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sábado, 19 de noviembre de 2011

Déjate de historias, súbete ahí y cántame una de Silvio...

Debo reconocer, antes de empezar, que no soy su fan.

La pregunta sobre cómo llegué a Silvio tiene dos respuestas. La primera está vinculada con cómo me acerqué a su música. Debo reconocer que mi hermana lo escuchaba cuando éramos adolescentes y me fastidiaba. Pero, años después, escuchando un programa de radio recomendaron el disco de Aute y Silvio en vivo Mano a mano. Me fasciné con Aute y llegué a Silvio.

Este año, me enteré de su venida y decidí ir a verlo para cumplir con mi política de que hay cierta gente a la que uno tiene que ver antes de que pasen a mejor vida para poder contarles a los nietos, algún día, qué maravilloso fue el momento en que vimos en vivo a Plácido, Silvio, Toquinho, Serrat y todos los que sigan. Con esa política, vi el año pasado o el anterior a Aute.

Esperando el comienzo del recital
Yo dije que la pregunta sobre cómo llegué a Silvio tenía dos respuestas y me falta contar la segunda. Ayer, 18 de noviembre se presentó en el estadio de Ferrocarril oeste y, con Claudia, teníamos las entradas desde hacía un mes. Llegó ella a mi casa y el colectivo 84 nos depositó cerca del estadio. Estábamos emocionadas, ella porque esperaba ese momento hacía mucho, yo porque quería ver al mito. Entramos y nos ubicamos en el sector de plateas, nos comimos unas hamburguesas caras, como siempre, y esperamos. No mucho, el recital estaba pactado para 21:30 y solo quince minutos después empezó el concierto.

La primera impresión fue que Silvio es un poco tímido y callado. Cantó canciones de su último disco Segunda cita y, luego, empezó con lo que todos esperábamos. Debo decir que, en el medio, un amigo suyo, cuyo nombre no recuerdo, cantó tres temas. El señor era muy simpático, pero no fue de mi agrado, pero amigos son amigos. También, hubo un invitado que fue Víctor Heredia para cantar “Todavía cantamos”, que fue poco ensayada por lo que se vio (no por Víctor, que la canta siempre).

Con los clásicos, empezaron los coros del estadio y los silencios de Silvio para dejarnos cantar. Amé escuchar en vivo “Óleo de una mujer con sombrero”, cuya poesía es sublime y ni qué hablar de cantar con todos “Ojalá”.

Y, en un momento, el recital terminó, es decir, empezaron los bises y, al mejor estilo Ismael Serrano (¿o será que Ismael copia el mejor estilo Silvio?), volvió varias veces por un par de canciones más. Cuando las luces del estadio se encendieron y la gente comenzó a salir, me quedé perpleja porque“Te doy una canción” no había sonado y le dije a Claudia que esperáramos un poco, que no podía ser eso así. Con las luces encendidas, salió nuevamente guitarra en mano, los que estaban saliendo de las populares comenzaron a entrar al campo y todos los que pudimos terminamos de pie sobre las sillas de plástico que estaban en ese sector, coreando  “Te doy una canción” y sentí que, luego de esas tres horas y cuarto, Silvio se había dejado de historias y se había subido allí para cantarme una de Silvio.

1 comentario:

  1. Fantastico relato... yo tb fui a verlo (a Cba) por eso de que "hay cierta gente a la que uno tiene que ver antes de que pasen (o pasemos) a mejor vida", no conocia todas sus canciones pero fue increible,todavia hoy lo siento como si hubiera sido ayer... me identifique con muchas de las cosas q escribiste, gracias por saber expresarlas!

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