inmadurez no es una cuestión de edad, es cuestión de dimensionar el problema y decidir si uno lo piensa enfrentar, aunque eso signifique perderlo todo o huir y convertirse en el ser más vacío, idiota y torpe que existe sobre la tierra.

Marcos es de esta segunda calaña, Marcos es la clase de persona que, a medida que pasa el tiempo, involuciona, se convierte en una sombra de sí mismo, en un chiste de sus propios deseos, en una pantomima de aquello que dice ser.

Nunca soporté a la gente que dice una cosa y hace la opuesta y creo que nuestros problemas empezaron allí, en ese cruce, en el de decidir dar batalla o huir.

Él siempre cree que sirve para otra batalla, cree que sirve para luchar en todas, de hecho, empuja a quien le molesta frente al pelotón de fusilamiento para poder seguir indemne y huyendo.

Marcos es la clase de gente que es mejor que el camino del tiempo se la trague en tu pasado, la convierta en polvo de la memoria hasta que algún día, ya nadie lo recuerde más.
Paralelos entre la religión y la ley.

Cuando era chica, las monjas me decían que uno podía pecar por pensamiento, acto u omisión.

Y uno puede delinquier por pensamiento (si es autor intelectual), acto (si es el que ejecuta el hecho) y por omisión (si se queda calladito).

20

Marcos vive en un mundo de fantasías completo y quién soy yo para decirle que hay cosas que no son ciertas. Hay algo de lo que él escapa, siempre lo pensé, algo indescifrable que hace que él no pueda, pero que no pueda nada, que se boicotee y se destruya.

La verdad, ya no me importa eso, que haga con su vida lo que quiera, pero el problema con esta clase de gente es que al destruirse, destruyen las cosas y las personas que quiere. Y él podrá decirme muchas cosas, pero no que no me quiso y tampoco puede decirme que no hizo todo lo posible por quebrarme primero para que estuviera a sus pies, después, para que me alejara.

Lo que él parece no entender de todo esto es que yo ya hice mi primer viaje y una vez que uno empieza a caminar no puede detener sus pasos, no sé quedarme en un mismo lugar, sobre todo, si no encuentro lo que no merezco.

A medida que va pasando el tiempo, me doy cuenta de que hay lugares y personas a las que bloqueé como si fueran parte de otra vida. Y una de estas personas es Marcos que, aunque siga presente en estas palabras, sé que este es el mejor modo de dejarlo atrás, de encerrarlo aquí y de que no vuelva a interferir en mi camino porque, de algún modo, el fue una gran roca que estaba en medio de mi camino y la pude mover. Ahora, además de ser el momento de volver a empezar, Marcos se transformó en una pequeña piedrita que está en mi media, molesta para caminar pero no me lo impide hacer. Todavía no encuentro el modo de sacarla de allí por completo, cuando creo que lo hice, me molesta en otro lado, pero sé también que se está haciendo muy pequeñita, tan pequeñita como lo es él.

19

Ayer, en un encuentro de vascos, me preguntaron cuál era mi pueblo de origen y no me sale decir que es el pueblo de mi Yaya, pero mi cabeza no dudaba ni un segundo en decir que eran Lugo o Selorio. Supongo que la cabeza del inmigrante se configura así, con la tierra prometida como norte y meta.

Cuando uno comienza a viajar, adquiere un vicio que no puede dejar jamás. Ese es el gran problema del inmigrante, el camino es su casa. Mis padres cruzaron el océano y no pudieron parar nunca de hacerlo, a punto tal que mi papá se debatía por vivir entre Buenos Aires, Galicia y Posadas.

Creo que amaba el Quijote por eso de aventurero, eso de emprender el camino para buscar siempre el retorno a casa. Mi papá sabía, al menos, que era una obra humorística, no podía evitar preguntarme si recordaba una escena en que Sancho se caga y empezar a reírse como un chico. Llegué a ese libro por él, porque siempre veía que lo leía y, en un momento en que estábamos un poco distanciados, decidí ver qué era lo que tanto lo atrapaba y me terminó atrapando a mí al punto de coleccionar quijotes y todo lo que tenga su imagen.

Este libro, si bien habla de la locura de un personaje que decidió vivir en un libro, habla de la utopía y de un mundo que sería ideal con sentido del honor, del valor, del amor, con un gran sentido de lo que implica la libertad. La locura, a lo largo de la obra, se va difuminando, esas divisiones tajantes entre lo que es estar cuerdo o no van desapareciendo, no se sabe finalmente quién lo está y quién no o si todos lo estamos un poco.

Siempre fui muy Sancho, no puedo evitar reflexionar sobre todo, medir, calcular. En eso, creo que soy igual a papá, él no podía evitar ser Sancho y, por eso, nuestros placeres eran terrenales como comer y dormir.

Marcos siempre fue un poco don Quijote, mirando al norte sin mirar nada, perdido en su propio camino, necesitando que alguien lo acompañe para sacarlo del problema e, inmediatamente, propinarle unos cuantos golpes a esa misma persona. Es lo que hizo conmigo, que fui su Sancho y su Dulcinea, es decir, se inventó una Dulcinea en mí, dijo adorarme, dijo hacer muchas cosas por mí, pero su camino siempre lo alejaba. Las damas son ideales y, aunque suene raro, muchos hombres no pueden salir de esa pauta cultural que diferencia lo ideal de lo posible, que divide a las mujeres en dos grandes bandos.

