Este año, aprendí una lección muy importante que es saber acompañar a alguien en su muerte, que es casi tan importante como acompañarlo en su vida. Porque todos los momentos anteriores se condensan en esa agonía, porque todo el amor se congrega en esos momentos.
Y porque lo aprendí a transitar con el dolor que requiere la situación, pero sin padecerlo porque supe amar hasta el final. Por esto es que puedo hoy sentirme bien ante esa muerte, ante esa ausencia que aún duele y puedo decir que agradezco haberla conocido.
Ojalá la reencarnación exista y el mundo vuelva a juntarnos.