En este país, mi pobre país, no se respeta ni siquiera el dolor ajeno. Creo que uno está en derecho de putear a un muerto cuando le es propio y le cagó la vida. Cuando el muerto es ajeno, y no por el muerto que ya no está, deberíamos respetar un poco más.
Estoy sorprendida de la cantidad de gente que está desfilando para ver a Néstor. Gente que se acercó porque le mejoró la jubilación, por las paritarias, extranjeros agradecidos por lo que hizo por los inmigrantes y latinoamérica.
Yo no lo lloro, no era parte de mis pasiones, pero me conmocionó su muerte porque, a pesar de algunas cosas, fue el mejor presidente desde que nací. Y sentí pena por la esposa, sin su investidura, la mujer que vivió con él y lo quiso. Y sentí pena por la Presidenta, quien debo reconocer no es una figura que me fanatice, pero siento que ahora más que nunca necesita de todos nosotros, los que no la odiamos.
Porque una vez vi en una serie de televisión que en la vida hay que significarse por algo y, desde Néstor, el debate político ha vuelto a nuestras vidas porque, antes, los poderosos estaban conformes y los que se quejaban no eran para nada escuchados. Y es el momento de significarse, aunque uno no sea K, y de decir estoy con vos Cristina, mi presidenta, esperando a los buitres que vendrán.
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