Despedinme dela de fronte ó mar
ía lonxe pra nunca máis retornar.
A vida é así, un constante ver pasar:
uns veñen e outros van;
uns volven, outros endexamais.
Volveu un día, pero non era máis ela
volveu pálida e fría, sen as súas cores, sen os seus cantos,
sen o seu sorriso, sen o seu pranto.
Cumprín o seu último desexo
de ficar na súa terra, na súa terra de mar
na súa terra de chuvia, na súa terra meiga.
Leveina ó mar co seu traxe de madeira.
Ensonnacionesmarianas es un blog abierto a la reflexión propia y ajena sobre cualquier tema sobre el que deseemos pensar. El ensueño tiene que ver con la idea antigua del sueño como camino al conocimiento (por ejemplo, El primero sueño de Sor Juana).
F(h) Consultora en PYMES y ONGs
domingo, 21 de octubre de 2018
"Ir y quedarse y con quedar partirse"
Lo deseé y sucedió, como pocas suceden. Fue mágico, quizás, sí. Fue esa parte de poesía que, a veces, sucede en la vida.
En febrero, pensé que quería ir a Mendoza (para un curso que estoy haciendo), aunque en ese momento me dijeran que no era posible. Pero fue. Cuando supe que viajaba, pensé que, a veces, los deseos sí se cumplen.
Pero sucedió algo más. Dos días antes de viajar, me puse muy inquieta. Sentía que algo diferente iba a pasar. Y pasó
En febrero, pensé que quería ir a Mendoza (para un curso que estoy haciendo), aunque en ese momento me dijeran que no era posible. Pero fue. Cuando supe que viajaba, pensé que, a veces, los deseos sí se cumplen.
Pero sucedió algo más. Dos días antes de viajar, me puse muy inquieta. Sentía que algo diferente iba a pasar. Y pasó
Rita siempre supo que algo había diferente. Su historia era más antigua de lo que todos pensaban. Y, aunque muy distante en el espacio, cuando sonaba una gaita se transportaba a los bosques del otro lado del océano.
Con el correr del tiempo, algunas cosas fueron despertando en ella. Sensaciones de otro tipo. Pero en sentido equivocado. Como si pudiera escribir historias por anticipado, pero con el final equivocado. Si un lugar se le fijaba en la memoria, algo ocurriría allí con el correr del tiempo, pero nunca sabía cuál sería el motivo que la llevaría ahí.
En algunas ocasiones, los resultados no fueron tan negativos. En otras, hacía las lecturas equivocadas a anticipaciones bastante claras. Las mejores percepciones siempre las tuvo en sueños porque, como le gusta tanto dormir, los pensamientos se dieron cuenta de que era el mejor modo de hacerle saber cosas.
Al principio, eran percepciones leves, lejanas en el tiempo. Sin embargo, llegó un momento en que sus muertos empezaron a ayudarla. "Esto va a pasar, tené paciencia". O saber que debía ir a visitar a un pariente fallecido en sueños y hacerlo. No abandonarlos era su tributo. De hecho, comenzaron a ocurrile una serie de cosas que cualquiera podría decir que eran de mala suerte: trabajos que no se dan, amores que huyen antes de ser amores... Sin embargo, con el tiempo, se enteraba de algo malo había ocurrido en aquellos lugares en que la habían rechazado y con aquellas personas con quienes no sufrió. Supo, entonces, que eran sus muertos tomándola en brazos y llevándola en volandas hacia otro lado.
Llegó un tiempo en que miraba a una mujer y le decía "vas a ser madre" y ocurría. "Vas a ser madre" y ocurría. "Vas a ser madre" y ocurría. Hasta que cierto día, vio a su propio padre y se ahogo en llanto porque supo que moriría. Y ocurrió.
El problema de ella comenzó a ser que ser vedoira no está mal si es para cosas positivas y si es sabiendo un final. Pero nunca puso terminar de tener en claro las cosas que sucederían con ella, como si los presentimientos vinieran fallados, incompletos. Un riesgo.
Y hubo una tercera etapa. El deseo. "No quiero envejecer con fulano a mi lado", decía. Y lo repetía, y lo repetía. Y fulano se fue. "Quiero conocer Oza" y lo conocía. El problema fue cuando, sin pensarlo, deseaba cosas feas, no muy habitualmente, porque al día siguiente su perro amanecía enfermo. Y una voz en su interior le decía "tu habilidad solo existe para cosas buenas".
