Ensonnacionesmarianas es un blog abierto a la reflexión propia y ajena sobre cualquier tema sobre el que deseemos pensar. El ensueño tiene que ver con la idea antigua del sueño como camino al conocimiento (por ejemplo, El primero sueño de Sor Juana).

F(h) Consultora en PYMES y ONGs

domingo, 27 de septiembre de 2009

Sentir que es un soplo la vida...


En el libro de Martín Kohan Museo de la revolución, dos personajes hablan sobre este fragmento del tango "Volver". Uno de ellos es una exiliada en México que dice que el tango no afirma que 20 años son nada, sino que el reencuentro lo hace a uno "sentir" que no lo son, pero, al mismo tiempo, darse cuenta de que es mucho tiempo.



Ayer, después de 10 años, me volví a encontrar con Valeria, a quien conozco desde el año 91 cuando estábamos en quinto grado. El motivo fue el bautismo del hijo más chico de Cecilia (mi ahijado), una amiga que arrastro desde la primaria.

Luego del bautismo, estuvimos charlando como si nos hubiéramos visto ayer y como si ese ayer hubiera sido exactamente hace diez años. No, no es ilógico lo que digo. Todo estaba intacto y cambiado al mismo tiempo. Éramos las mismas, pero muy diferentes. Se podía sentir que 10 años no eran nada, que el tiempo pasó volando, pero, en verdad, el tiempo pasó. Eso se notaba en los recuerdos, en cómo nos reímos de nosotras, de las otras (sobre todo de ellas) y de Carlos, claro. También, en que hace 10 años, Ceci no era mamá y Valeria y yo empezábamos nuestras carreras. En que cada una creció a su modo, aunque, en lo esencial, fuera todo igual.

En este punto, así como critico muchas veces internet, facebook y toda cosa similar (aun cuando las uso) debo reconocer que ese bendito facebook nos ha reencontrado y, si al principio trataba de cuidar lo que decía porque no sabía cuál iba a ser la reacción de Valeria, pronto descubrí que sus reacciones eran las mismas de siempre.

Hay gente que no cambia, hay gente segura de sí que sabe cómo mantener intactas las cosas de adentro y que no pierde tiempo haciendo lo imposible por mantener las de afuera (esas, a la larga, siempre cambian). Este es un homenaje para ellas, para Cecilia y Valeria.
Y no se olviden, chicas, la memoria es necesaria para cuando uno necesita ser rencoroso, pero, también, para cuando se reencuentra con la gente... y necesita reírse de otros.

martes, 22 de septiembre de 2009

Las buenas intenciones

Mucha gente me dice que soy medieval y puede ser. Cada vez, me siento menos acorde con el siglo que me vio nacer. Supongo que a mucha gente le habrá pasado siempre porque siempre hubo escritores descontentos con su realidad, pero lo que yo veo a mi alrededor me decepciona.

Estamos viviendo un mundo descartable, las cosas se consumen y desechan con una rapidez increíble. Lamento que eso haya llegado a las relaciones humanas. La gente no se siente satisfecha con nada, cree que puede tener y, por eso, le resulta tan fácil pensar que, por ese motivo, son cosas inútiles y descartables.

Me estuve encontrando con gente que pide que la escuchen y que desaparece a la hora de escuchar, gente que pide ayuda y no ayuda, gente que juega con los sentimientos de uno y desaparece.

No me gusta hablar de "valores" porque me suena a moralina, pero sí hay algo que tengo bien en claro, y es justamente lo que me hace medieval, es que lo más importante para mí es el sentido del honor (por lo que no puede jurar al recibir el título, aunque para uno sea más importante que la patria porque sin honor no puedo defenderla). Sí, suena a caballero con armadura, pero si no lo tuviera no podría decir lo que pienso y lo que siento sin vergüenza, lo que me hace sentir tranquila con mi conciencia. Por ese sentido del honor, es que tengo otros sentidos (qué lindo pensar que tenemos más de seis y que hay más cosas que sentimos de las que creemos) como el de la amistad y sé que, como Diego Alatriste y Tenorio (lean a Reverte), siempre puedo estar con esos que son amigos de verdad tomándome una copa junto a ellos en el bar del Turco cuando no puedo ayudarlos a solucionar sus penas y que tengo siempre la mano sobre la empuñadura de mi toledana para cuando no quede sino batirme junto a ellos.

