En qué momento nuestros muertos comienzan a convertirse en un sueño. Cuánto tiempo debe pasar para que pensemos en ellos y dudemos de si fueron reales o si nuestra imaginación los creó, inventándoles un pasado común con el nuestro.
A veces pienso en papá, y me pregunto qué tan real fue. Trato de buscar historias que me haya contado para reconstruir su vida, saber que estuvo allí. Pero me doy cuenta de que, lamentablemente, sé muy poco, de que me cuesta reconstruir muchas partes, ni qué decir de reconstruir sus sentimientos.
Creo que se apartó del mundo para protegerse y no se dio cuenta de que se le escurría de las manos. Fue libre, infinitamente libre y, tal vez, todo lo que sucedió fue el precio de haberlo sido.
Seis meses después, puedo decir que su imagen se está desdibujando, aunque lo siga viendo en el espejo cada día, aunque retorne de la manera más insólita.
¿Fue real? No lo sé. No sé qué tan real era lo que me mostraba de sí mismo, no sé si conocí al Daniel verdadero y nunca lo sabré.
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