La cabeza de uno no queda así por casualidad. Recordando algunas cosas, me di cuenta de que necesito un psicólogo que indague a ver si tengo algo rescatable.
Cuando era chica, me identificaba mucho con personajes de los dibujitos. Me identificaba diciendo "yo soy fulano" y, ya que este recuerdo me lo trajo He-Man, a lo mejor, viene de "yo soy He-Man". ¡Dios mío! Entonces, empiezo con ese dibujito. Si bien el príncipe Adam me encantaba (hoy, a la distancia, no entiendo por qué), yo era Orco... ¡sí, Orco! ¿Quién en su sano juicio, o que niña mejor dicho, puede identificarse con un enano que vuela, que solo tiene ojos, no tiene pies y cuyo vestido tiene una O?
Pero no era lo único. También, me identificaba con el niño de cobre de Los halcones galácticos. Quiero decir que mi identificación incluía muchas veces a mi familia. Por ejemplo, mi mamá solía decirle a mi hermano "pareces el Quico" y ella era igual a Doña Florinda. ¡Bingo! Teníamos un dominó de animales y, en cada animal, yo veía a algún miembro de mi familia. En Los halcones galácticos, mis hermanos Ale y Leo eran los gemelos Acerino y Acerina, y yo era el niño de cobre. Lo que más me fascinaba de este personaje era que respondiera preguntas al final de cada capítulo y que fuera bochito.
Sandy-bell, Sindi-bell, Lala-bell y todas las bell que vi no me identificaban en nada, aunque esos dibujos y Heidi me fascinaban. Lo mío era la aventura, por eso, quería ser Indiana Jones y el primer libro que leí fue Los caballeros de la mesa redonda.
Benito Bodoque era mi gato en Don gato y su pandilla y, en esta infancia con la cabeza confusa, Mingo y Aníbal contra los fantasmas me daba miedo al punto que, cuando entraba en mi casa, trataba de no encontrar la sombra del ahorcado en la pared.
Sin embargo, de lo que más consumí en la vida, fue de programas infantiles sin repetir y sin soplar: Xuxa, La ola está de fiesta (Flavia), Balá, La isla de los Wittys (Alejandra Gavilanes), Súper súper (Candela), El show de Bibi (made in Paraguay, esta me la tragué cuando dejé danza) y zafé de ver a Chiti Madelaire. Me gustaba cantar y bailar viendo esas cosas, me encantaba ver películas de Palito y pensaba que cuando llegara a la adolescencia estaría cantando con mis amigos por el Rosedal.
En fin, es muy lindo tener esas fantasías, vivir en ese mundo. Eso sí, estos recuerdos, me dicen que haberme identificado con Orco merece algunas sesiones de terapia urgente.
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