Ensonnacionesmarianas es un blog abierto a la reflexión propia y ajena sobre cualquier tema sobre el que deseemos pensar. El ensueño tiene que ver con la idea antigua del sueño como camino al conocimiento (por ejemplo, El primero sueño de Sor Juana).

F(h) Consultora en PYMES y ONGs

lunes, 29 de julio de 2013

Mi casa, mi pueblo, la soledad

Cuando uno viaja, tiene la posibilidad de encontrarse con lo más interno de uno y de conocerse.

En mi estadía en Rosario, conseguí el cd de Carlos Nuñez Alborada do Brasil y comprendí, finalmente, por qué mi papá tenía cierto romance con Brasil y por qué yo también. Carlos Nuñez explica que ese país es un poco como el paraíso al otro lado del mar para los gallegos, ya que, entre otras cosas, comparten una lengua muy similar. En sus propias palabras "Brasil siempre ha sido para los gallegos una patria secreta donde desaparecer (...) En Brasil vive nuestro pasado y quién sabe si nuestro futuro... Allí está sin duda, el paraíso que los celtas buscaban tras el sol poniente y que algunos encontraron...". Creo que con eso tiene que ver la insistencia de mi papá en que me fuera a vivir a ese país, sin importar el lugar.

De algún modo, creo que nuestra historia no comienza con nuestro nacimiento, sino siglos y siglos atrás, que tenemos una conexión con nuestros antepasados y que, de un modo u otro, no podemos evitar continuar viajes y destinos trazados.

En cierta forma, mi viaje me hizo entender eso que dice Sánchez Drago de que los nómades tienen una casa y que esa casa es el viaje. Sigo completando una travesía iniciada por otros. Eso explica, por ejemplo, que desde hace 22 años me sienta turista en Buenos Aires y tenga la rara sensación de que un gigante me devora cuando entro a la ciudad, y que todo se acelera como en la música del Chango Spasiuk. Eso explica, también, que al entrar esta última vez (siempre habrá un próximo viaje) haya pensado que tener mascotas es el modo que tengo de obligarme a volver a esta estación y no quedarme por el mundo dando vueltas, es el modo de hacerme creer que soy Dorothy de regreso.

Sin embargo, uno solo puede regresar al origen y yo no sabría cuál de todos es. Si los pies descalzos en Posadas, tierra con la que tengo la cuenta pendiente de aprender guaraní porque, según mi padre, tenía que saber la lengua de mi tierra (los gallegos y su madre, los gallegos y su tierra); si la muralla de Lugo, si Selorio, si Buenos Aires... Nunca sabré cuál fue el comienzo de la travesía ni cuál será el próximo destino.

Y, entre todas estas orillas, me di cuenta de que hay una que no pertenece a mi trayecto original, sino al prestado, que se me anuda en la garganta y que me hace llorar cada vez que encuentro a alguien que nació o vivió allí, Durango.


viernes, 19 de julio de 2013

domingo, 7 de julio de 2013

Las casualidades de mi vida (o no me gano nunca una puta rifa, salvo hoy)

En el verano del 2010, soñé con la Yaya. Entre otras cosas, me decía que iba a tener una hija que se iba a llamar Paula del Alba porque debía llamarse como ella (deformaciones de los sueños, ella era Dolores). En agosto de ese año, soñé que realizaba una investigación sobre la península ibérica que, en algún momento, se había llamado Jai. Al levantarme, googleé la palabra y me salía que era vasco, y que significa "fiesta". Decidí anotarme en un curso de vasco, me dije que la Yaya me estaba pidiendo que me acercara a ella. Lo hice. El curso comenzó el 10 de agosto de 2010. El día 12 (día de mi cumpleaños), me llamó Teresa para darme los datos del colegio para que me presentara por las horas vacantes de lengua.

Hoy, mi mamá preparó unos calamares para Euskaltzaleak, así que me dije que tenía que ir porque si no comía yo sus calamares era sospechoso. No suelo ir y nunca en la puta vida gano rifas. Me tenté igual y compré números porque era un libro. No tenían mis números (12, 8 y 81) que son los de mi fecha de nacimiento. Así que fui por el 44 y el 59: el año en que nació mi mamá y el año en que llegó a la Argentina. Y salió el 59.

Al llegar a casa, pensé que esto es una señal de alguien más porque, como buena gallega, creo en las meigas, en los espíritus y en todas esas cosas. En el año 59 no solo llegó mi mamá, además conoció a la Yaya por cuestiones obvias, era la mujer de su papá. Digamos que en el 59 nos "emparentamos" con los vascos. Gracias al 13 de febrero del 59, día en que mi mamá llegó, tengo recuerdos de mi infancia con la Yaya diciéndome los números en vasco para dormirme.

Mi mamá hoy no fue, pero hizo la promesa de ir la próxima topaketa. Esto me recuerda un sueño que tuve hace un año más o menos en que mi mamá cocinaba en la misma olla que cocinó hoy, cocinaba un guiso o algo muy humeante y yo le decía "¿venís conmigo a ver a la Yaya?" y ella me respondía que no podía, que tenía muchas cosas para hacer. Y fui yo sola. La Yaya vestía de negro, estaba más joven de lo que la llegué a conocer yo, hermosa, como solo la muerte puede devolvernos. La vi y le dije que mi mamá y mi hermana en ese momento no habían podido ir a visitarla y me dijo "no te preocupes, ya van a venir". Quién dice, a lo mejor, mi mamá va a verla en la próxima topaketa, las que siempre resultan ser una fiesta (jaia).