Con el correr del tiempo, algunas cosas fueron despertando en ella. Sensaciones de otro tipo. Pero en sentido equivocado. Como si pudiera escribir historias por anticipado, pero con el final equivocado. Si un lugar se le fijaba en la memoria, algo ocurriría allí con el correr del tiempo, pero nunca sabía cuál sería el motivo que la llevaría ahí.
En algunas ocasiones, los resultados no fueron tan negativos. En otras, hacía las lecturas equivocadas a anticipaciones bastante claras. Las mejores percepciones siempre las tuvo en sueños porque, como le gusta tanto dormir, los pensamientos se dieron cuenta de que era el mejor modo de hacerle saber cosas.
Al principio, eran percepciones leves, lejanas en el tiempo. Sin embargo, llegó un momento en que sus muertos empezaron a ayudarla. "Esto va a pasar, tené paciencia". O saber que debía ir a visitar a un pariente fallecido en sueños y hacerlo. No abandonarlos era su tributo. De hecho, comenzaron a ocurrile una serie de cosas que cualquiera podría decir que eran de mala suerte: trabajos que no se dan, amores que huyen antes de ser amores... Sin embargo, con el tiempo, se enteraba de algo malo había ocurrido en aquellos lugares en que la habían rechazado y con aquellas personas con quienes no sufrió. Supo, entonces, que eran sus muertos tomándola en brazos y llevándola en volandas hacia otro lado.
Llegó un tiempo en que miraba a una mujer y le decía "vas a ser madre" y ocurría. "Vas a ser madre" y ocurría. "Vas a ser madre" y ocurría. Hasta que cierto día, vio a su propio padre y se ahogo en llanto porque supo que moriría. Y ocurrió.
El problema de ella comenzó a ser que ser vedoira no está mal si es para cosas positivas y si es sabiendo un final. Pero nunca puso terminar de tener en claro las cosas que sucederían con ella, como si los presentimientos vinieran fallados, incompletos. Un riesgo.
Y hubo una tercera etapa. El deseo. "No quiero envejecer con fulano a mi lado", decía. Y lo repetía, y lo repetía. Y fulano se fue. "Quiero conocer Oza" y lo conocía. El problema fue cuando, sin pensarlo, deseaba cosas feas, no muy habitualmente, porque al día siguiente su perro amanecía enfermo. Y una voz en su interior le decía "tu habilidad solo existe para cosas buenas".
En ciertas ocasiones, es necesario que haya alguien que tenga permitido llorar, ni ser el débil, sino alguien que tenga la suficiente sangre y cabeza fría para actuar. Llorar, quizás, en algún momento, cuando nadie te vea.
A los 10 años, sucedió lo inesperado, lo que no entra en tus planes, lo que te los cambia sobre la marcha. Mamá, desde ese entonces, me dijo que era necesario que yo supiera todo. Me llevaba con ella para que escuchara, viera y ayudara. Nunca me dijo "tenés que ser fuerte".
Como en el campo, me agarraba de la mano y me llevaba con ella. Nunca me preguntó "¿cómo te sentís?". Solo me decía qué debía hacer porque la abuela, quien me cuidaba cuando ella no estaba, se olvidaba.
A los 10 años, sucedió lo inesperado, lo que no entra en tus planes, lo que te los cambia sobre la marcha. Mamá, desde ese entonces, me dijo que era necesario que yo supiera todo. Me llevaba con ella para que escuchara, viera y ayudara. Nunca me dijo "tenés que ser fuerte".
Como en el campo, me agarraba de la mano y me llevaba con ella. Nunca me preguntó "¿cómo te sentís?". Solo me decía qué debía hacer porque la abuela, quien me cuidaba cuando ella no estaba, se olvidaba.
miércoles, 21 de febrero de 2018
Día Internacional de la Lengua Materna
Si tengo que hablar de la lengua materna, debo hacerlo desde la paterna: el gallego. Si esa lengua tuvo un defensor ultramarino, sin dudas, fue él.
Una vez, le pregunté en qué lengua soñaba y, con ese ímpetu tan de él (muy parecido al mío), me dijo que cómo le preguntaba eso, que en gallego. En ese momento, me dijo que solo podía hacerlo en la lengua con la que su madre le había dado de mamar. Sí, debería haber sido lingüista o poeta.
En Buenos Aires, si se cruzaba con un gallego, le hablaba en gallego, lógico. Y, si su interlocutor le respondía en castellano, nunca cambiaba de lengua. Cuando el otro se daba vuelta, simplemente, decía que era un gallego de mierda que se había olvidado de dónde había salido.
Me hablaba de poesía gallega (Rosalía, Curros, Pondal). De hecho, me dijo que esos libros eran mi herencia, que era algo así como entregarme su alma.