Sin embargo, en este mundo que es una gran apariencia (ya me estoy poniendo barroca con la idea del ser y el parecer) porque pocos se animan a mostrar su esencia, las palabras no tienen valor: amigo es cualquier persona a quien queremos, cosa que no es cierta, y decimos te quiero con una fácilidad increíble. En general, no me sale mentir, pero por no hacerlo, me cuesta conseguir trabajo, entonces, me di cuenta de que nunca hay que decir la verdad, ni siquiera en un CV. Porque el mundo le tiene miedo a la sinceridad. Y yo, como Aute, digo "dime lo que sientas, no temas si me matas, que yo sólo entiendo tus labios como espadas".

Si escribo esto, es porque conozco a una persona que se me hacía y se me hace diferente en ese sentido, mostraba sentirse incómoda frente a estas mismas situaciones y sentirse alejada un tanto de este mundo. Y no digo que no sea cierto, por el contrario, creo que es lo más sincero que vi en tiempo. Pero todos fuimos moldeados por esta sociedad, con sus reglas y con su cultura, y me desilusiona cuando cae en estas mismas apariencias, en estos mismos actos. Por eso, me pregunto si yo también hago lo mismo, lo que es muy probable. Lamento que la gente pierda la esencia o que no pueda entregarla sinceramente para que los demás la huelan. La buena gente, muchas veces, termina convirtiéndose en egoísta.

Quizás, escribo esto porque está lloviendo y los días lluviosos en Buenos Aires son muy melancólicamente sabinescos, y porque estoy escuchando a Víctor Jara, porque han matado al Che Guevara, porque la república perdió la guerra, porque han muerto las utopías y porque, cada vez más, me cuesta cantar "¡A galopar!" con Rafael Alberti y Paco Ibáñez.

domingo, 20 de septiembre de 2009

La persistencia de la memoria

Así, se llama el cuadro de Dalí de los relojes que se derriten, un cuadro hermoso. Y, hablando de Salvador, estuve viendo la primera parte de La batalla de Chile (Patricio Guzmán, 1975) y me hizo pensar en la importancia de la memoria.


Hay algo que va más allá de la historia que, según Aristóteles, cuenta los hechos como fueron, aunque esto no es cierto, puesto que sabemos que la escriben los que ganan. Por lo tanto, hay algo más importante que es la memoria oral, lo no escrito. Sabemos actualmente que, con la utilización de la escritura de modo más frecuente, comenzó a ser menos necesario retener cosas en la cabeza porque se empezaba a poder a acudir a los libros, la letra estaba guardada. Por ejemplo, el Canto de Mio Cid es un cantar de gesta oral que es puesto por escrito tiempo después, por eso, podemos ver que tiene estructuras que se repiten como formas mnemotécnicas. Los romances, en España, muchas veces, tenían función noticiera para contar los hechos sucedidos. En nuestros días, también, hay cosas que se transmiten oralmenrte y que son de creación anónima. Los cantos en las canchas de fútbol, por ejemplo, pero no sólo. El arroz con leche, Antón pirulero que nos enseña a atender nuestro juego (ya de chicos, nos dicen que no hay que pensar en el otro), la canción de los patitos en la que la mamá le pega al más chiquito por querer quedarse y el elefante trompita, a quien la mamá también castiga. Sí, nos enseñan a mantener el orden por medio del juego. Hay historias que trasmitimos como orales, aunque no sean anónimas: caperucita, la bella durmiente, la cenicienta y, por qué no, el Quijote.

