Ensonnacionesmarianas es un blog abierto a la reflexión propia y ajena sobre cualquier tema sobre el que deseemos pensar. El ensueño tiene que ver con la idea antigua del sueño como camino al conocimiento (por ejemplo, El primero sueño de Sor Juana).

F(h) Consultora en PYMES y ONGs

sábado, 22 de octubre de 2011

El que tiene fama carga la lana.

domingo, 9 de octubre de 2011

"(...) en cierto modo, él era el tiempo (...)", Sudeste, Haroldo Conti

Mi relación con Haroldo Conti (porque uno forja una relación con los escritores que admira) comenzó cuando cursaba con mi colega y amiga, Noelia, Problemas de Literatura argentina. Llegué a esa materia por mi ansiedad por recibirme y era justamente PD (promoción directa). Saltear un final era lo que más deseaba, me acercaba más a la meta con esa cinta que dice "Final" a la que uno llega corriendo exhausto, pero con los brazos abiertos por la felicidad.

Entre mate y mate, mi amiga tomaba apuntes y yo cebaba, comía y le decía "cerrá los ojos y escuchalo a Romano, decime si no pareciera que Gillespi nos está hablando de literatura argentina". Luego, yo copiaba sus notas y leía lo que correspondía en casa. Recuerdo que ese cuatimestre había sido complicado, como casi todos los segundos cuatrimestres en la facu, siempre cargados de paros y de anuncios apocalípticos sobre que nos quieren privatizar la universidad. Había habido algunos recortes en el programa, recuerdo nunca haber leído El frasquito, por ejemplo. Y recuerdo que la profesora había encontrado una relación lésbica en Las ratas, algo que era producto de su imaginación, sin dudas. Recuerdo que en el parcial me saqué la misma nota que Fernando, alias Willy baterola, que era un vago, pero para la profesora poseía una cualidad que yo no, ser el ahijado del profesor.

Para la monografía, teníamos que elegir un libro del programa y seleccioné Mascaró, el cazador americano porque había seleccionado previamente Crisis como revista de mi interés. Al principio, la lectura me resultó engorrosa hasta que vi más allá y el arte en esas páginas me contagió la alegría y la liberación. Desde ese entonces, luego de haber leído entrevistas de Conti, me apasioné como siempre hago con lo que me agrada, es decir, me convertí en una fundamentalista.

No volví a leer nada de él hasta que, cuando cursaba Didáctica Especial con mi compañera de ruta (éramos las chicas de aros grandes para la profe), nos dieron una serie de cuentos para leer, entre ellos, "Las doce a Bragado" y quedé maravillada. Recuerdo que teníamos que elegir un par que hipotéticamente daríamos en la escuela y fundamentar. Le dije a la profe que me había fascinado, pero que había mucha nostalgia por el pasado y que los adolescentes no conocían aún eso, que se aburrirían fácilmente. Ese mismo año, hice mis prácticas en el Normal 9 y mi hermano me dijo que allí había trabajado Conti, dato que no corroboré nunca, pero me gustó la idea de saber que pisaba sobre sus pasos, sobre los pasos de Mascaró.

Pasó el tiempo, me recibí. No leí nada más de Conti. Me dediqué a varias cosas hasta que cinco años después de haberme recibido entré a trabajar como profe en el Colegio Manuel Belgrano. Este año, me detuve a leer una placa y vi su nombre y supe que había trabajado allí. No puedo explicar cómo me sentí al saber que pisaba sobre sus pasos, que esas paredes lo habían oído. Y me dije tienen que saber de esto mis alumnos porque, más allá de lo que los pueda entretener o no, la vida me llevó a sentirme en la obligación moral de que conozcan a un escritor que pasó por el colegio.

Años después de haber dicho que no le daría a leer Conti a un adolescente, debo transformar esa negación en la afirmación más categórica. Y, para ello, decidí ir en su búsqueda y conocer más de él. Leer un poco más, conocerlo. Y fui a una librería ayer y le pregunté el precio de tres libros a una de las chicas que trabaja allí y me sonrió y me dijo que Conti es su autor argentino preferido. Y él nuevamente estaba en mi camino.

De él me diferencio profundamente en él amor por la naturaleza que tenía y su poco gusto por tener que trabajar como profesor. Yo soy lo opuesto. Me sentí unida a él cuando oí que él decía que no le gustaba Buenos Aires, que no quería a Buenos Aires y en aquello de que los libros que escribía lo hacía como vida que vivía y no como monumento literario que dejaba.

Comencé contando esto desde mis recuerdos, porque el maestro en escribir sobre el pasado-recuerdo, construir una memoria, la propia, y darle vida al tiempo era él, sin dudas. Contar esto desde el recuerdo es solo querer homenajearlo, aunque no lo haga como él.

Una semana después de su desaparición, Galeano escribía "¿Andar duele? Al final del recorrido no está la eternidad sino nosotros. No te detengas. No te vayas a caer, que te andamos precisando. El río se vuelca en la gran vertiente y moja y abraza las islas solitarias. Así nos dan tus palabras agua y calorcito. ¿Está muerto? Quién sabe. Hoy hace una semana que lo arrancaron de su casa. Le vendaron los ojos y los golpearon y se lo llevaron. Tenían armas con silenciadores. Dejaron la casa vacía. Robaron todo, hasta las frazadas. Los diarios no publicaron una línea. Las radios no dijeron una palabra. El diario de hoy trae la lista completa de las víctimas del terremoto de Udine, en Italia. Hoy Marta me estrujó llorando, y me dijo: "Dame fuerzas". Ella estaba en la casa cuando ocurrió. También a ella le habían vendado los ojos. La dejaron despedirse y se quedó con un gusto a sangre en los labios. Hoy hace una semana que se lo llevaron y yo ya no tengo cómo decirle que lo quiero y que nunca se lo dije por la vergüenza o la pereza que me daba".

Y ya hace muchos años que se lo llevaron y lo seguimos necesitando. Y yo no tengo cómo decirle que lo admiro. Pero, en cierto modo, él era el tiempo y volver a sus libros es revivirlo.

No te detengas Haroldo, no te vayas a caer, que te andamos precisando.

sábado, 1 de octubre de 2011