Cuando estudié portugués, lejos de enojarse me explicaba que era casi lo mismo, que íbamos a poder comunicarnos igual (no me hacía falta el portugués, siempre le entendía cuando me contaba su mundo en gallego).
Cuando le dije que estaba estudiando euskera (vasco), también, pensé que se iba a enojar. Lejos de ello, me incentivó. Era un gran defensor de su lengua propia y de la de los otros.
Indefectiblemente, la patria de uno es la lengua (para los vascos, lo que te hace vasco es la lengua). Es el modo en que aprendiste el mundo, te da las palabras para poder decir lo que te rodea. Y es imposible hacerla en otra. A mí, por ejemplo, me cuesta mucho explicarles a los extranjeros esto del "chamuyo", de "hacer el verso" y otras expresiones tan argentinas.
Mi papá tenía la idea de que la lengua materna es la de la tierra de uno (los gallegos y la madre, los gallegos y su tierra son temas de tesis). Por eso, me insistía con que aprendiera guaraní. Sí, a mí, argentina hija de gallego y asturiana. Porque era la lengua de mi tierra. Me lo decía como si en el castellano yo estuviera expatriada, como creo que le pasaba a veces a él.
No solo soñaba en gallego y hacía las cuentas en gallego. Era la única lengua que le servía para expresar su cariño desde el alma. Lo hacía poco, pero cuando lo hacía era con todo el sentimiento.
Cuando él se murió, sentí que se moría Galicia para mí porque él la recreaba con sus palabras a cada paso, porque lo que tenía de esa tierra era por medio su boca.
No sé gallego. Nunca lo aprendí, aunque pueda leerlo y entenderlo, nunca podré hablarlo. Supongo que es como esa historia de Alberti de que nunca fue a Granada. Hay territorios que uno solo puede explorar de la mano de alguien que los ama, pero, sin ellos, todo eso carece de sentido.
Una vez, le pregunté en qué lengua soñaba y, con ese ímpetu tan de él (muy parecido al mío), me dijo que cómo le preguntaba eso, que en gallego. En ese momento, me dijo que solo podía hacerlo en la lengua con la que su madre le había dado de mamar. Sí, debería haber sido lingüista o poeta.
En Buenos Aires, si se cruzaba con un gallego, le hablaba en gallego, lógico. Y, si su interlocutor le respondía en castellano, nunca cambiaba de lengua. Cuando el otro se daba vuelta, simplemente, decía que era un gallego de mierda que se había olvidado de dónde había salido.
Me hablaba de poesía gallega (Rosalía, Curros, Pondal). De hecho, me dijo que esos libros eran mi herencia, que era algo así como entregarme su alma.
Cuando estudié portugués, lejos de enojarse me explicaba que era casi lo mismo, que íbamos a poder comunicarnos igual (no me hacía falta el portugués, siempre le entendía cuando me contaba su mundo en gallego).
Cuando le dije que estaba estudiando euskera (vasco), también, pensé que se iba a enojar. Lejos de ello, me incentivó. Era un gran defensor de su lengua propia y de la de los otros.
Indefectiblemente, la patria de uno es la lengua (para los vascos, lo que te hace vasco es la lengua). Es el modo en que aprendiste el mundo, te da las palabras para poder decir lo que te rodea. Y es imposible hacerla en otra. A mí, por ejemplo, me cuesta mucho explicarles a los extranjeros esto del "chamuyo", de "hacer el verso" y otras expresiones tan argentinas.
Mi papá tenía la idea de que la lengua materna es la de la tierra de uno (los gallegos y la madre, los gallegos y su tierra son temas de tesis). Por eso, me insistía con que aprendiera guaraní. Sí, a mí, argentina hija de gallego y asturiana. Porque era la lengua de mi tierra. Me lo decía como si en el castellano yo estuviera expatriada, como creo que le pasaba a veces a él.
No solo soñaba en gallego y hacía las cuentas en gallego. Era la única lengua que le servía para expresar su cariño desde el alma. Lo hacía poco, pero cuando lo hacía era con todo el sentimiento.
Cuando él se murió, sentí que se moría Galicia para mí porque él la recreaba con sus palabras a cada paso, porque lo que tenía de esa tierra era por medio su boca.
No sé gallego. Nunca lo aprendí, aunque pueda leerlo y entenderlo, nunca podré hablarlo. Supongo que es como esa historia de Alberti de que nunca fue a Granada. Hay territorios que uno solo puede explorar de la mano de alguien que los ama, pero, sin ellos, todo eso carece de sentido.
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