Pero no me arrepiento de eso, puedo decir que agradezco infinitamente que él me haya configurado como una Dulcinea y que mi imagen se le haya hecho añicos, esa fue mi salvación, mi gran protección para no hacerme añicos yo misma.

18

Es domingo. El sol da la sensación que no va a salir, pero últimamente, además de andar yo algo perdida, el clima también lo está.

Tengo dos objetos que me regaló Marcos: un par de aros y la copia de una película. Él entiende poco del amor, de las mujeres, de varias cosas. Los dos regalos me los hizo en momentos en que estábamos distanciados. La película me la dio de la manera más oculta posible para desearme feliz cumpleaños el año pasado. Nunca la vi, tampoco es que sea fanática de esa como para verla más de una vez. Pero los regalos masculinos muchas veces son así, un poco inexplicables. Recuerdo que habíamos estado casi todo el día juntos, sin hablarnos, hasta que en cierto momento me dijo que le hicera recordar que tenía algo que decirme. Estábamos en un tren regresando, se lo recordé y me dio a escondidas una película y me dijo que era mi regalo de cumpleaños. Él, como siempre, procuraba que nadie pudiera hablar luego de lo sucedido como si estuviera cometiendo un crimen.

El segundo regalo fue al volver de un viaje, un par de aros de libélulas. Debo confesar que yo jamás hubiera elegido ese par por falta de colores, pero mi mamá perfectamente lo hubiera seleccionado. También, me lo dio a escondidas, como todo lo que hacía conmigo, todo era tapando algo que no existía, algo que en su imaginación sería potente.

Recuerdo haberle dicho una vez que un tipo que me había boludeado le había dicho a su novia que entre nosotros había habido algo, lo que en su momento me molestó infinitamente porque no era cierto. Y Marcos me dijo que sí hubo algo, aunque no hubiera pasado nada.

Es en esos momentos en que creo que los hombres creen mucho más en los cuentos de hadas que las mujeres. Para mí, lo que no es palpable, visible o perceptible de alguna manera por algún sentido que lo reconozca como tal no existe. O, tal vez, sea mi formación como científica que, aunque se me escapen algunas creencias en meigas, trasgos o premoniciones, reconozco firmemente que esa es mi parte cultural, parte de la que no puedo separarme porque sería alejarme de mi identidad y no quiero, soy esto, una digna hija de Galicia y de Asturias que cree en muchas cosas que no se ven, menos en Dios, eso me lo ha quitado mi formación científica.

Yo creo que Marcos cree en muchas cosas más que en fantasmas, cree en príncipes azules y doncellas abandonadas a la que hay rescatar, como si viviera en sus tres años aún o como si quisiera ser una pésima imitación de don Quijote.

sábado, 22 de septiembre de 2012

17

El mago de Oz es una metáfora de la vida misma. De vez en cuando, un tornado nos vuela la casa y nos encontramos solos en el camino buscando cómo regresar. En el medio, viene el amigo fiel que siempre estuvo al lado nuestro, es decir, nuestro Toto y vamos encontrando seres de lo más impensados, de lo más extraños que, tal vez, siempre hayan estado allí. Cada uno de estos seres tiene sus problemas, también, pero saben que algo te hizo perderte y deciden que todos juntos van a ir buscando el reino de Oz.

Un tornado me voló la casa este año y tuve que empezar a rearmar el camino que me lleve a ella. Pensé que Marcos podía ser uno de mis Toto, pero no, él se quedó en Kansas, disfrutando de la tranquilidad de su mundo. Descubrí, entonces, quiénes eran realmente los fieles y fui descubriendo a otros personajes en el camino que no dudaron en regalarme con palabras.

Marcos cree tener todo, cree ser seguro, cree ser inteligente y, sobre todo, cree ser buena persona. Marcos miente mucho, ya lo dije, y lo peor de todo es que se cree sus propias historias, como si necesitara contarse una cada noche antes de irse a dormir para convencerse de que no es pancista, para convencerse de que es un buen samaritano. Entonces, entre sus mentiras, caigo yo como agresiva cada vez que le quito la venda y le hago notar que se miente.

Ya lo dice Silvio "los amores cobardes no llegan a amores ni a historias se quedan allí". Y no soy buen orador para conjugarlo y no quiero que ninguna palabra mía se dirija nunca más hacia una justificación del ser más egoísta, miserable y mentiroso que conocí. Del ser con menos ética que se me cruzó en la vida.

16

Marcos se ha marchado, pero, a diferencia de la canción, no es para no volver. Lamentablemente o afortunadamente, tal vez. Tropezarnos con lo que no queremos nos puede servir para alguna de las siguientes dos cosas o caer de nuevo siempre en las mismas historias o para recordarnos que eso lo habíamos rechazado de nuestras vida.

¿Por qué me fijé en Marcos? Quizás, tenía mucho de mi papá, pero sin dudas no lo mejor. Vivía lejano haciéndome entender que me quería, pero sin decírmelo, tenían gustos parecidos también. Hablo de los dos en pasado como si ambos hubieran muerto y, a lo mejor, Marcos murió a su modo. Un día, estando a su lado, me vino a la cabeza la frase de Sabina "y morirme contigo si te matas y matarme contigo si te mueres". Sin embargo, sé que eso no es amor, no para mí. No soy nadie para juzgar al poeta y mucho menos a este.

