Estoy queriendo aprender a ser tolerante y, para ello, descubrí que es importante descentrarse y entender que cada uno piensa lo que se le antoja.
Ayer, estuve mirando un poco de televisión brasilera y tuve dos momentos que me hicieron pensar una cosa y, hoy, pensándolo mejor, descubrí otra.
Lo primero fue una publicidad sobre tránsito, cuyo lema es "Se beber não dirija, o efeito do álcool passa, a culpa fica para sempre". Me espantó, lo primero que pensé fue que están dando el mensaje equivocado. Las responsabilidades viales lejos están de tener que relacionarse con la culpa, en mi opinión, tienen que ver con prohibiciones ligadas a leyes, es decir, son obligaciones de un ciudadano. La culpa se relaciona con lo religioso y mezclar la esfera religiosa con la ciudadana no me parece ni acertada ni conveniente. No me parece acertada porque, si tratamos de crear conciencia ciudadana desde lo religioso (no tomes porque si matás a alguien vas a vivir con culpa, por ejemplo), después, no hay argumento valedero si uno quiere que las decisiones en el congreso sean decisiones por el bienestar de la ciudadanía y que esas decisiones no estén relacionadas con ningún culto religioso porque, a mi modo de ver, una decisión parlamentaria o política en general no puede ser tomada desde un credo, ya que limita la idea de que una sociedad es un conjunto de diversidades y que no todos tienen que profesar la misma fe o alguna fe y regirse por esos preceptos.
La segunda cosa que me quedé pensando fue a partir de las novelas. Me quedé debatiendo en mi cabeza si tratan de ser realistas y reflejar una realidad o si, en verdad, solo reproducen el modelo de sociedad que desde arriba se quiere establecer. Comencé a pensar que siempre los pobres y los empleados son negros o mulatos o mestizos (digamos, todo aquello que un argentino resume en "negro") y que aquellos que llegan a tener dinero, clase, poder, etc. son los que podríamos decir que se "blanquearon", que tienen una cultura alejada de la cultura original, que pertenecen a la alta cultura y que la sociedad no los percibe como "negros". Para decirlo en modo amplio, el color excede a la piel, se termina vinculando con estatus y, muchas veces, con sentimiento como aquella vez que le dije a una alumna "que las morenas no entramos en el patrón de belleza renancentista" y me miró extrañada. Pero, volviendo al tema de la novela, me puse a pensar si estaba de hecho reproduciendo una realidad en el sentido de reflejarla o si lo reproducía en el sentido, si se quiere, industrial de fabricar un modelo a toda hora para que en la cabeza quede que el negro es porbre y empleado, y el rico es clase media o clase alta. Me espanté. Quise descentrarme y pensar cómo se da en las novelas argentinas y recuerdo que, en los famosos culebrones de los 80 y los 90, había pobres y ricos, pero los empleados no estaban siempre ligados a un color de piel o procedencia. Ahí, mi cabeza trató de contraargumentar con la famosa Carmiña, la empleada que era gallega y, también, pensé en Piel naranja o Amo y señor. En ambos casos, creo que se trataba de novelas realistas porque trataban de representar e, incluso, de incluir actores sociales que aparecían en la sociedad y darles un lugar. Digo creo porque, en estas cosas, todo depende con el cristal con el que se lo mire. Pero de algo estoy segura y es que Piel naranja y Amo y señor no estigmatizó a los paraguayos porque el protagonista y galán lo era, aunque no fuera millonario. También, digo que creo que no reproduce un modelo en el sentido de fabricarlo, ya que no es un modelo que se reproduce constantemente. Convengamos que Argentina es un país en el que la inmigración es constante y la procedencia es rotativa, podría haberse creado un modelo a partir de mostrar que siempre el inmigrante es el que lava los pisos, el portero, la mucama, etc. y, sin embargo, los roles no están fijos en ese sentido.
Esto es un tema más profundo de lo que se puede decir en un blog, se puede debatir horas. Imagino que todos los modelos que uno compra y que a uno le venden, y las concepciones del mundo que uno tiene para poder leerlo luego tienen que ver, en estos casos, con la formación de nuestras identidades de país, ligadas, entre otras cosas, a procesos de independencia.
Cuando le comentaba estas dos apreciaciones a Dulcinea esta mañana, en un acto totalmente egocéntrico, le dije "equivocan el mensaje". Pero me corregí inmediatamente y dije "soy el receptor equivocado". Cuando uno piensa en el circuito de la comunicación siempre tiene que tener presente que los discursos se arman para un determinado público y, evidentemente, yo no soy ese público.
De eso imagino que se trata ser tolerante, de empezar a ver que los otros no están equivocados, sino que ven y piensan diferente. Sin embargo, voy a tener un acto final del más puro egocentrismo: estaría bueno que trataran de cambiar el mensaje.
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