Hace cuatro años, llovía. Me desperté a eso de las 6 porque tenía que
rendir un parcial de Antropología. No bien abrí los ojos, me dije "se
murió pá". A partir de ahí, pensé qué querría él que hiciera si que
fuera a rendir o no. Y, por supuesto, fui a rendir como él hubiera
querido. Eran las 9 y pico cuando salí no había noticias aún de nada,
así que supuse que no habría sucedido nada. A eso de las 10, me llamó mi
mamá porque quería preguntarme algo y me pidió que fuera a la casa. Ese
fue su engaño para poder decírmelo cara a cara y no por teléfono. Había
fallecido hacía poco rato. Yo ya lo sabía. Solo que a la hora que yo
pensé que estaba muerto aún no lo estaba, quizás, no lo estaba del todo.
Me gusta pensar que vino a visitarme, a darme el último adiós y por eso
lo supe.
De las mejores cosas que me dejó fueron su cultura y su orgullo de ser gallego. Lamento que no me haya enseñado a hablar su lengua, aunque a lo mejor es que yo no la aprendí. Para él hablar gallego era un acto de militancia, en cierto sentido. Cada vez que se cruzaba en Buenos Aires o donde quiera con otro como él, nunca hablaba en castellano, aunque su interlocutor prefiriera responder en castellano. No cambiaba la lengua esperando que el otro lo hiciera. Una vez, uno siguió hablándole en castellano y me dijo a mí "este es un gallego de mierda que reniega de su lengua, de dónde vino que me habla en castellano". Era tan fundamentalista de su idioma que con los brasileros también hablaba en gallego, aunque, a decir verdad, no le entendían mucho. Una vez, él, que había ido poco a la escuela, pero un gran estudioso, me dio la mejor definición de lengua madre. Le había preguntado en qué legua soñaba, contaba y pensaba. Él me dijo "en gallego, en qué voy a hacerlo, si el gallego es la lengua con la que me dio de mamar mi madre". Le encantaba hablarme de la poesía de su tierra y me dijo que sus libros serían para mí cuando no estuviera.
Una vez estuve en Galicia. Era tan chica que no me acuerdo de nada. Sin embargo, siento que me crió en Galicia. A tal punto amaba su tierra y hablaba de ella que siempre pensé que no podría nunca irme a vivir a otro país porque ya sufrí mucho el desarraigo de él. A tal punto amaba a su tierra y hablaba de ella que el día que se murió lo primero pensé es que se había muerto Galicia.
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