Amar no es morir, amar es acompañar. Es lo más parecido a estar, aunque no se esté físicamente. La diferencia, quizás, entre mi papá y Marcos es que papá estaba si lo necesitaba, nunca dudé de eso. Nunca dudé de lo que me apoyaba en todo lo que hiciera. Marcos, no. Marcos estaba en la medida en que necesitaba que yo estuviera para él. Este sujeto jamás se merecería que me muriera por él y mucho menos que lo amara estando.

No soy muy buena para decir te quiero y a Marcos se lo dije muchas veces. No cara a cara, pero él sabía que era así. Marcos mató el amor o, quizás, murió con la muerte de mi padre, muerte que arrancó de mí las células muertas, el pasado doloroso, lo no dicho.

Hoy, supe por medio de mi hermana que papá antes de morir le dijo que me quería mucho. Él no sabía decirlo en la cara, yo tampoco. Creo haber dicho que soy igual a él. Pero descubrí gracias a él o con él que no hay que esperar al instante final para claudicar frente al amor. No nos hace más fuertes no amar, no nos hace más fuertes huir. Amar es el mejor arma porque vamos juntos.

Amar es de a dos con cualquier ser vivo que sea y cualquiera sea la relación que nos una. Creo que la muerte deja lágrimas porque es ese vacío que va dejando un amor que se muere, que no tiene su otra parte. En mi caso, en este caso, puedo decir que ya no puedo amar en presente a ese ser que me dio la vida porque no está. No tengo un padre de quien ser hija.

No sé si fui buena hija. Creo que, en nuestro modo extraño, tanto él como yo encontramos en el otro lo que el otro nos podía dar. Pero se fue. Puedo decir que lo quise mucho y que no se lo dije nunca.

Marcos tenía lo peor de papá, sin dudas. Marcos tenía lo peor de toda la gente que quiero, todo lo que me hace daño del resto del mundo. Y lo dejé obrar a su gusto, pero no lo dejaré volver aunque vuelva. Porque el amor no es morir, el amor es mucho más que vivir, es renacer a cada abrazo.

Nunca Marcos entenderá que lo que me alejó de él no fueron mis caprichos ni mis locuras, sino su modo de matarme todos los días un poco. Su modo de anularme luego de hacerme sentir importante, su modo de darme a entender que todo lo sabía y que yo era una inútil.

Ya lo dije antes, Marcos sabe poco del amor.

jueves, 20 de septiembre de 2012

15

Escribir es relatar heridas, marcas, golpes, contar un camino. Cualquiera que sea: escribir es caminar, mirar hacia atrás recordando el pasado, mirar el presente y, sin dudas, pensar el futuro.

Escribir es un modo de construir la historia, la propia o la ajena. Armar los distintos pedazos del rompecabezas que alguien, un día cualquiera, decidió patear y mezclar. Y, con paciencia, nos sentamos de a varios juntos, uno encuentra las piezas y otro las va encastrando.

Papá era un gran lector, eso ya lo dije. Siempre lo que contaba tenía que ver con lo que aprendía del mundo, quizás, contar su mundo le dolía. Solo un año antes de morir supe algunas cosas y, entre los personajes más añorados de su infancia, estaban su abuelo Manuel y su perro, quien iba a buscar a su amo a la iglesia y lo esperaba afuera.

Un día, mientras comíamos, papá por primera vez empezó a contarme escenas familiares, pero solo aquellas que le resultaban más gratas. Y me hablaba de su abuelo, de las borracheras que tenía y cómo su abuela siempre le tenía una paciencia infinita. Me dijo te cuento esto como si los estuviera viendo ahora, no lo puedo creer. Creo que la muerte se le colaba por los poros sin él saberlo y necesitaba relatarme algo suyo, algo que fuera su historia para que no se escapara con su muerte. Sacó una foto de un armario y me dijo estos eran mis abuelos, ella era la mujer más linda, tuvo muchos hijos y me hablaba con admiración de esa gallega pequeñita que criaba hijos, aguantaba las borracheras del marido, que veía partir a los pródigos hacia el otro lado del mar y que tenía espaldas.

Es raro, nunca pudo contarme nada de eso antes. No fue como mamá que siempre fue la mejor narradora que escuché, que siempre permitió que recreara en mi cabeza imágenes al punto de ser tan nítidas que parecen recuerdos propios.

Él quiso contarme parte de su historia, en la que dos hombres llegaban a sus casas alcoholizados, la mirada se le transformaba como si nuevamente fuera un niño sufriente, y diferenciaba a su padre de su abuelo en que este no le pegaba a la mujer.

Mi padre tenía sus marcas, nunca quiso antes escribirlas y supongo que esperó a que ellos se congregaran de nuevo mientras lo venía a buscar esa pareja de ancianos que tanto lo quería para acunarlo nuevamente y para decirle Manuel que no lo volviera a llamar abuelo, que no era viejo, que mejor lo llamara padriño. Así, juntos, los veo irse al niño con su abuelo hacia algún lugar de Galicia, acompañados los dos por un perro mientras una mujer los espera al lado de un horno a leña.

14

Marcos nunca supo que papá me había enseñado a nadar agarrada a su malla y que, cuando mi hermana se iba muy al fondo de la pileta, él la tomaba por los breteles y la sacaba a flote. Marcos no sabe que jamás nadie va a poder hundirme porque siempre estará papá para rescatarme del ahogo.

