Mi teoría es que las personas son perro o son gato según cuál sea el animal de preferencia. Sé más sobre gatos, así que me extenderé más sobre ellos.
Los gatos tienen personalidad (o gatonalidad) variada y se les nota en la cara. De por sí, por la cara, se puede reconocer el sexo (más cachetón es macho, ya que les sirven para amortiguar zarpazos de sus batallas nocturnas; las hembras tienen la cara más afiladita). Entre machos y hembras, obvio, las más guachitas son ellas, son bravas, mucho más bravas. Además de eso, por la cara, se ve el carácter. Hay gatos pachongones, se les ve la pereza en la mirada, en la expresión. Ese gato duerme y come, no le pidan más (así era mi Pucho, que se murió para seguir descansando). Está el gato al que se le ve en los ojos que son bien hijos de puta, se les nota en la mirada. A estos gatos hay que saber llegarles y, cuando te compran o te eligen (uno le pertenece a la mascota, no la mascota a uno, ellos eligen el dueño siempre), te aman incondicionalmente cual Gato con botas de Shrek. Así, era la Reina, déspota, mala onda, vengativa a más no dar, guacha, peleadora por su territorio (Cuqui bien lo sabe), pero cuando te quería, te quería fielmente hasta el final. Tanto el gato pachongo como el hijo de puta no son muy cariñosos, dan amor si se les antoja y cuando se les antoja. También, está el gato alegre. Se le nota en la cara que vive contento, vive rompiendo las pelotas porque eso lo hace feliz y sabe que, en un punto, te da gracia y te hace reír, esa es su forma de darte amor. Su misión es joder. Así es León, el de ahora. Cualquiera de ellos, es independiente, actúa según su voluntad, no entiende de razones que no sean la propia y no vuelven al pie del amo si éste les hizo daño, en algún momento, la devuelven.
Los perros son como sea su dueño, se adaptan a él. Basta verla a Cuqui para ver que fue criada por una familia de españoles que se habla a los gritos. Ella ladra siempre para avisar cosas y se calienta para el carajo cuando se calienta. Cuqui era una cuando estaba con todos y era malcriada, es decir, como todo malcriado, hacía lo que quería. Hasta que se quedó conmigo y entendió quién manda en casa (gato al margen) y está más sosegada, porque se parece más a mí. Perro maltratado es violento, perro bien educado es un perro. No hay perros malos, sino perros mal enseñados. El perro siempre vuelve a lamer fielmente la mano del amo, aunque éste le pegue.
Yo me defino siempre como gato porque hago lo que se me antoja y, cuando digo antoja, me refiero a que las cosas las hago si me vienen en gana, si no, me siento incómoda y, si alguien me hace algo que no me gusta, la devuelvo. A primera vista, soy el gato hijo de puta, como no entro en confianza rápido (y me molestan los confianzudos) y soy muy seria, doy guachita. Los que me conocen saben que soy pachonga y que me encanta dormir, pero me reconozco más como del tipo alegre, soy muy rompe bolas, ésa es mi forma de dar amor.