Me encontré en aeroparque cumpliendo mi sueño de viajar, por fin, alejarme del ritmo infernal de Buenos Aires, ritmo enfermizo al que desearé volver.
Pienso que la última vez que llevé un cuaderno a un viaje fue con el propósito de escribir sobre mi reencuentro sobre Posadas y no pude, reencontrarme con mi ciudad implicaba despedirme para siempre de mi padre.
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En el avión, pienso y re pienso sobre mi viaje, quizás, vaya a encontrarme con el deseo de mi papá, quien amaba Brasil. Pienso que me va a llamar y me doy cuenta de que ya no lo hará, ni ahora ni nunca, pero prometo olvidar esto y disfrutar de todo por él. Muchas cosas hace uno por sus padres cuando intuye que están por morir... muchos mandatos paternos por cumplir.
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Aerolíneas tuvo una puntualidad inglesa. El plan de vuelo era salir 10:55 y fue a la hora exacta en que comenzó a moverse el avión. Al llega a São Paulo, pensé que sería muy difícil viajar a Campinas, me pierdo en mi barrio... pero si algo aprendí trabajando en la Feria del Libro es que los carteles están para ser leídos y así lo hice. Una vez en el micro, encendí mi mp3 y viajé escuchándolo a Ismael. No sé por qué escucharlo en Brasil me suena raro.
Lo llamativo de todo esto fue que de Buenos Aires a São Paulo tardé dos horas diez minutos, y de São Paulo a Campinas casi dos horas.
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Por la noche, con Dulcinea fuimos al cumpleaños de una amiga de ella. Mientras esperábamos en la parada pensé que uno solo puede decir que habla con fluidez una lengua cuando entiende a los niños y a los borrachos. Una señora se sentó al lado de ella y juro que tenía un pedo tan bravo que necesité traductor. Lo más loco que escuché que dijo fue que Dios se acerca de noche y sentimos su olor en la nuca, o algo así y yo pensé que si a lo que ella olía era a Dios, se lo había bebido hasta el fondo.
Ela amava a Deus cara!!!
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