Marcos no entiende que mis padres son hijos de una guerra y que sus hijos somos nietos de ella, que somos parientes de una pobreza oprimida y siempre perdedora, pero que jamás deja de dar batalla.

Eso Marcos nunca lo entenderá. No peleo por ánimos de broncas ni pleitos, sino que peleo como arma de defensa, para dar guerra aun cuando está perdida. Porque los españoles tenemos algo muy arraigado que es el sentido del honor y, para tenerlo, no es necesario vencer sino pelear con honra.

Marcos no entiende que fui educada entre algodones, pero sabiendo que yo tenía lo que muchos otros no y que cada cosa que la vida me regaló debo disfrutarla al máximo porque mañana no está. Marcos no entiende que esa es mi ansiedad por vivir el ahora. Marcos no entiende que me educaron añorando un pasado y viviendo el presente como si el apocalipsis estuviera por cernise en mi cabeza.

Marcos nunca entenderá que las vacas nunca están atadas, que el futuro depende del trabajo constante que hagamos en el presente, que de eso dependen nuestros bienes, nuestros amores, nuestros saberes.

Marcos sabe pocas cosas o las niega por evitar el dolor. Él no sabe que las llagas se curan, pero que dejan memoria, que podemos leer lo aprendido con ellas, que podemos ir escribiendo nuestra historia si las sumamos.

Marcos no entiende que no hay peor modo de perder que jamás haberlo intentado.

Marcos no entiende que matar es el peor modo de morir.

13

Con papá, solíamos leer el diario juntos por las mañanas, acodados en el mostrador del negocio. Clarín y El territorio poblaban nuestra mañanas, con claringrillas, El negro blanco y alguna que otra noticia. Él aprovechaba para darme independencia, sin tener seis años, me sentaba en la caja y me enseñaba a cobrarles a los clientes.

Con papá, éramos amigotes. Supongo que, si no soy fanática del fútbol, es porque él tampoco lo era. Pero compartíamos largas horas de tele viendo documentales, películas mexicanas antiguas, El Chavo y El zorro. Dormíamos la siesta todas las tardes juntos. Todas esas cosas son las que sigo disfrutando hacer.

Mi papá no era afectuoso al extremo, no sé cuántas veces me habrá dicho que me quería. Tampoco sé cuántas se las dije a él. No sé si fue sabiendo que sí lo quería y de verdad, como solo se puede querer a alguien a quien le odiás al máximo sus defectos y admirás al máximo sus virtudes.

Supongo que mi parte edípica me conduce a hombres como Marcos, que no son capaces de amar. Pero me conducen de una manera errónea. Porque nunca encuentro a aquel que quiera compartir conmigo largas horas de tele, desayunos con diarios, bares con café y tostados, pizzas en el almuerzo, charlas de libro y de política. Solo encuentro hombres solitarios.

Creo que mi modo de ser solitaria tiene mucho que ver con mi papá, con esa infancia que pasé tan estrechamente a su lado, aunque luego la vida nos haya distanciado un poco. Él tenía un mundo interno tan grande que podía disfrutar de la soledad, aunque a veces eso lo agobiara y es exactamente lo mismo que me pasa a mí. De algún modo, siendo tan rígido con sus hijos, no pudo evitar enseñarme que el mayor tesoro es la libertad como le decía don Quijote a Sancho. Y ese es nuestro mundo, el que nadie debería tomar por asalto.

No sé si muchas veces me habrá extrañado, sé que no fueron tantas las que yo lo extrañé. En algún lado, donde sea que esté, sé que seguiré siendo siempre su pibita o su cativa, su nena chiquita, que no hay que confundir, en gallego, cuando se los llama así a los niños pequeños, es con amor, no para indicar opresión. Y sé, también, que donde quiera que esté, se afeitará siempre la barba para que su nena no se asuste al verlo llegar cambiado y que estará cerca cuidando mis pasos, alejando a todo Marcos que pueda volverse a cruzar.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

12


Ismael se pregunta si Marcos abandona quién será nuestro dueño. La verdad, Marcos siempre abandona hasta cuando la que decide retirarse de la partida sea yo. Él siempre termina diciendo que la decisión fue de él cuando yo ya le había dejado clara antes mi postura.

El problema es pensar que hay dueños, de lo que sea. Creo que esa letra sería mejor si dijera si Marcos abandona, quién será nuestro compañero. Caminar de lado, ver de frente. Nunca caminar adelante de la tropa ni mirar de arriba.

Marcos discursivamente es el compañero, el que toma decisiones en grupo, el democrático, el no violento, etc. Marcos en acción es todo lo que él niega, todo contra lo que él predica. Las decisiones nunca son de equipo, siempre plantea el verticalismo, siempre impone lo que piensa, arregla las cosas a golpes de puño (esto lo digo por relatos que él mismo profirió). Marcos no solo no sabe nada del amor, sino que no sabe nada de la vida.

Marcos sabe muy poco de sí mismo y eso es triste. Él es muy triste, aunque lo niegue.

11


Uno tendría que saber leer indicios. De las dos veces que Marcos estuvo en casa, en la primera, hizo algunas cosas que marcarían su forma de proceder. Sucedió un miércoles por la mañana, más exactamente el 8 de junio. Cuando estaba preparando el mate que íbamos a tomar, me dijo que lo estaba haciendo mal. Le propuse, entonces, que lo hiciera él. Si alguien es capaz de decirte que hacés mal un mate de entrada, seguirá haciendo lo mismo de ahí en adelante, no lo dudes. De hecho, en ese momento, le dije que me hacía recordar a otro sujeto anterior que me decía que lavaba mal los platos. En ese momento, fue cuando él se despegó de esa imagen nefasta diciendo que él no era así Cuando alguien se quiere separar por la negativa en lugar de mostrarlo con acciones, es porque es realmente igual a eso de lo que quiere alejarse.

