"Ir a misa no era de hombres". Eso leí en Las tres bodas de Manolita de Almudena Grandes. Fue instatánea la aparición de imágenes en mi cabeza: mi papá con su ambo celeste dejándonos en la puerta de la iglesia, mi papá al fondo en todas las fotos de mi bautismo, mi papá no yendo nunca a misa y, al mismo tiempo, no soportar que se hablara mal de Dios.
Y es que la cultura la llevamos en las venas, corre por dentro. Él no iba a misa, no iba a la iglesia, no creo que rezara, pero siempre, siempre, los domingos de Pascua, las navidades y las fechas patrias me llamaba para desearme feliz día.
Este es el segundo año en que mi viejo no me saluda, en que no me desea felices pascuas. Fue hoy al despertar que tuve la certeza de que nunca más, por mucho que quisiera, volvería a verlo, que nunca más comería con él y que nunca más podremos decirnos que nos queremos con esa forma tan tosca que teníamos (yo tengo) de querer.
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