Machado de Assis desbordaba modernidad, se adelantó a las vanguardias por decirlo en modo amplio y grosero. Cuando él escribía, allá por finales del siglo XIX, el modelo literario de la época era el realismo. Se escribía en tercera persona omnisciente, es decir, un narrador que todo lo sabe y sabe tanto que puede describir todo con lujos de detalles, incluso, los pensamientos de las personas.
Machado fue criticado por Eça de Queiroz, escritor portugués que se atenía a las normas del realismo. Lo criticaba porque Machado había decidido escribir realismo en primera persona. ¿Cómo era posible, entonces, que reflejara fielmente la realidad? Machado decía que la realidad era eso, lo que cada uno concibe como tal, lo que cada uno ve o percibe o construye. Machado podría explicarles muchas cosas a los periodistas de hoy. Lo que las vanguardias conciben como ruptura a partir de la construcción onírica y de más para la representación de las percepciones sobre el mundo, Machado lo hizo desde el propio realismo, rompió dentro del molde. A Machado, evidentemente, le faltaba una guerra mundial en el medio.
Todo esto viene a que, evidentemente, como lo muestran los personajes de Machado, nadie sabe la realidad como un todo, para cada uno es una construcción diferente que depende de múltiples factores y cada uno la construye con lenguaje que no es igual de una persona a otra.
Muchas veces, me pregunto si mis gatos son realmente como creo que son o si son de un modo en su vida diurna conmigo y de noche son otros.
Jacinta se mostraba semi salvaje cuando recién había llegado a casa, pero, ahora, es un dulce gato doméstico. Sin embargo, por las noches, algo sucede y, al levantarme, el pollo que durante el día no come desaparece y aparecen restos de la basura por el piso. ¿O será León el que hace eso? Porque es León quien rasca mi puerta y no Cuqui como siempre creí, ella se murió y hay alguien que insiste de vez en cuando para entrar. Si esto pasa en mi percepción de los animales, mucho más nos sucede en el plano humano.
¿Quién fue que me despertó el otro día rascando los cables de mi habitación si acá adentro no estaba ninguno de ellos? ¿Acaso el recuerdo de Cuqui, quien definitivamete no va a volver? Dice Haroldo Conti que la muerte es otra vida, otra forma de consistir, no un per saecula definitivo, los muertos son todavía. En algún punto, Cuqui es todavía, mientras viva en mi recuerdo o en el de alguien que pueda contarla. Creo que era Agamben el que decía que siempre quedará alguien para contar la historia.
Releyendo "Las 12 a Bragado", me di cuenta de que recuerdo en la misma forma, los seres aparecen allí de nuevo. No puedo contar la cantidad de veces que sentí el pelaje y las orejitas de Cuqui entre ayer y hoy.
Y del realimo llegué a esto. Y, en fin, es bueno pensar que Haroldo también es todavía, lo leo y siento que me cuenta un cuento, que está ahí en cada palabra.
Muito interessante isso de partir do Machadão e chegar ao cotidiano, ou melhor, ao que podemos captar da realidade cotidiana.
ResponderEliminarGracias, Ricardo.
ResponderEliminarPrecioso todo, querida amiga.
ResponderEliminarComo siempre. Un palcer leer tus perecepciones, tan únicas, tan que dejan pensando.
Veo que hubo cambio de colores también.
Un abrazo.
J