Luego, mientras charlábamos, me dijo que a veces las cosas no se dan, que hay que esperar un tiempo, que ya le había pasado de tener mucha atracción con una chica y que no fuera el momento. Era la mejor forma de decirme que me iba a torturar al cansancio, que su manipulación era solo para que trabajara e hiciera las cosas por él y que, además, lo cubriera siempre. Le dije que me había pasado una vez que alguien me manipulara bastante tiempo y que después dijera que yo me había confundido y se hizo el tonto.

Alrededor de las 12 del mediodía, le dije que tenía que ir a almorzar con mi papá, a quien veía bastante poco porque vivía en Posadas y venía de vez en cuando a Buenos Aires para vernos o, tal vez, para verla a ella, ya que solo las ciudades eran sus grandes amores. Y Marcos me dijo que yo prefería a mi papá. Es claro que, en ese entonces, hubiera deseado quedarme charlando con él, pero no me arrepiento de haberme ido. Fue una de las últimas veces que comí con mi papá mientras veíamos El zorro, programa del que casualmente los dos eran fanáticos. Y menos me arrepiento si alguien me da a elegir, aunque sea en broma, entre mi padre o él porque eso es un signo de posesión, del mismo modo que lo es mandar mensajes a las 11 y media de la noche para ver cómo la está pasando uno en una reunión, mucho más si tenemos en cuenta que sólo éramos compañeros de trabajo. Después, me reclamaba a mí que le hubiera mandado mensajes a cualquier hora de la noche por motivos tontos. Él siempre olvida lo que quiere olvidar.

Nunca entendió que nunca fui suya y que mucho menos lo seré. De nadie. Jamás seré de nadie. Así se lo dije a mi papá en una de esas veces que discutíamos y me dijo que yo era suya, creo que le daba placer mezclado con orgullo saber que su hija daba batalla por lo que pensaba. Ahora, creo que sus provocaciones eran una forma de entrenarme contra el mundo, de sentir que su hija jamás se iba a dejar dominar, como tampoco nunca lo había dejado él.

10

Dice Alfonsina:

Hombre Pequeñito

Hombre pequeñito, hombre pequeñito,
suelta a tu canario que quiere volar.
Yo soy tu canario, hombre pequeñito,
déjame saltar.

Estuve en tu jaula, hombre pequeñito,
hombre pequeñito que jaula me das.
Digo pequeñito porque no me entiendes
ni me entenderás.

Tampoco te entiendo, pero mientras tanto
ábreme la jaula, que quiero escapar;
hombre pequeñito, te amé media hora,
no me pidas más.

Marcos no entiende que la pequeñez no se relaciona con el tamaño, que tiene que ver con su pobre alma. Marcos quiso negar que lo amé media hora, quiso negar que él mismo provocó que eso dejara de suceder y, como dijo una vez Saramago, las mujeres toman decisiones que luego los hombres dicen que fueron suyas. Marcos decidió que yo ya no le importaba una vez que yo le había dicho que no me interesaba en lo más mínimo él.

Marcos nunca entendió y nunca entenderá, él es muy pequeñito y yo quiero volar.

9


Hay gente que se define a sí misma como temeraria que, aunque me lo discuta a muerte, no es lo mismo que ser valiente. Para empezar, la valentía es una característica reservada para las personas sumamente cobardes como yo, como el León Cobarde de El mago de Oz. Quien nunca sintió mucho temor y aun así le hizo frente, no sabe qué es ser valiente. Quien hace las cosas desbocadamente sin enfrentarse a sus miedos, es temerario. La Real Academia Española de la lengua da dos definiciones para esa palabra:

1. Excesivamente imprudente arrostrando peligros.

2.  Que se dice, hace o piensa sin fundamento, razón o motivo. 

Marcos dice ser temerario, creyendo que eso es el sumum de la valentía y nunca entendió que se define como nadie podría definirlo mejor, es imprudente y nunca tiene fundamentos, razones ni motivos cuando habla ni cuando procede. Don Quijote siendo temerario, muchas veces, tenía más fundamentos que Marcos. Este, a diferencia de Don Quijote, no ve gigantes en los molinos sino que se ve así mismo gigante, siendo él muy pequeñito.

Nunca puede ser valiente alguien que tiene miedo a lo que dirán los demás, alguien que huye creyendo que servirá para otra batalla, alguien que se segrega a sí mismo de los que piensan diferente de él. Nunca es valiente quien no enfrenta sus miedos, sin importarle lo que los otros piensen o importándole y aun así haciéndolo. No es valiente quien no es capaz de aceptar e, incluso, amar a quien no piensa como él, pero aun así es digno de ser amado y/o respetado.

Nunca es valiente quien interpone su cuerpo entre un hombre que vive en la calle, que está borracho y que solo está pidiéndole dinero a una mujer y esa mujer. Nunca es valiente quien hace eso para mostrar que es un gran salvador y quedar bien frente al resto del mundo. Nunca es valiente quien no reconoce sus errores y culpabiliza a los otros de lo que sale mal. Nunca es valiente quien no sabe pedir perdón. Nunca es valiente un hombre machista porque solo conduce al rebajamiento de la mujer como arma de defensa.

