En el verano del 2010, soñé con la Yaya. Entre otras cosas, me decía que iba a tener una hija que se iba a llamar Paula del Alba porque debía llamarse como ella (deformaciones de los sueños, ella era Dolores). En agosto de ese año, soñé que realizaba una investigación sobre la península ibérica que, en algún momento, se había llamado Jai. Al levantarme, googleé la palabra y me salía que era vasco, y que significa "fiesta". Decidí anotarme en un curso de vasco, me dije que la Yaya me estaba pidiendo que me acercara a ella. Lo hice. El curso comenzó el 10 de agosto de 2010. El día 12 (día de mi cumpleaños), me llamó Teresa para darme los datos del colegio para que me presentara por las horas vacantes de lengua.
Hoy, mi mamá preparó unos calamares para Euskaltzaleak, así que me dije que tenía que ir porque si no comía yo sus calamares era sospechoso. No suelo ir y nunca en la puta vida gano rifas. Me tenté igual y compré números porque era un libro. No tenían mis números (12, 8 y 81) que son los de mi fecha de nacimiento. Así que fui por el 44 y el 59: el año en que nació mi mamá y el año en que llegó a la Argentina. Y salió el 59.
Al llegar a casa, pensé que esto es una señal de alguien más porque, como buena gallega, creo en las meigas, en los espíritus y en todas esas cosas. En el año 59 no solo llegó mi mamá, además conoció a la Yaya por cuestiones obvias, era la mujer de su papá. Digamos que en el 59 nos "emparentamos" con los vascos. Gracias al 13 de febrero del 59, día en que mi mamá llegó, tengo recuerdos de mi infancia con la Yaya diciéndome los números en vasco para dormirme.
Mi mamá hoy no fue, pero hizo la promesa de ir la próxima topaketa. Esto me recuerda un sueño que tuve hace un año más o menos en que mi mamá cocinaba en la misma olla que cocinó hoy, cocinaba un guiso o algo muy humeante y yo le decía "¿venís conmigo a ver a la Yaya?" y ella me respondía que no podía, que tenía muchas cosas para hacer. Y fui yo sola. La Yaya vestía de negro, estaba más joven de lo que la llegué a conocer yo, hermosa, como solo la muerte puede devolvernos. La vi y le dije que mi mamá y mi hermana en ese momento no habían podido ir a visitarla y me dijo "no te preocupes, ya van a venir". Quién dice, a lo mejor, mi mamá va a verla en la próxima topaketa, las que siempre resultan ser una fiesta (jaia).
Hoy, mi mamá preparó unos calamares para Euskaltzaleak, así que me dije que tenía que ir porque si no comía yo sus calamares era sospechoso. No suelo ir y nunca en la puta vida gano rifas. Me tenté igual y compré números porque era un libro. No tenían mis números (12, 8 y 81) que son los de mi fecha de nacimiento. Así que fui por el 44 y el 59: el año en que nació mi mamá y el año en que llegó a la Argentina. Y salió el 59.
Al llegar a casa, pensé que esto es una señal de alguien más porque, como buena gallega, creo en las meigas, en los espíritus y en todas esas cosas. En el año 59 no solo llegó mi mamá, además conoció a la Yaya por cuestiones obvias, era la mujer de su papá. Digamos que en el 59 nos "emparentamos" con los vascos. Gracias al 13 de febrero del 59, día en que mi mamá llegó, tengo recuerdos de mi infancia con la Yaya diciéndome los números en vasco para dormirme.
Mi mamá hoy no fue, pero hizo la promesa de ir la próxima topaketa. Esto me recuerda un sueño que tuve hace un año más o menos en que mi mamá cocinaba en la misma olla que cocinó hoy, cocinaba un guiso o algo muy humeante y yo le decía "¿venís conmigo a ver a la Yaya?" y ella me respondía que no podía, que tenía muchas cosas para hacer. Y fui yo sola. La Yaya vestía de negro, estaba más joven de lo que la llegué a conocer yo, hermosa, como solo la muerte puede devolvernos. La vi y le dije que mi mamá y mi hermana en ese momento no habían podido ir a visitarla y me dijo "no te preocupes, ya van a venir". Quién dice, a lo mejor, mi mamá va a verla en la próxima topaketa, las que siempre resultan ser una fiesta (jaia).
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