Ensonnacionesmarianas es un blog abierto a la reflexión propia y ajena sobre cualquier tema sobre el que deseemos pensar. El ensueño tiene que ver con la idea antigua del sueño como camino al conocimiento (por ejemplo, El primero sueño de Sor Juana).
F(h) Consultora en PYMES y ONGs
sábado, 25 de junio de 2011
Lilita no sabe nada del amor
Dice que el duelo por un marido son dos semanas, no seis meses. En ese momento, me pregunté a cuántas personas o seres amó realmente. Estuve mínimo seis meses llorando a un gato, mi gato, y reconozco que a veces recordarlo a él o a la gata de mi hermana me hace un nudo en la garganta.
Cada vez que Lilita dice algo así, no puedo evitar pensar en la mamá de mi amiga, quien enviudó hace un año y un poco porque el dolor y la soledad que tenía esa mujer era imposible de describir porque, aunque uno hablara con ella, siempre la veía sola y sabía que no podía llegar a lo profundo.
Hablar del dolor ajeno gratuitamente me pone de los pelos. Hace 19 años que ocurrió un suceso que empecé a sentir mucho más con el paso del tiempo, quizás, porque fui quitándome de la cabeza la negación al dolor. Si no podía contarle a cualquiera, que es lo mismo que contar con cualquiera, era porque quería que evitaran opinar de lo ocurrido, de mi familia, de mí. Esto último creo que no pude evitarlo ni siquiera con las personas a quienes les confié la situación porque creo que han construído sobre mí la imagen de alguien fuerte, que soporta todo y no es así. Nadie en el mundo soporta todo. Y lo grave de que alguien crea esto es que, en el momento en que lo necesita, no tiene compañía.
Pero, como decía, Lilita no sabe nada del amor si piensa que un duelo, cualquier sea, dura dos semana.
Por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida
Mi madre nació bajo una dictadura y vivió con ella hasta los 15 años, edad con la que se vino a la Argentina. No tuvo muchas oportunidades de saber qué era la democracia porque, en este país, era algo intermitente cual lucecita de Navidad.
Durante mucho tiempo, creyó todo lo que le decían por la tele, hoy, tiene algunos resabios de eso, pero fue modernizando su cabeza en muchas cosas, se abrió a oír.
Sin embargo, y a pesar de cómo vivió su vida, ella me enseñó la libertad y me enseñó a tomar decisiones.
La primera vez fue cuando tenía 5 años recién cumplidos y, como veía que estaba un poco cansada de estar haciendo jardín por segunda vez y veía que en pre escolar me iba a aburrir, se sentó en el sillón, me llamó y me dijo "Mariana, el año que viene, ¿querés hacer pre escolar o primer grado?", respondí sin dudar, quería primer grado.
La segunda vez que recuerdo fue cuando tenía más o menos unos 9 años y me dijo "Mariana ¿te gustaría vivir en Buenos Aires?" y respondí sin dudar, dije que sí.
La tercera vez (ojo, estas son las que recuerdo) me preguntó a qué colegio secundario quería ir y elegí ir al mismo que Ale.
Cuando era adolescente, me dejó la opción de que controlara qué días faltaba al colegio, que fuera responsable por ello y que decidiera si quería salir o no con mis amigas, lo único que debía hacer era comunicárselo.
Decidí mi carrera, mi universidad y veo con todo esto algunas cosas: mis decisiones no siempre son acertadas y siempre respondo sin dudar, si no quieren saber, no pregunten. Además, que la independencia va más allá de que uno sea su propio sostén económico o no, está en las decisiones de las que uno se hace responsable, de hecho, por razones de fuerza mayor, me levantaba para ir al colegio a los 10 años, me vestía, peinaba y me preparaba el desayuno.
Creo que mi madre, muy a pesar de lo que tuvo o a lo mejor por eso mismo, fue la persona que más amor me dio porque me dio libertad, el bien más preciado, diría don Quijote "La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida".
Gracias, má, por regalarme ese tesoro.
miércoles, 15 de junio de 2011
Tenía en su mano la tirita con la muestra de perfume que le dieron en la calle como promoción del día del padre. La aferraba junto con el boleto del colectivo que había sacado un rato antes para poder regresar a su casa.
Un asiento se desocupó, ella se sentó, se acercó la tirita a la nariz, cerró los ojos y aspiró profundo. Su fragancia la inundó y, allí, estaba. No era el hombre más bello que había visto, no, conocía otros con un rostro más armónico. Sin embargo, algo en él hacía que fuera maravilloso. Se acercó para hablar con ella y terminaron riéndose sin parar y sin saber muy bien de qué. Supo que era el hombre que había esperado siempre aun antes de haber charlado con él, una vez hecho esto, no le quedaba ninguna duda. Le prometió que se volverían a ver.
De pronto, ella se dio cuenta de que estaba llegando a destino. Se levantó de un salto, alcanzó la puerta y bajó. Caminando en dirección su casa, arrojó en el primer cesto que vio la tirita y el boleto hechos un bollo. Él ya no estaba.
Al llegar a su casa, su marido la esperaba, no es que hubiera llegado tarde, no. La vio entrar y, al acercarse a saludarla, ella puso su mano en el hombro de él como si pusiera un límite o tomara distancia, reflejos de vivir con un hombre como ese. Él torció su cara en dirección a esa mano, la tomó con la izquierda y se la acercó a la nariz. Olió sus dedos con los ojos cerrados y su rostro se fue transformando poco a poco. Separaba uno a uno los dedos y los olía por separado y, luego, en conjunto, mientras le preguntaba con quién había estado y se los torcía cada vez más provocándole un dolor intenso.
De su cara salían lágrimas y de su garganta sollozos contenidos, de la de él solo gritos e insultos. Ella cerró los ojos, buscando nuevamente a ese otro hombre y se preguntaba por qué, en un acto involuntario, había aceptado esa muestra gratis.
domingo, 12 de junio de 2011
Salud, compañero
Acabo de recibir la noticia de la muerte de Jorge Semprún, un escritor que me fascina, aunque no me haya devorado todos sus libros.
Siempre me resultó complejo leerlo, por lo fragmentario de sus textos, por todas las referencias políticas, filosóficas, poéticas... siempre encontré mucha información acumulada que se me escapaba de las manos, que intentaba atajar, retener, comprender. La vida es fragmentaria, compleja, intrincada, nunca fácil y lineal.
De los libros que leí, tres que valieron la pena, no había un abordaje ficcional, sino que relataba partes de su historia, la mejor ficción que podría haber contado porque, lejos de necesitar escribir para crearse mundos de aventuras, su vida fue una gran aventura, campos de concentración en Alemania, vida clandestina en la España de Franco. Hice el intento de leer uno de sus libros de ficción más conocidos, La segunda muerte de Ramón Mercader, y debo confesar que no me generó lo que los otros, los que hablan de su vida. Tal vez, este sea un buen momento para retomarlo, para darle vida a sus palabras.
Como acabo de escribir en otro lado, esa fue una vida que mereció la pena ser vivida. No sé si vale la pena llorarlo, no creo que su vida haya sido digna del llanto. Por otra parte, no sé si es válido llorar una muerte que sucedió hace unos días.
Sí sé que ya no está más en este mundo y que este señor merece que levantemos una copa en su honor por lo que ha hecho en nombre de la libertad.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)