Ensonnacionesmarianas es un blog abierto a la reflexión propia y ajena sobre cualquier tema sobre el que deseemos pensar. El ensueño tiene que ver con la idea antigua del sueño como camino al conocimiento (por ejemplo, El primero sueño de Sor Juana).

F(h) Consultora en PYMES y ONGs

martes, 13 de enero de 2015

Las miradas de mis papás

Cada vez, me convenzo más de que uno aprende más cosas en la vida por imitación que por lo que le dicen. Por algo, el refrán dice "haz lo que yo digo y no lo que yo hago", se ve que es inevitable repetir actitudes.

Siempre dije que mi papá era como el de la publicidad "La mirada de papá". No era un tipo muy cariñoso con el contacto, pero tengo pruebas de que me quería (no las voy a detallar porque no es el tema). Lo cierto es que mi pasión por leer viene de él, con quien leía el diario por las mañanas, mi pasión por los juegos de mesa, mi pasión por ver la tele (diría que veo las mismas cosas que veía él), mi forma de llamar "pelotudo" a todo el mundo, mi pasión por conocer otros idiomas, mi pasión por viajar en avión, mi pasión por los perros...

¿Mi pasión por los perros? Siempre estuve convencida de que a mi papá le gustaban los perros y a mi mamá los gatos. Ella siempre me criticó esta afición a juntar animales que veo indefensos por la calle. De hecho, siempre me cuestiona que haya traído a Galán a casa porque es un perro de 20 kg. Sin embargo, empecé a darme cuenta de que el gran amor hacia los animales lo saqué de ella, quien en su casa les da de comer a todos los gatos que aparcen e, incluso, a los erizos.

Pero lo que más me resonó en la cabeza fue un recuerdo que ella misma rescató en Noche Buena. Salió el tema de la Chiqui, una perra que era bastante más grande que Galán, que había sido de un señor que vivía en la calle cerca del trabajo de ella. Cuando el señor falleció, a mi mamá le dio mucha pena, y la llevó a su negocio. Sí, ella, la que afirma que no le gustan los perros y que menos le gustan los perros grandes. A cuento de ella, salió el tema del Pirata, otro perro que era amigo de la Chiqui y siempre supuse que era de alguien de la cuadra que lo soltaba. No. Era otro de sus protegidos. También, del tamaño de Galán. A esos, habría que sumarles el Pucho, un gatito que terminó viviendo en casa.

Las buenas actitudes como las malas se aprenden por imitación. No es necesario tanto discurso si vamos a hacer todo lo contrario a lo que decimos. No sé si mi amor por los perros lo saqué de mi mamá, sí sé que el afán de proteger a los pequeños seres indefensos sí.