Ensonnacionesmarianas es un blog abierto a la reflexión propia y ajena sobre cualquier tema sobre el que deseemos pensar. El ensueño tiene que ver con la idea antigua del sueño como camino al conocimiento (por ejemplo, El primero sueño de Sor Juana).

F(h) Consultora en PYMES y ONGs

miércoles, 25 de mayo de 2016

Bermellón

El día comenzó como siempre. Tomé el desayuno, yogur con frutillas. Mientras lavaba las cosas del desayuno, en la mesada de la cocina, apareció una vaquita de San Antonio. Era señal de que el día sería bueno. Antes de salir de casa, me pasé lápiz labial en la boca.

Una vez en la escuela, tuve mucho trabajo como siempre. Sin embargo, tuve tiempo de almorzar. No, carne no, porque soy vegetariana, sino pastas con tuco. Luego de almorzar, al lado de mi cartera apareció una manzana con un cartel: "Esta es la fruta de la pasión. ¿Sabés quién soy?". No. No sabía quién era. Pero miré a mi alrededor y alguien me miraba desde atrás de unos anteojos cortazarianos.

Fui a un aula a dar clases y, luego, volví a sala de profesores. Dejé un momento mis cosas en la mesa para ir al baño y, al volver, encontré una rosa con un cartel. "Yo de nuevo. Te llegará una rosa cada día. ¿Sabés quién soy?". Sin embargo, levanté la vista y estaba sola, no había nadie a mi alrededor... pero... pero en la otra mesa había un par de anteojos olvidado.

Cuando el día de trabajo se terminó, salí de la escuela para volver a mi casa. Al salir, un hombre que usaba anteojos cortazarianos me esperaba. Estiró las manos y, en ellas, estaba su corazón. Mientras hacía esto, sonaba una canción "te cambio tu corazón por el mío para mirarlo y mirarlo". Sorprendida, me llevé la mano al pecho y, al darme cuenta, en ella, estaba el mío latiendo. Miré al hombre, nuestras manos se entrelazaron y comenzamos nuestro camino.

martes, 10 de mayo de 2016

Adiós Galicia, adiós

Hace cuatro años, llovía. Me desperté a eso de las 6 porque tenía que rendir un parcial de Antropología. No bien abrí los ojos, me dije "se murió pá". A partir de ahí, pensé qué querría él que hiciera si que fuera a rendir o no. Y, por supuesto, fui a rendir como él hubiera querido. Eran las 9 y pico cuando salí no había noticias aún de nada, así que supuse que no habría sucedido nada. A eso de las 10, me llamó mi mamá porque quería preguntarme algo y me pidió que fuera a la casa. Ese fue su engaño para poder decírmelo cara a cara y no por teléfono. Había fallecido hacía poco rato. Yo ya lo sabía. Solo que a la hora que yo pensé que estaba muerto aún no lo estaba, quizás, no lo estaba del todo. Me gusta pensar que vino a visitarme, a darme el último adiós y por eso lo supe.

De las mejores cosas que me dejó fueron su cultura y su orgullo de ser gallego. Lamento que no me haya enseñado a hablar su lengua, aunque a lo mejor es que yo no la aprendí. Para él hablar gallego era un acto de militancia, en cierto sentido. Cada vez que se cruzaba en Buenos Aires o donde quiera con otro como él, nunca hablaba en castellano, aunque su interlocutor prefiriera responder en castellano. No cambiaba la lengua esperando que el otro lo hiciera. Una vez, uno siguió hablándole en castellano y me dijo a mí "este es un gallego de mierda que reniega de su lengua, de dónde vino que me habla en castellano". Era tan fundamentalista de su idioma que con los brasileros también hablaba en gallego, aunque, a decir verdad, no le entendían mucho. Una vez, él, que había ido poco a la escuela, pero un gran estudioso, me dio la mejor definición de lengua madre. Le había preguntado en qué legua soñaba, contaba y pensaba. Él me dijo "en gallego, en qué voy a hacerlo, si el gallego es la lengua con la que me dio de mamar mi madre". Le encantaba hablarme de la poesía de su tierra y me dijo que sus libros serían para mí cuando no estuviera.

Una vez estuve en Galicia. Era tan chica que no me acuerdo de nada. Sin embargo, siento que me crió en Galicia. A tal punto amaba su tierra y hablaba de ella que siempre pensé que no podría nunca irme a vivir a otro país porque ya sufrí mucho el desarraigo de él. A tal punto amaba a su tierra y hablaba de ella que el día que se murió lo primero pensé es que se había muerto Galicia.

miércoles, 4 de mayo de 2016

En 1999, pisé por primera vez Filo. Iba para abogada, pero un amigo me dijo que, como me gustaba escribir, tenía que seguir Letras. No lo pensé. Le hice caso.

Me espantó casi todo lo que vi. Pero terminé el CBC. Etapa superada. Al ingresar a la carrera, me espanté más. La burocracia, sobre todo. Las vueltas para conseguir cosas. Las fotocopias del CEFyL mal hechas. Cuando terminé, que me faltaba una firma en acta y a perseguir a la docente para que firmara.

Podría citar mil recuerdos en cada una de las partes de esa facultad. Soy tan mayor que tuve a Sileoni, nuestro ex ministro de educación, de profe. También, recuerdo estar en clase de Sociología al día siguiente del accidente de Lapa. El 11 de septiembre de 2001, luego del ataque a las torres, tuve clase pública (como ahora, ¿viste?) en Primera Junta bajo una garúa finita. En el mundial del 2002, tuve clases durante el partido Argentina-Inglaterra. Salía de clase de griego cuando me enteré de lo de Kosteki y Santillán, sin celular, solo pensaba en llegar rápido a casa para ver si mi hermano, el militante, estaba bien. Gracias a Filo, hoy, tengo una hermosa ahijada, porque ahí conocí a Noelia, con quien tenemos recuerdos muy fumones (¿te acordás del día que el viejo nos dijo si veniamos del Olimpo o algo así?).

Mi amor por el Quijote no me llegó por Filo, no. Me llegó por mi papá, pero Filo me llevó a construir una relación casi patológica con él (quijote, no con mi papá).

Cuando entré, decían que la cerraban o que se iba a arancelar. En 2001, recuerdo las mismas situaciones. Casi pierdo el segundo cuatrimestre por tantos paros. Lo peor fue ver compañeros que dejaban de ir a la facu porque no tenían un mango ni para el colectivo.

Tuve profesores excelentes y de los otros. Pero prefiero recordar a los excelentes. No quisiera olvidarme de ninguno y, quizás, con una lista peque de injusta. Pero voy a pecar. Arranco por la alegría que me da haber tenido de profe a un gran escritor argentino como Martín Kohan, tan buen profesor como escritor; Juan Diego Vila; Melchora Romanos; Gonzalo Aguilar, Mariano Rodríguez Otero, Lucas Margarit; Pablo Cavallero; Funes (un gran amor).

Amo ese lugar y amo la locura de esa gente. Gracias a los que nombré y a otros tantos hoy soy docente, tengo trabajo, me gano la vida con lo que ellos me enseñaron. Además de eso, me enseñaron lo más valioso que podían darme y que no me dio la escuela: me enseñaron a pensar.

No puedo menos que decir que quiero una UBA pública y gratuita, un boleto estudiantil para que todos puedan seguir yendo a estudiar (muchos hacen grandes esfuerzos como pasarse un dia entero en la facu sin comer para no gastar dinero que no tienen), y que a esos docentes, a esos grandes docentes, les paguen lo que corresponde, que los valoren como debe ser.