Particularmente, tengo una afición por recuperar mi pasado familiar y mi mamá es una experta en el relato oral con todo lo que eso implica: deformaciones y/o cambios en la historia puesto que el recuerdo tiene que ver con el presente y el modo y los sentimientos que ponemos en el pasado. Muchas veces, recordamos cosas que no vivimos, pero que nos transmitieron, siempre una persona tiene que poder contar la historia. En una matanza, siempre queda algún sobreviviente. Mi mamá cuenta historias y dice refranes, es un compendio de la sabiduría popular. Mi afición por mi identidad familiar me lleva a un interés también por la historia que la rodea, Guerra Civil Española e historia de España, en general.

Con el interés en la historia, llego a un punto que me interesaba. La semana pasada conté que vi La ola. En esa película, un personaje decía que todo ciudadano tiene responsabilidad con su historia. Acá, entra la relación entre el documental que empecé a ver, lo oral y la memoria. Creo que en esta responsabilidad como ciudadanos tenemos que saber hacer llegar a nuestras generaciones venideras todo aquello que sabemos sobre nuestro pasado histórico, en particular, hablo de las dictaduras y de los momentos más cruentos para que no se vuelvan a repetir y para que sepan que pueden luchar.
Quise elegir para finalizar, palabras del último discurso de Allende y me resultó un poco difícil elergir, pero acá van: "Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor".

París, en el mes de agosto


Ayer, sábado 19, fui a ver a Aznavour. Lo que me hizo ir fue una premisa a cumplir que tengo hace algunos años y es que hay gente que hay que verla antes de que se muera. Ya vi a Serrat, a Sabina, a Aute, a Aznavour, a Toquinho. Me quedan Caetano, y Chico, si sucediera el milagro de que viniera.


Claro, como estudio francés, me empecé a enganchar con él por la música hace bien poquito. Tiene canciones que son bellísimas y tiene un estilo que, por momentos, me recuerda a Sandro (cuando canta canciones más melódicas).


Soy una nostálgica de los años 60 y 70, en general. Me gusta escuchar a estos sujetos que mencioné, a Nino Bravo, a Vinicius (que Oxum lo proteja), a Pedro Infante y a Negrete (aunque murieron en los 50) y a la gente maravillosa que hizo soñar con música por esos años.


No soy una nostálgica sólo por el refinamiento en las letras, sino porque fueron décadas en que, al menos, se soñaba con algo, algo tan simple como cambiar el mundo. Es cierto, muchos me dirán "Nino Bravo, ¿cambiar el mundo?". Yo les respondo, escuchen la letra de "Libre" con atención y verán que el joven se va al exilio y que lo detiene una voz de alto de la policía y que lo terminan asesinando, por lo cual, de su pecho brotan flores carmesí. También, hay otras canciones en las que vivía en un pueblo llamado Libertad o soñaba con América como un nuevo Edén, pocos años después de la Revolución cubana.


El romanticismo ha muerto. Creo que como han muerto muchas cosas, entre ellas, la utopía. Las palabras se fueron volviendo triviales y carentes de sentido porque nadie coloca en ellas contenidos que vayan más allá de la imagen que evocan, sentidos duraderos. El romanticismo se tranformó en imágenes cursilonas y vacías, como casi todo por estos tiempos.


Llegué a este punto por Charles Aznavour, en realidad, era de él de quien quería hablar. No me considero romántica porque no me gustan las cosas cursis, como ya dije. Pero escucharlo a este señor de 84 y verlo bailar solo un lento en el escenario, como si lo bailara con una mujer, me hizo ver que el romanticismo es otra cosa. Se perdieron los modos, la galantería, la valentía (los hombres modernos están muy cobardes), las ganas de disfrutar el momento (no pensemos que tenemos que casarnos ya, tiempo al tiempo) y, sobre todo, se perdió la poesía. Basta de príncipes azules.


