La palabra "utopía" podría traducirse literalmente como "no-lugar". Lo más parecido a un "no-lugar" es la patria de un inmigrante (y de algunos hijos también). ¿De dónde son (somos)? Creo que, en general, tienen muy claro de dónde son, pero si uno les preguntara por la patria o el lugar de pertenencia sería más difícil para ellos de explicar.
Mi papá cuando estaba en Galicia quería estar en Buenos Aires o en Posadas y viceversa. De mayor, consiguió tener la ciudadanía argentina sin perder la española y, el día que me mostró su DNI, con mucho orgullo, me dijo "porque soy más argentino que vos". Porque alternaba el voseo, con el tuteo, con el "pibito", con unos cuantos "pelotudo" y con su gallego.
Mi mamá, por ejemplo, que vive con un pie en cada orilla. En Asturias, es Carmen y en Argentina es Mary. En Asturias, congela la comida en la nevera y acá en la heladera. Sobre el uso del lenguaje en ella podría ampliar muchísimo. Sin dudas, cuando nos reta, nos trata de "tú", cuando se relaja de "vos", cuando habla de aprendizajes más primitivos mete palabras asturianas.
De la Yaya no sé decir exactamente qué tierra era su tierra. Aunque supongo que un poco todas. Y de grande encontró en mi hermana y en mí a dos personas a las que contarles cuentos en euskera. Dos personas que, claramente, no la entendían como sí entendíamos a nuestro papá hablar en gallego. Me gusta pensar que ella añoraba algo de su tierra, de la que no recuerdo que me haya hablado, porque siempre nos decía que "etxea" significa "casa". Podría habernos dicho cualquier otra, pero nos decía esa.
La última vez que estuve en una sala de embarque en un aeropuerto me di cuenta de que estar ahí es algo que me encanta y pensé que las salas de embarque son lo más parecido a la patria de un inmigrante, es un claro no lugar: pasaste migraciones, saliste, pero no entraste a ningún lugar, es un limbo, es una cercanía lejana y una lejanía cercana.
Ayer, le dije a alguien que los inmigrantes no tienen lugar. Pero, quizás, los tengan todos... y ninguno. Siempre me costó mucho definirme. Sé por DNI y con orgullo que soy misionera, nunca me presento como "Mariana, de Buenos Aires". Buenos Aires es mi lugar de paso y, sin embargo, es el paso más largo hasta ahora en mi vida. Y lejos de Buenos Aires no sabría qué hacer sin la Plaza de Mayo, sin sus movilizaciones, sin su ruido, sin su tan gallega Avenida de Mayo. Pero soy misionera, aunque no de pura cepa, pero me emociona escuchar al Chango, me reconozco en toda la gente de la zona (Paraguay, Corrientes, Chaco, Formosa) y le digo a la gente de afuera de mi país que las Cataratas no solo son argentinas (perdón, brasileros, de ustedes son algunos saltos), sino que son orgullosamente misioneras, de mi tierra.
Y al mismo tiempo me identifico como gallega y como asturiana. De hecho, creo que me identifiqué con eso antes que identificarme con la argentinidad. Como al paso, cuento que mi papá me anotó antes en el consulado español que en la Iglesia (creo que tenía cuatro días de nacida y ya era española). Digamos que de chica era una gallego-asturiana con acento misionero que amaba (y ama) andar en patas por la vida, como dice el Chango, "pynandí".
Y, al final, cuando pienso estas cosas, pienso que de Galicia y Asturias conozco lo que me contaron, conozco una historia, una historia como las que me contaba la Yaya en euskera: un cuentito. Las palabras de mi papá construyeron algo, las de mi mamá otro algo y yo lo mezclé con tierra colorada.
Es decir que ese no-lugar, quizás, en el único lugar real que exista sea en palabras, sea en lenguas diferentes, en acentos diversos, en morriñas varias, en amores que se fueron, en amores que vinieron...
Creo que el resto de la vida seguiré preguntándome cuál es mi lugar, de dónde soy o queriendo ser de todos los lugares que amo un poco, como lo fue mi papá, como creo que lo es mi mamá. Saliendo de mi adolescencia escuché una canción de Drexler que me explicó un poco mi confusión, la letra dice "yo no sé de dónde soy, mi casa está en la frontera". Y creo que mi casa imginaria siempre quedará en la frontera sin poder decidir para qué lado cruzarla.
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