Caminábamos al lado de unas vías de tren, había muchos árboles. Nos separaban de las vías esos alambrados en rombos y había partes agujereadas. Era una tarde oscura, más o menos eran las siete. En la vereda, había muchas bolsas negras de consorcio y ella abrió una. Estaba el cadáver de Gustavo, alguien lo había matado. A ella le gustaba su campera, se la sacó y tiró la bolsa a las vías. Le pregunté por qué hacía eso y me respondió que todas esas bolsas estaban ahí porque la gente que cometía asesinatos, para borrar las pruebas, las tiraba para que el tren terminara de triturar los cuerpos. Y seguimos caminando y le dije, bastante preocupada, que la campera tenía una mancha de sangre y que podían averiguar que ella había tirado la bolsa, aunque ella no lo hubiera matado. Y me decía que me calmara. Después, como en otra escena, me ayudaba a elegir ropa, no sé si para escapar.
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