Mi recomendación es, parejas modernas, pónganse un disco de este buen hombre y disfruten de estar abrazados, disfrutando el instante, imaginando que pasean por París en el mes de agosto.

jueves, 17 de septiembre de 2009

El monolingüismo del otro

No soy una experta en Derrida, por lo cual, acepto correcciones.

Se dio media sanción a la ley de medios, lo cual, estaba esperando. Lo primero que sentí al escuchar la noticia que, claro, lo hice por medio de un noticiero de Clarín fue satisfacción porque pensé "se va a terminar con este discurso único y, a la vez, doble". Y me acordé de Derrida.


Este buen señor nació en Argelia cuando era todavía colonia francesa. Tuvo la "suerte" de que, durante la segunda guerra, le sacaran la ciudadanía francesa a todos los judíos (estuvo diez años sin ella), pero no los alemanes, puesto que no hubo ocupación allí, sino los mismos franceses. Lo que cuenta en el libro que da título a este artículo, es que él habla francés, una lengua que no le es propia. ¿Qué es ser franco-magrebí? Su respuesta es que el guión que separa ambas palabras sólo silencia muchos años de violencia. A él, siendo judío, sólo le enseñaron francés en el colegio, su identidad estaba dada por la identidad de alguien que se la estaba imponiendo. Por lo tanto, se pregunta en qué lengua uno debe escribir su autobiografía.

El libro nace de dos premisas que parecen contradictorias, pero que no lo son.
1- No hablamos más que una sola lengua.
2- No hablamos jamás una sola lengua.


La lengua que hablamos es la lengua materna. En su caso, el autor cuestiona esa idea de que el francés lo sea. Pero, al mismo tiempo, hablamos más de una porque dentro de ella podemos encontrar diferentes registros (hablar de distintos modos según el contexto). Las lenguas no son puras.


Como sabemos, estas siempre han sido instrumento de dominación. El latín se impone en todo el imperio romano, cuando se disgrega, los diferentes centros de poder comienzan a instituir las variedades que se hablaban en sus zonas (lenguas latinas actuales). En el caso del español, en 1492, para unificar dos reinos (el de Castilla y el de Aragón, España no era una todavía, ni lo sería hasta más tarde) los Reyes Católicos conquistaron Granada, imponiendo de ese modo el catolicismo en el sur, expulsaron a los judíos, conquistaron América y Nebrija sacó la primera gramática de la lengua española que fue dedicada a la reina. Con la espada, con la Biblia y la palabra. De más está decir acá, lo que pasó en América.


Por lo tanto, siguiendo con Derrida, este señor hablaba una sola lengua que, al mismo tiempo, no era de él porque van unidas a cuestiones históricas y de formas de pensar. En el colegio, jamás aprendió el hebreo, la prohibición de no hablarlo aparecía con otros velos, dice, en forma silenciosa. Debido a esto, él puede decir que el es monolingüe, pero que no le es propio, es de otro.


Creo que la mayoría de la sociedad argentina está hablando un monolingüismo que no le es propio. Con el monopolio, las alternativas para pensar distinto o reflexionar la información se dificulta. Es complejo analizar distintos puntos de vista para saber cuál queremos que sea el propio. Lamentablemente, esto hace que no haya espíritu crítico o que esta idea se distorsione. Tenerlo no implica estar contra todo, sino poder analizar, pensar, reflexionar las cosas como si fuéramos vacas rumiando la información. Digo que el monopolio tiene un discurso único y doble al mismo tiempo porque, a veces, pueden opinar lo mismo y lo contrario en el transcurso de un mismo noticiero. Podrán decir que eso es independencia, pero sabemos que los medios tienen una línea editorial y que suelen cambiar de opinión según si apoyan al gobierno o no.

Esperemos poder hablar nuestras propias ideas, sólo así seremos libres.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Tan joven y tan viejo

Con 28-30 años ¿se es joven o se es viejo?

