Rita siempre supo que algo había diferente. Su historia era más antigua de lo que todos pensaban. Y, aunque muy distante en el espacio, cuando sonaba una gaita se transportaba a los bosques del otro lado del océano.
Con el correr del tiempo, algunas cosas fueron despertando en ella. Sensaciones de otro tipo. Pero en sentido equivocado. Como si pudiera escribir historias por anticipado, pero con el final equivocado. Si un lugar se le fijaba en la memoria, algo ocurriría allí con el correr del tiempo, pero nunca sabía cuál sería el motivo que la llevaría ahí.
En algunas ocasiones, los resultados no fueron tan negativos. En otras, hacía las lecturas equivocadas a anticipaciones bastante claras. Las mejores percepciones siempre las tuvo en sueños porque, como le gusta tanto dormir, los pensamientos se dieron cuenta de que era el mejor modo de hacerle saber cosas.
Al principio, eran percepciones leves, lejanas en el tiempo. Sin embargo, llegó un momento en que sus muertos empezaron a ayudarla. "Esto va a pasar, tené paciencia". O saber que debía ir a visitar a un pariente fallecido en sueños y hacerlo. No abandonarlos era su tributo. De hecho, comenzaron a ocurrile una serie de cosas que cualquiera podría decir que eran de mala suerte: trabajos que no se dan, amores que huyen antes de ser amores... Sin embargo, con el tiempo, se enteraba de algo malo había ocurrido en aquellos lugares en que la habían rechazado y con aquellas personas con quienes no sufrió. Supo, entonces, que eran sus muertos tomándola en brazos y llevándola en volandas hacia otro lado.
Llegó un tiempo en que miraba a una mujer y le decía "vas a ser madre" y ocurría. "Vas a ser madre" y ocurría. "Vas a ser madre" y ocurría. Hasta que cierto día, vio a su propio padre y se ahogo en llanto porque supo que moriría. Y ocurrió.
El problema de ella comenzó a ser que ser vedoira no está mal si es para cosas positivas y si es sabiendo un final. Pero nunca puso terminar de tener en claro las cosas que sucederían con ella, como si los presentimientos vinieran fallados, incompletos. Un riesgo.
Y hubo una tercera etapa. El deseo. "No quiero envejecer con fulano a mi lado", decía. Y lo repetía, y lo repetía. Y fulano se fue. "Quiero conocer Oza" y lo conocía. El problema fue cuando, sin pensarlo, deseaba cosas feas, no muy habitualmente, porque al día siguiente su perro amanecía enfermo. Y una voz en su interior le decía "tu habilidad solo existe para cosas buenas".
No hay comentarios:
Publicar un comentario