Tengo una teoría que carece de datos concretos.
El indicador de que, en mi barrio, se vive mejor que hace algunos años es el crecimiento de la cantidad de perros en los hogares.
Los perros implican un gasto en comida (inversión, mejor dicho, si no, se mueren); pero, además, conllevan cuidados como dos vacunas anuales, desparasitar y pipeta mensual. Gastos alternativos son las enfermedades ocasionales, que hacen que uno vaya al veterinario y, para los que no se atreven a bañarlos, baño y corte de pelo para los lanudos. En el caso de las hembras, una cirugía de castración y, si uno tiene un toque de mala suerte, en la vejez, pueden necesitar otras cirugías (para extirpar tumores, por ejemplo) y/o medicación.
Además, uno debe disponer de tiempo para pasearlo, por lo menos, dos veces al día un mínimo de 30 minutos cada una. Esto hace que, si una persona labura 14 horas diarias, es muy raro que tenga el tiempo para dedicarle a un perro (en este barrio, aclaro, donde no abundan las casas, sino que hay departamentos). Si uno labura 14 horas, lo último que quiere hacer es pasear al pichicho. Con lo cual, intuyo que mis vecinos tienen jornadas laborales más acotadas. También, es cierto que muchos no los pasean ellos mismos, pero tienen el dinero para pagarles un paseador. De hecho, dos indicadores de que los perros del barrio tienen estos cuidados que menciono son la proliferación de veterinarias y la de paseaperros (¡los odio!). Estos últimos pasean a un mínimo de seis perros cada uno y llegué a ver que uno de ellos tiene ayudante. Sí, ayudante, una chica que pasea a los perros más chiquitos.
Por último, en esta zona, abundan los canichotos (sí, canichotos, son muy chotos) que, si bien son perros rata que comen poco, ya implican un gasto en su adquisición misma. Además de que, si observan bien, los dueños de caniches suelen andar bien vestidos, no digo que con lujos, pero siempre con cierto estilo, que no se compra en los lugares en que me compro yo la ropa, sin dudas. Porque, indudablemente, el perro es el reflejo de uno o a la inversa. Un perro como el mío solo puede ir acompañado de un dueño con jean y zapatillas (de once, claro).
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