Barataria era un país habitado por títeres. Como el lector sabrá, estos no poseen vida, sino que representan cuando alguien lo desea. Un día, en la capital de Barataria, decidieron trasladar al muñeco mayor. En su época, había sido el protagonista en todas las representaciones, pero lo sacaron de escena cuando su trajecito estuvo un tanto raído. Había sido famoso por su mueca con los labios, primero a izquierda y luego a derecha. Pero, como había sido importante, a cada tanto, los demás títeres tenían la costumbre de sacarlo a pasear dentro de su caja. Y era tan importante el muñeco que, aun sin una mano dentro y sin salir de su caja, hacía las mejores representaciones, era ovacionado y todos deseaban una foto con él, incluso, los que nunca lo habían visto representar.
Sin embargo, ese día del que hablamos, algo salió mal. La caravana iba hacia el teatrito, la música era alegre, todo era una fiesta... era lo que se dice un día titerezco. Las imágenes mostraban gente agolpada para la foto, peluquitas recién peinadas, trajecitos remendados y algunos que se abrazaban al pasar a la caja. De repente, la caravana se detuvo. Más allá, en el escenario, lo bello se tornó violento. Quienes daban vida a los muñecos deseaban ser los protagonistas de esa jornada y, por ello, la lucha entre compañías comenzó. Nadie sabe cómo ni de dónde salió el guión, pero lo cierto es que ambas conciliaron posiciones y la función de ese día se llamó La toma de la Pastilla. Los palos volaban, unos muñecos peleaban con otros y, mientras tanto, en la caravana, se preguntaban por qué la función era otra, por qué no los habían aguardado. Decidieron, entonces, esperar a que la función terminara y, en ese ínterin, algunos preguntaban "¿qué hacemos con el muñeco?". Hasta que la función terminó o eso creyeron, y la caravana llegó. Sin embargo, los que participaban de ella no habían tenido en cuenta que algunas obras tienen entreactos y que, en las farsas, hasta lo trágico puede tornarse cómico.
Sin embargo, ese día del que hablamos, algo salió mal. La caravana iba hacia el teatrito, la música era alegre, todo era una fiesta... era lo que se dice un día titerezco. Las imágenes mostraban gente agolpada para la foto, peluquitas recién peinadas, trajecitos remendados y algunos que se abrazaban al pasar a la caja. De repente, la caravana se detuvo. Más allá, en el escenario, lo bello se tornó violento. Quienes daban vida a los muñecos deseaban ser los protagonistas de esa jornada y, por ello, la lucha entre compañías comenzó. Nadie sabe cómo ni de dónde salió el guión, pero lo cierto es que ambas conciliaron posiciones y la función de ese día se llamó La toma de la Pastilla. Los palos volaban, unos muñecos peleaban con otros y, mientras tanto, en la caravana, se preguntaban por qué la función era otra, por qué no los habían aguardado. Decidieron, entonces, esperar a que la función terminara y, en ese ínterin, algunos preguntaban "¿qué hacemos con el muñeco?". Hasta que la función terminó o eso creyeron, y la caravana llegó. Sin embargo, los que participaban de ella no habían tenido en cuenta que algunas obras tienen entreactos y que, en las farsas, hasta lo trágico puede tornarse cómico.