En asunciones presidenciales e incluso en apertura de legislativas, siempre intenté pasar el corte del Congreso para ir a pasear con el perro. En ocasiones me dejaron, en otras no. Pero siempre el personal de la policía, quizás porque notaban que era vecina del barrio, me repondió con la mayor cortesía o bien dejándome pasar o explicándome por dónde ir a la plaza.
En las legislativas de este año, dos cosas me prendieron la alarma. Una ver camiones del Ejército. La otra es que los cortes arrancaban desde Sarandí. A eso, agregarle que se paseaban por el barrio en motos en clara demostración de fuerza.
Ayer, quise hacer lo mismo. El gendarme me habló en un tono de mierda cuando pasé la valla. Apelé a la gendarme porque el personal femenino siempre se enternece más con perros. Su respuesta fue super educada, pero lo que más me encendió la alarma es que ella respondía con miedo. Porque sí, porque hay gente que entra a la gendarmería por una casa y un laburo asegurado y se encuentran, un día, a los tiros en plena ciudad. Eso me dio la idea de que no tenía que salir de casa.
Alrededor de las cinco, aunque seguían corriendo gente para el lado que va a 9 de julio, saqué al perro. No solo se escuchaban los helicópteros, sino que, además, se sentían entre nosotros presencias que no eran del barrio. Tuve la sensación de gente de civil dando vueltas.
A la noche, no fui a cenar con unas amigas para llegar temprano a casa porque supe de detenciones arbitrarias (si es que alguna no lo fue) en la zona del anexo. Quise llegar rápido y guardarme. Sí, como si mi barrio estuviera sitiado. Cuando supe que la gente del anexo fue amenazada por gendarmes al verlos sacar fotos de lo que estaba pasando, entendí que el tipo que me chistó desde adentro del anexo el miércoles, cuando me puse a sacar fotos, me quería decir que me cuidara, que no fuera boluda, que no sacara fotos.
En la vida, pensé que esto iba a pasar. Y me dirán, pasó el 2001 y lo viste de cerca. Juro que no había tanto personal de las fuerzas en la calle. Nunca vi esos chalecos, ni esas armas. Nunca vi a tantos. Nunca.
Y todavía hay periodistas que desvían la mirada y que se atreven a echarles la culpa a los diputados que reclamaban por la represión que se daba afuera.