Sí, Marcos tiene razón. Él es temerario.

8


Mi papá se fue de este mundo sin haber leído nada que yo haya escrito. La última Navidad pensé en regalarle algo, pero no llegué a hacerlo, mintiéndome con que habría tiempo sobrado para hacerlo. Él era un gran lector, conocía el Quijote como pocas personas, sabía de poesía gallega como nadie, sabía sobre variantes dialectales de su lengua y de variantes de escritura.

Mi papá solo completó la primaria.

Sin embargo, papá argumentaba sus ideas, con las que yo casi nunca estaba de acuerdo, con fuentes de conocimiento. Recuerdo una vez que me dijo que el Che Guevara había sido un sanguinario y, cuando empecé a retrucarle, me preguntó si había leído los diarios del Che. Le dije que no y me agregó que para hablar por lo menos hay que conocer antes, que él lo decía basando su opinión en lo que él había leído.

Él nunca sabrá que escribo esto pensando en que él se merece perpetuarse en la memoria. Es muy problable que no le gustara que entre su recuerdo, se filtre el de alguien que me lastimó, sin embargo, creo que es su modo de estar lo que me permite ver, saber quién está a mi lado y quién no.

Si alguien te dice, como a mi me dijeron, no te voy a preguntar por eso que te causa dolor, si querés que lo hablemos, bueno, lo hablamos, pero no te voy a preguntar; huí. Con toda seguridad, esa persona no se interesa en lo más mínimo en tu persona y, en el momento en que lo crea necesario, te pisará la cabeza sin dudarlo.

Hay dos tipos de personas en la vida, las que están pro que der e vier como dicen los brasileros y los que no. Una vez, escribí la siguiente frase pensando en alguien: la ausencia es tu presencia a mi lado. Ahora, tiempo después, pienso que va como hecho a la medida de Marcos. Pero, también, ayer cuando se me vino la palabra con la que mi papá lo definiría a este sujeto, pensé sobre él lo inverso: la presencia es tu ausencia a mi lado. Son presencias que sin duda duelen, pero que te permiten esquivar las balas y no solo sucede con los muertos. Muchas veces, cuando Marcos se empeñaba en sujetarme fuerte bajo el agua haciéndome creer que me quería sacar a flote, gente que vive lejos aparecía a mi lado, por ejemplo, Valeria siempre me abría el consultorio.

Valeria siempre me dijo es un cerdo, alejate. Y no supe entender o no quise, o lo amaba tanto que no entendía que pudiera hacerme daño.

7


Marcos es un pajarito negro. Cuando yo era chica, mi papá solía preguntarme cosas que sabía de mí por medio de mi mamá, casi seguro, y cuando yo le preguntaba cómo lo sabía, siempre la respuesta era que se lo había contado un pajarito. Entonces, la pregunta siguiente era de qué color era si blanco o negro. Si era blanco, el pajarito decía la verdad. Si era negro, indudablemente, mentía.

Hay gente que no sabe nada del amor, Marcos es una de esas personas. La única vez que pudo hablar sinceramente y sin ser violento, estaba bajo los efectos del alcohol. Y me dijo claramente que él no era un hombre para mí, le pregunté por qué, insitía con lo mismo sin darme un motivo y yo pensé si la cosa sería tan grave, si sería golpeador. Luego de mucha insistencia, solo consiguió decirme que andaba con muchas mujeres y que muchas lo querían. Con el tiempo transcurrido, creo sinceramente que me prevenía de su estado de violencia, lo que no lo convierte en alguien mejor, sino en alguien que no sabe salir de su problema.

Días después de ese episodio, cuando empecé a querer sincerarme conmigo, le escribí extensamente y le dije que todo el último año de malos tratos tenía que aceptarlo como de su cosecha. Casi un año antes, yo le había pedido que dejáramos de hablar, que lo hiciéramos cuando fuera para algo estrictamente laboral y él reapareció con correos y mensajes de texto desesperados que mostraban que él estaba ahí y que no deseaba claudicar. Todo lo que siguió, si bien fue con mi consentimiento, fue provocado por él una vez que yo ya le había dicho que me lastimaba y le dije, en ese último correo, que pensara seriamente en ir a un psicólogo, que era maltratador. Decidió matarme con el silencio.

La única vez que Marcos fue un pajarito blanco fue cuando me dijo que no era la persona indicada para mí, que iba a hacer mucho daño. Fue tan sincero que cumplió con su palabra de dañarme.

6


Llegué con tres heridas, la de la vida, la de la muerte, la del amor. Así estaba yo, estoy y Marcos aprovechó a ponerme el dedo en la llaga innumerables veces sabiendo todas las heridas que me había dejado la vida, sabiendo luego la que me había dejado la muerte e infligiéndome él mismo la del amor.

No soy como ese, me dijo una vez. Si alguien dice eso, hay que huir. Quien necesita diferenciarse de otro negando ser de su misma calaña es porque sabe de qué pata cojea. Yo no supe escapar y le creí.

Pero él vive preso de sí mismo, yo puedo huir a la frontera, conocer a Galán, romper el silencio y dar batalla. Él no puede. Él se niega a poder.

