El día comenzó como siempre. Tomé el desayuno, yogur con frutillas. Mientras lavaba las cosas del desayuno, en la mesada de la cocina, apareció una vaquita de San Antonio. Era señal de que el día sería bueno. Antes de salir de casa, me pasé lápiz labial en la boca.
Una vez en la escuela, tuve mucho trabajo como siempre. Sin embargo, tuve tiempo de almorzar. No, carne no, porque soy vegetariana, sino pastas con tuco. Luego de almorzar, al lado de mi cartera apareció una manzana con un cartel: "Esta es la fruta de la pasión. ¿Sabés quién soy?". No. No sabía quién era. Pero miré a mi alrededor y alguien me miraba desde atrás de unos anteojos cortazarianos.
Fui a un aula a dar clases y, luego, volví a sala de profesores. Dejé un momento mis cosas en la mesa para ir al baño y, al volver, encontré una rosa con un cartel. "Yo de nuevo. Te llegará una rosa cada día. ¿Sabés quién soy?". Sin embargo, levanté la vista y estaba sola, no había nadie a mi alrededor... pero... pero en la otra mesa había un par de anteojos olvidado.
Cuando el día de trabajo se terminó, salí de la escuela para volver a mi casa. Al salir, un hombre que usaba anteojos cortazarianos me esperaba. Estiró las manos y, en ellas, estaba su corazón. Mientras hacía esto, sonaba una canción "te cambio tu corazón por el mío para mirarlo y mirarlo". Sorprendida, me llevé la mano al pecho y, al darme cuenta, en ella, estaba el mío latiendo. Miré al hombre, nuestras manos se entrelazaron y comenzamos nuestro camino.