Hoy, es el cumple, más bien sería, de mi Yaya. Cómo rendirle homenaje a alguien a quien no veo hace mucho tiempo, sólo pensando en ella.
Uno tiende a creer que la gente que muere no está más o piensa que está por puro consuelo. No puedo decir que ella está o no porque no puedo verla, pero sí, que el haber intentado acercarme de alguna forma a ella hizo que las cosas en mi vida fueran cambiando.
Cuando crecemos, solemos dejar por algún lado tirada la inocencia, la espontaneidad, las risas y los juegos para calzarnos el traje de formalidad. Hace un año, tengo la idea de recuperar mi niñez, es decir, recuperar aquello que me hacía feliz cuando era chica.
Si bien siempre tuve la idea de estudiar todas las lenguas que se hablan en la península ibérica, nunca lo había llevado a cabo. Era más un decir que un hecho. Hasta que el verano pasado el deseo de estudiar vasco apareció de nuevo. No sé por qué. Pasó medio año y, en julio, volvió el deseo. Le dije a mi mamá que fuera a averiguar al Laboratorio de Idiomas, donde siempre estudio yo y le dijeron que ese cuatrimestre no habría clases de vasco. Dejé de lado la idea y, una noche, soñé que estaba haciendo una investigación sobre los moros en España para una materia de la facultad y lo que se me aparecía claro en el sueño era que a esa parte de España la llamaban "JAI España". Al despertar, googleé la palabra "jai" y me salió que era una letra hebrea o "fiesta" en vasco. Supongo que la memoria de los seres humanos es insondable y supongo que en el cuento que nos contaba la Yaya de chicos ella diría esa palabra, no lo sé, porque yo me imaginaba algo cuando ella hablaba en esa lengua que no comprendíamos.
Entonces, busqué en google lugares para estudiar euskera en Buenos Aires y me anoté. Finalmente, supe que era la misma gente que daba los cursos en el Laboratorio y, en la primera clase, la profesora suplente (no la titular) me comentó que en el colegio en que trabajaba había horas de lengua. A los dos días, me llamó a mi casa para decirme cómo hacer, era el día de mi cumpleaños.
Y comencé a sentir que me conectaba con una parte de mi infancia de nuevo, comencé a acercarme a la Yaya y conseguí trabajo. Estudiando euskera pensé cómo me gustaría bailar la muñeira y vestirme de gallega y, por esas cosas de la vida, este año voy a estudiar euskera en una sede de Xeito Novo. Y conocí gente que nunca pensé que iba a conocer y empecé a darme cuenta que no basta con decir "quiero tal cosa" y esperar. Y, entre otras cosas, me di cuenta que me pinto las uñas de rojo y que, cuando era chica y lo hacía, mi mamá me decía que parecía Lola (la Yaya). Y, como digo últimamente, el euskera me cambió la vida, ahora, hasta me encuentro en charlas familiares defendiendo a los presos políticos y diciendo que no hay vascos franceses y vascos españoles, sino, simplemente, vascos.
Y, hoy más que nunca, siento que la Yaya está cuidándonos a Ale (aunque Ale no quiera escucharla) y a mí, como siempre, jugando con nosotras, acompañándonos como siempre (lo único que espero es que, esté donde esté, no le diga al abuelo "acercate que son tus nietas", aunque supongo que no están en el mismo lugar, la Yaya no se merece tanto infierno).
Hoy, le digo un gran "zorionak" a la Yaya, le pido que me siga acompañando siempre, que la cuide a Ale como cuando le cantaba la muñeca vestida de azul y le prometo que, algún día, mis hijos (de tenerlos) sabrán que en la familia no hubo solo gallegos y asturianos sino también una vasca preciosa como ella.
En este día, la recuerdo con el tango que nos cantaba siempre cuando jugábamos a Grandes valores del tango, danza que comencé a aprender, por otra parte.
Y la que le dedicó, hoy, 2011.