Esta mañana, estaba preparando un trabajo práctico para mis alumnos de cuarto año, así que me puse a buscar información sobre el caso María Soledad Morales.
Y recordé cosas. Recordé que yo era muy chica, tendría 12 o 13 años cuando mi mamá nos llevó al cine a ver la película sobre ese caso. Era prohibida para menores de 16 y el de la boletería se lo dijo. Mi mamá no lo dudó, dijo que ella nos permitía verla.
Luego, se fue a una de las marchas del silencio que se hacían en Buenos Aires. Fue con mi hermano. Ella dice que fuimos todos, yo no lo recuerdo, puede ser.
La cuestión es que ese día, mi mamá, una persona que nunca se pronunciaba en forma explícita sobre política (ahora sí lo hace), decidió hacer militancia. Decidió que había que apoyar a los padres de esa chica, de esa chica abusada por el poder de Catamarca. Decidió hacerlo por esa nena y por sus hijas, supongo, porque desde la época de lo de Jimena Hernández, eran cosas que la ponían muy mal. Y supongo que lo hacía, también, por nostras porque, una vez vimos a Guillermo Luque salir de un edificio cuando veníamos del trabajo de ella, y mi hermana lo dijo a voz en cuello como lo hace siempre y mi mamá nos apretó bien fuerte las manos.
Esa es mi mamá. La persona que no anda diciendo a los gritos que es esto o aquello, la persona que me educó con gestos, con actos, por instinto, pero que nunca predicó con la palabra más allá de lo que podía hacer con actos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario