Hace una semana, más o menos, unas estudiantes del profesorado de psicología me hicieron una entrevista. No les sirvieron mucho mis respuestas porque a ellas les interesaba saber mi recorrido en el aprendizaje de ser docente y, como siempre digo yo, en Letras, funciona un 2x1 en títulos, cual Farmacity. Ellas insistieron en saber cómo hacía yo para manejarme, de dónde sacaba herramientas y les dije que de quienes habían sido mis profesores en la vida.
Y hoy me di cuenta de que lo que más aprendí y aprendo de mis docentes es a ser docente. Me encontré en cierto momento diciéndole a un chico, que me había dicho muy convencido que la mayoría de la gente está de acuerdo con la penalización del aborto, "de qué estadística sacaste eso, mostrame datos, como dice un profe mío, al sentido común lo venden en la esquina". Efectivamente, esa fue mi última lección en estas últimas dos semanas.
Pero si me remonto al pasado recuerdo:
A la profe de matemárica del cole, que me enseñó a observar a los alumnos sin ser cargosa, a ser exigente, a ser jodida y buena.
A Daniel Podestá, que me enseñó que hay que exigir lo máximo sabiendo que cada alumno podrá llegar a un lugar distinto porque no nos subestimaba.
A Mariano Rodríguez Otero que me transmitió su pasión, enseñar es una pasión, a andar cargada como una mula para mostrarles muchas cosas a los alumnos.
A Martín Kohan, que me enseñó que hay que ser humilde y reconocer que uno tuvo limitaciones también con lo que están aprendiendo los alumnos, pero que estudiar y preguntar pueden revertir eso.
A Leonardo Funes, que era el maestro para mantener cuatro horas de clase insertando en el momento indicado un chiste.
A Lucas, que un día me dijo que no hay preguntas tontas, sino respuestas tontas.
Y hay mucha gente más, sin dudas, de antes, de ahora y los que vendrán. Esos profesores que me hicieron salir corriendo del trabajo desde principio de año para no perderme más del tiempo que inevitablemente te vas a perder de la clase.
Pero, también, a todos los nefastos que se han cruzado por mi vida. A la que me dijo que me entendía porque ella sabía todo, al que pensaba que sus alumnos manufacturados en escuelas de los 90 eran unos imbéciles (entre ellos, yo), a la señorita Bety, que me defraudó cuando me puso de plantón por haber llevado un borratintas, que no usaba porque estaba prohibido, pero lo hizo porque la sediciosa que había ingresado el objeto era yo. Pero, especialmente, a la primera y principal, que es mi profesora de lengua de tercero, que consiguió que sea el dia de hoy que yo me bloquee con las subordinadas y tenga una negación absoluta con los signos de cuasi reflejo. Esa señora que siempre supe que era del barrio y que, cada vez que me la cruzo, pienso "no quiero ser como ella, no quiero ser como ella". Esa vecina que descubrí que vive a la vuelta de mi casa, en mi misma manzana.
Y creo que los buenos y los malos no me han enseñado tan mal porque, hoy, es la segunda vez que alumnas que no podían retirarse antes del cole por no haber llevado la autorización me pidieron para ir conmigo al aula en la que estuviera para hacer tareas de lengua. Me sentí con la convicción de la tarea cumplida.
A todos, gracias.
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