Es mentira, los reyes no existen. En realidad, para los adultos no existen, pero, para ella, esta noche son más reales que la noche misma. Se queda en vela pensando qué le traerán. Dejó los zapatitos junto a la puerta amarilla que separa su casa de los miedos de la noche que comienzan en la terraza. No puede dormir e intenta escuchar el ruido de los camellos. Piensa en Mickey, aunque no espera que su regalo tenga que ver con él porque, en verdad, ella ama a Donald. Tal vez, Mickey tenga que ver con lo mágico y lo posible.
Sin embargo, llega el día, ni rastros de los reyes. Encima de sus zapatitos hay una tortuga colorida con florcitas en el caparazón, un cuello muy largo y los ojitos maquillados. Al abrazarla, encuentra, también, un mazo de naipes españoles. Cuando la madre abre la puerta del patio, ella sale a buscar huellas que no encuentra, y se va preguntándose cómo hicieron para entrar si, además de haber estado la puerta cerrada, el patio está enrejado.
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