Hay dolores que aprendimos. Al principio, tal vez, los llevamos en la sangre, como información genética. Esas cosas que nos dan igual hasta que cobramos conciencia. Luego, con el paso del tiempo, se nos pueden hacer carne.
Muchos de los míos vinieron en un barco, mejor dicho, en dos. España se llama el mayor, esa tierra que, como dice Víctor Manuel, a veces es madre, a veces madrastra. Mía es un poco abuela y un poco abuelastra, porque mi abuela paterna, digamos, es más bien gallega. Esa tierra que congrega tierras, de la cual no reniego, aunque a veces me enfurezca.
Me enfurece la repetición de macanas (te seguís mandando cagadas y te quiero igual, eso es amor, supongo). La negación del pasado, que es como negarte un poco el presente. El otro día, sin ir tan lejos, leí algunas cifras aún hoy en disputa: durante el régimen franquista, hubo 190 000 ejecuciones sumarísimas, 150 000 desaparecidos, 2000 fosas comunes, 30 000 niños robados. Solo de ver la cifra de niños ya no niños que no saben quiénes son, me espanta. Agradezco que mis padres sí sepan, aunque sus vidas no hayan sido las mejores, saben de dónde vienen. Otro dato, Ley de pena de muerte abolida en el 95. A no preocuparse, esa España católica y pacata no está tan lejos en esto de Francia, que abolió la pena de muerte en el 81. Me preocupa que el país de las luces se asemeje en algunas cosas a España... y Sarmiento se quejaba de la barbarie de España y quería un ejemplo francés. Así estamos, padre del aula, creyéndonos blancos, igual que los franceses que no aceptan a los árabes.
Volviendo a mi tema, fui viendo que en esas tierras que congregan y disgregan, hay cosas similares, cosas que acercan aunque no nos hagan iguales. De mi familia, siempre dije "son todos españoles", incluyendo a mi yaya, abuela (aunque nunca la llamé así), abuelastra como la llama Tere (y tiene razón). Este año, por necesidad de reencontrarla, comencé a estudiar euskera y, ahora, digo que era vasca. No creo que ella hiciera esas distinciones, ni que estuviera muy enterada porque se vino joven y porque tenía un cuelgue de la palmera muy importante. Sin embargo, en algún lugarcito, creo que se acordaba de muchas cosas. Mundial del 90, Posadas, frente al televisor, creo que dejaba de ser Lola para ser Dolorechu un poco, y decía por el Goyco y por Olarticochea, orgullosa, esos son vascos, echea quiere decir casa. Y conociendo vascos, entiendo que no se sientan españoles, porque no lo son, porque lo son menos, mucho menos, que los gallegos y los catalanes. ¿Si hay cosas en común? Sí, supongo que las hay, pero entre europeos hay cosas en común. Con mi profesor de italiano, me reía porque contaba anécdotas de velorios y mesas familiares similares a las que conozco. Del mismo modo en que me reí con Mi gran casamiento griego, que siempre dije que podría ser Mi gran casamiento gallego (qué suerte que tengo menos familia que esa chica).
Y bueno, que resulta, que también llegué a ese curso buscando algo que la facultad me robó porque, en términos de estado, el País Vasco (parte) está dentro del territorio español y, en la facu, seguí orientación en literatura española y me indignó ver solo literatura castellana. Y ese problema de denominación en la carrera de Letras (aunque parezca mentira) son frecuentes. Mi cuenta pendiente como parte de mi propio entrenamiento era el estudio de las lenguas españolas y de sus respectivas literaturas. En fin, que me di cuenta de que voy a incluir al gallego y al catalán en este combo porque se justifican más por una raíz común del idioma. Y me di cuenta de que, aunque no tenga sangre vasca, me enorgullece serlo un poco por mi yaya. Y es que, cuando estudio un idioma que me llega, me termino reconociendo en él, desde que estudié portugués y me enamoré de Brasil, hablo de mi incluyéndome entre personas morochas, lo hago sin pensar, dejé de ser blanca (alumna de cuarto me dijo, a raíz de las descripciones de la mujer petrarquista, rubia y angelical, "y las morochas dónde quedamos profe" y le respondí "para nosotras, no hay lugar"). Y, además, descubrí que gallegos y vascos tenemos en común el gusto por la comida, el orgullo por la identidad y la lengua y el padecimiento del franquismo (aunque haya mucho PP y nostálgico de Franco en Galicia, mi parte negadora lo esconde).
Por último, desvié mi tema y me cortó la inspiración el rescate de los mineros. Lo único bueno de esto fue recordar "Soy minero" de Antonio Molina. Y vuelta a hablar de España... supongo que es para tema de psicólogo, España y mi vieja, España es mi vieja, mi vieja es España...