Hace tres años, era jueves. Yo me levantaba temprano para ir a un parcial de Antropología y fue abrir los ojos y tener la certeza de que mi papá había muerto. Pensé qué era lo más correcto, si empezar a llamar o ir a rendir, y supe que a él le hubiera gustado que diera el examen y que me sacara diez (fue un 9, esa vez tampoco te traje un diez).
Al volver a casa, me dio la noticia mi mamá y esa tarde llovió, como no podía ser de otro modo. Buenos Aires despedía al gallego con lluvia.
Desde entonces, no lo escucho rezongar, ni decir "muy boludo es", "manda ó carallo" ni me llama los domingos para saber qué voy a comer.
Era poco cariñoso, y directo. Recuerdo que seis días antes de morir, me llamó por teléfono para despedirse porque sabía que iba a morirse. Me dio mucha bronca en ese momento que hiciera eso y, sin embargo, ahora, sé que mi modo poco diplomático y directo de decir las cosas lo heredé de él.
Siempre estará en mí de algún modo, lo sé.
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