5



Marcos es un gran personaje de sí mismo, que él cree firmemente y hace creer a todos los que nos gusta que nos cuenten historias. Decía escribir cuentos, pero nunca leí uno; decía que le gustaba Ismael Serrano, pero después ponía mala cara cuando le hablaba de él; dice ser muy "progre", estar contra la violencia de género, estar contra la violencia en general y todos lo hemos visto alcoholizado queriendo golpear a una persona, me ha contado muchas historias en las que él se tomaba a golpes de puño con otros hombres y he sentido en persona la violencia y el desprecio hacia las mujeres, sobre todo, a las mujeres que son más capaces que él.

Marcos dice ser instruído (como si eso lo hiciera mejor), pero nunca leía los libros que yo le regalaba, nunca conocía las películas de las que yo le hablaba, solo conocía las películas conocidas como pochocleras. Marcos decía alentarme como escritora y jamás leyó nada de lo que yo escribí.

Marcos miente mucho.

4


Hay gente que silencia porque no puede matar, porque la poca ética que tiene se lo impide. Se pone un disfraz de buena gente y elige su objetivo. Lo hace subir, subir y subir hasta que empieza a derrumbarlo. Algunas de las cosas que Marcos supo decirme fue que cómo iba a estudiar tantos idiomas al mismo tiempo, que seguro no aprendía nada. Como si él tuviera el modo de probar mis conocimientos: hasta donde sé no habla ni portugués, ni francés, ni italiano. Creo que muchas personas desprecian en los otros las debilidades que no pueden superar.

Cuando yo le reclamaba que trabajara, que no se hiciera el tonto, que yo hacía todo, me decía que él ya lo había hecho cuando había tenido el mismo proyecto en otro lugar. Como si las experiencias previas fueran acumulativas para las presentes. Como si yo pudiera decirle a un alumno que lea los temas de un manual, que no se las pienso enseñar porque ya lo hice anteriormente con otras personas.

Él siempre calla cuando no sabe qué decir. Y, la verdad, es mejor que Marcos se calle y no que hable porque, cuando lo hace, lo hace a los gritos y eso me hace temblar. Una vez, tuve que escribirle una carta -de tanto que me aterraba hablar con él, aunque lo quisiera como a nadie-, y tuve que pedirle que no volviera a gritarme, que no toleraba eso. Le tuve que decir que no quería ser la Caperucita de Ismael, que era devorada por un lobo feroz.

Pero no pude evitarlo y me devoró. Quizás, algo en mi interior me alertaba de que así sería.

Marcos calla, silencia, mata porque no sabe decirse las cosas a sí mismo. Porque se oculta con el disfraz que él cree ser.

3


El día está lluvioso. A veces, papá regresa a mi cabeza, me da indicios, me dice que tenga cuidado. Él jamás conoció a Marcos ni supo nada de él por mi boca, pero no tengo dudas de que ahora sabe que existe. Papá siempre me dijo que si alguien le ponía la mano encima a una hija suya lo mataba y ya no está para cumplir su palabra, solo quedo yo para cumplir la mía, ya que siempre le decía que él no llegaría a tiempo porque antes lo haría yo. Me di cuenta tarde y no sé si tengo fuerzas ni ganas.

Sin embargo, siempre aparece papá cuando me están engañando. Si presiento algo extraño, siento que está a mi lado como nunca antes y que me tranquiliza, aunque llore mares por saber que no lo puedo abrazar. Ayer por la tarde, mientras regresaba del trabajo a casa me dijo la palabra con que él definiría a Marcos "trapaceiro". Y supe que era la palabra correcta.

El mundo sigue girando, aunque yo sienta que está detenido. El mundo a veces duele porque en la llaga recién abierta, alguien mete el dedo y escarba. Marcos lo hizo, es especialista en eso. Cuando mi papá fue internado, no acudió a mi súplica de ayuda. Dos días después, me dijo que sentía mucho lo que estaba pasando, que se había enterado por alguien lo que sucedía. No le respondí. Fue un dolor más de los tantos que me había provocado.

Cuando papá murió, me dijo que lo sentía mucho y aclaró que era sincero. Le dije que no mintiera, quizás, los velos comenzaban a correrse. Jamás me había preguntado cómo me sentía yo por lo que me sucedía y, para peor, cuando volvió a verme, ni siquiera me saludó, ofendido porque le había dicho que no le creía. Nuevamente, la agresiva era yo. Para peor, días después, me culpó una vez más diciéndome que él no me había saludado porque yo no quise hacerlo. Ya no recuerdo si pedí perdón, pero si lo hice seguro no debí haberlo hecho.

2

Inés deseaba huir. La muerte no le sirvió, no había sabido cómo hacerlo, había equivocado el método. Los cortes en sus muñecas habían sido los equivocados. Estaba cansada del silencio, ese silencio que significa la muerte cuando calla lo que se siente, cuando calla lo que uno piensa. De algún modo, antes de escapar hacia la frontera, Inés estaba muerta, entre cuatro paredes igual que las hijas de Bernarda.

Mientras leo esto, pienso que Marcos embarcó y no fue tentado por las sirenas. Él solía zambullirse en el mar disfrazado de ellas para que yo me tirara y me ahogara con él, cuando lo conseguía, me tomaba por los cabellos y me hundía bien hondo, aunque me desesperara y pataleara por salir a tomar aire y, luego, me sacaba a flote, me daba a entender que me quería, me hacía algún regalo para que me sintiera bella y me decía que, nuevamente, me había equivocado, que había hecho lo incorrecto y que él, por ir a salvarme, casi moría arrastrado por mi culpa. Como siempre, yo le pedía perdón, lloraba y le decía que no lo volvería a hacer.