Viendo los anuncios por trabajo, respondo que viejo. En general, las vendedoras tienen que tener entre 18 y 25, algunos estiran hasta 30. Hay que tener experiencia para hacerlo y, como mínimo, de cinco años y hay que entregar CV. Sin desmerecer a los vendedores, doy fe de que no es necesario tanto porque a los 9 años ayudaba a mi mamá a vender en la mercería y, a los 11, me dejaba hasta cobrar lo que vendía. Era mi mamá, sí, pero yo no era boba. Para buscar trabajo de corrector, por ejemplo, piden que uno sea joven, tenga experiencia y, ojo, muchas veces, piden en los trabajos que uno tenga idiomas. ¿Con 25 años es posible?

La publicidad y la tele nos venden cremas para mujeres de 25 o de 30. Nos hacen creer que tenemos que ser, como mínimo, gerentes, tener miles de títulos y postítulos, idiomas, una familia con casa y auto (porque una familia sin auto no es familia). Pero, cuidado, al mismo tiempo, hay que ser joven porque lo somos y serlo eternamente, y vivir disfrutando con los amigos mientras tomamos una cerveza, tener el culo perfecto y casi que a la altura de la nuca y las tetas por la frente. Las mujeres tenemos que ser la chica liberada e independiente que se lleva la vida por delante que no tiene ataduras y, a la vez, ser madres responsables.

Últimamente, mi locura y ansiedad vienen dadas por saberme o sentirme muy grande para muchas cosas a las que siento que llego tarde y darme cuenta de que, en realidad, soy joven aunque el mundo me diga lo contrario.

martes, 15 de septiembre de 2009

Queda la música

Esta mañana, tuve que andar por Microcentro. No es que no lo haga seguido, pero recordé por qué había decidido no pasar más por esa zona a la mañana-mediodía.

Tomé el subte línea A en Congreso hasta Piedras. Caminé por Suipacha hasta el 200 para pagar unas cosas de mi hermana. Luego, mi intención era seguir por esa calle hasta Corrientes para buscar un libro que necesitaba una amiga. Habiendo ido varias veces y sabiendo que está la diagonal que hace paralelas a todas las calles, como una pelotuda, me perdí y me di cuenta porque aparecí por Florida. Compré el libro en El Ateneo y seguí rumbo al Laboratorio de idiomas por Sarmiento hasta 25 de mayo.

El tránsito era un infierno. Estaban los tipitos de verde y negro que puso Macri para dirigirlo en las esquinas (en lugar de semáforos) y mucha gente que iba y venía muy alienada. Pensé "bien dicen que es la jungla de cemento" y, luego, "no, no es cierto, en la jungla hay códigos y los animales interactúan, no como acá".

Me sentía por fuera viendo un montón de personas caminando en una maqueta, cada una cumpliendo su rol y ensimismada a más no poder. Me sentí bien de no verme inmersa en eso, aunque estuviera caminando en esa misma masa. Lo que hizo la diferencia fue mi mp3. Cuando me perdí, debo reconocer que estaba escuchando "La flor de la canela" por Caetano Veloso e iba cantando por la calle, razón por la cual, algunos me miraban. Cuando iba hacia el laboratorio, escuchaba "Bella" de Jovanotti, cuyo video fue filmado por la zona de Microcentro justamente. Recordar ese video me hizo pensar que la única forma de sobrevivir por aquellos lados es cantando con los brazos abiertos igual que lo hace él (si pueden, véanlo).
Dirán que estaba yo más alienada. Respondo: la música me eleva.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Un mar embravecido


El sábado por la tarde, vi la película alemana La ola de Dennis Gansel (no recuerdo el título original). Básicamente, trata de un profesor que tiene que explicarle a sus alumnos qué es un regimen autocrático. Como es un tema que mucho no le agrada, se le ocurre explicarlo mediante la práctica, lo cual, a mí, me pareció que era bastante instructivo, pero, claro, el tema es que él termina sintiéndose cómodo en la postura de líder obedecido y todo se le va de las manos.