Ahora, Marcos es feliz o cree serlo que, aunque parezca lo mismo, no lo es. Yo sufro, no ya por él sino por haber descubierto las marcas de la violencia en mi interior. Si hubiera métodos para ver esas huellas en la cabeza y en el pecho, yo tendría una gran mancha morada de tiempo. Quizás, en este momento, yo no sea feliz del todo, pero sé quién soy y puedo mirar a la gente de frente, a los ojos. Dulcinea ya me ha dicho que uno puede caer en muchas batallas, pero que la integridad no tiene precio y sé que ella no miente.

1

Esta es la historia de un libro prestado. Un libro que le presté a mi papá más o menos hace un año. Pero mi papá murió y ya no tengo quién me lo devuelva o, mejor dicho, tengo el modo de conseguirlo, pero no me lo devolvería la persona a quien se lo había prestado.

Mi papá falleció y él no consiguió devolverme mi libro preferido, no sé si llegó a leer algo, no sé qué parte de ese libro se grabó en su alma antes de morir. Lo único que sé es que ese libro no está más en la biblioteca y, por más que volviera a estar, no sería devuelto sino reintegrado a su propietaria, o sea, yo.

Hay muchos libros que nunca me devolvió, era así. Mi biblioteca familiar estaba compuesta por algunos libros que le habíamos regalado, otros que había comprado él y algunos que nunca había devuelto.

Pero este libro en particular que no devolvió, habla de mi vida, aunque hable de una época en que no viví. Es como si él no me hubiera devuelto mi pasado o, para ser más concretos, nuestro pasado. Nuestra España perdida, nuestro Paraíso, nuestros mundos de guerra y de silencio.

Cuando el falleció, falleció Galicia. A diferencia de mi mamá, quien claramente parió a su Asturias, ya que ella es madre de su tierra, cuenta la historia de su hija predilecta con amor, la castiga cuando es necesario, la alimenta, le sacia la sed y de más, mi papá era un hijo de la suya que hablaba con una admiración absoluta del lugar que lo vio nacer, que lo acunó y lo meció, que le dio de beber y de comer, que lo vio partir al hacerse mayor y cuya lengua hablaba con orgullo.

Cuando él se fue, muchas cosas se fueron con él. Se fueron las máscaras de los representantes hipócritas del mundo. Se cayó el velo que tapaba mis ojos, vi una realidad, por fin, que no era la que mis ojos habían visto. El engaño del mundo se terminó. Dice Segismundo en La vida es sueño:

¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.

Y aquí no se hacen realidad como decía Berugo Carámbula. Las mujeres no salen ataviadas con bellos vestidos de gala que jamás hubieran soñado conseguir por sus propios medios.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Mi madre tiene 68 años.

Llama 21:20 pm Buenos Aires.

- Má , ¿qué hora es ahí?

- 2:30

- ¿Recién llegás?

- Sí y la orquesta seguía.

- ¿Volviste de bailar recién?

- Sí.

- ¿Y Miguel bailó con vos?

- Sí, si no, no volvía a dormir a casa.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Mi patria supo ser un tractor amarillo

Ismael Serrano me hace ahorrar en psicólogo. Hoy, hablando de la patria, se le dio por decir que toda persona fuera de su país es capaz de cantar la canción más grasa que su lugar de origen dio a la luz. Y comenzó a sonar "¡Qué viva España!" y no sabía si reírme o si llorar porque, de golpe, alguien se estaba riendo de lo que hice desde que nací, cantar con ganas esa canción, casi como si fuera un himno. Y es que, a lo mejor, él no sabé cómo puede hacer llorar ese tema a los que pasaron lejos de su familia o a los que nacimos fuera de nuestra España, pero fuimos educados en la convicción de ser españoles.

Y es que los hijos de inmigrantes tenemos nuestros repertorios. En mi casa, con "Negra sombra", llorábamos a coro con papá (ahora lo lloramos con ella a papá), con "Campanines de mi aldea" llorábamos a coro con mamá. Al (de)Presi lo odiábamos los niños, pero todos cantamos alguna vez "Soy minerooooooooooooo" con Molina y ni qué decir del repertorio de Manolo Escobar: "El porrompompero", cuya letra me inquietaba porque yo entendía que decía "porrompompero PERÓN" y me preguntaba cómo un español iba a decir "Perón" y que encima mi mamá osara escucharlo. Además de esa, me pasé la infancia escuchando cómo este señor preguntaba "Dónde estará mi carro, dónde estará mi carro"...

Pero el hecho más tragicómico fue con una canción berretonga a morir que fue furor por estos pagos (aún no entiendo por qué), qué decía "tengo un tractor amarillo porque ye la última moda" del grupo Zapato Veloz. Recuerdo que, en mi casa, alguno de los pequeños (ya no tanto los mayores) le dijo a mi mamá que en una canción hablaban en bable, aunque a decir verdad creo que solo una palabra aparecía en su lengua. Y, hoy, con esa declaración de la grasada que uno es capaz de cantar o por la boludez de la que uno es capaz de llenarse de orgullo, se me vino esto a la cabeza.

Convengamos que es mucho mejor cantar el qué viva España con pasión, como suele suceder en el restorán de los gallegos que tengo enfrente, que cantar a voz en grito "El  tractor amarillo".