Pero volvamos a la parte práctica que es lo que me lleva a escribir esto. El segundo día, el profesor decide que todos lo llamen señor y que lo saluden al unísono de pie, el espíritu de grupo y cómo se deben hacer respetar las reglas a cualquier precio porque es por el bien de todos (la obediencia debida, bah), que cada uno que quiera hablar levante la mano y que, cuando se le conceda el turno, se ponga de pie al lado del banco para expresar lo que quieren decir, etc. Claro, pasé de que me gustara la idea de mostrarlo con cosas prácticas hasta que me corrió un escalofrío y pensé "esas mismas cosas las hacíamos en el Santa María".

Entonces, La ola empezó a mostrarme que ese experimento en un aula, en mi caso, había sido en el colegio entero. Entrábamos, formábamos fila, cantábamos a la bandera, a la cual había que seguir hasta arriba del todo con la mirada, rezábamos, y pasábamos cantando alguna canción religiosa al aula cual alienadas. Una vez en el aula, las manos iban arriba del banco (nada de pantalones debajo del guardapolvo y estos por las rodillas, nada de buzos atados al cuello). El silencio por sobre todo. En el recreo, había algún grado que estaba de turno por lo que tenía que controlar la disciplina, es decir, nadie debía correr, entre otras cosas. Nosotras nos teníamos que controlar y, por las dudas, sabíamos que Dios nos estaba mirando y que no podíamos pecar. El fin del recreo estaba marcado por una campanada que hacía que nos congeláramos cual estatuas en la posición que estuviéramos (aunque estuviéramos haciendo equilibrio sobre el dedo gordo del pie) y pasaban unos segundos (para mí, una eternidad) en que las maestras controlaban que nadie se moviera y, si eso sucedía, eran sacadas del lugar las alumnas sediciosas y puestas en el frente del patio para, luego, ir a firmar el libro negro. La segunda campanada era para que fuéramos a formar, en sumo silencio, claro, y nuevamente el control de que nadie se moviera (más alumnas eran retiradas de sus filas en ese momento). Tengo pésimos recuerdos del Colegio Santa María de Posadas, en el que la señorita Bety me puso de plantón en primer grado por llevar borratintas, aunque yo no lo usara porque sabía que estaba prohibido.

La disciplina está muy lejos de ser sinónimo de educación.

domingo, 13 de septiembre de 2009

El loco y Pino. ¿Pino, loco?

Ayer, salí de mi clase de francés y me tomé el colectivo en Santa Fé y Junín hasta Belgrano y Combate de los Pozos. Un viaje corto. No bien me siento, el señor de adelante le ofrece el asiento a una señora boliviana, la aclaración de la nacionalidad en este caso es relevante porque, debido a eso, se puso a hablar de política. Todo empezó con un "si nosotros no nos ayudamos...". El señor era descendiente de negros y comenzó a hablar sobre la discriminación sufrida por los pueblos originarios y por los negros en América latina. Se sentía en el aire cierta tensión porque empezó a hablar de política en un tono más alto que el que requiere un diálogo entre dos personas y hacía gestos o, quizás eran tics, por lo que a primera vista uno podía pensar que algún problemita tenía. En sólo 20 minutos, pasó de Evo Morales, la dictadura, la economía, Grupo Clarín, etc. Me sentí fuera de la realidad escuchándolo, todas sus palabras eran ciertas. Sin embargo, en ese colectivo, sonaban a puras necedades, del mismo modo en que eran juzgadas las palabras de don Quijote por quienes lo escuchaban. En ese colectivo, sus palabras no pertenecían a la realidad que nos encuadra o en la que pretenden encuadrarnos.

Hoy, fui a ver la película de Pino Solanas. Si Pino hubiera dicho las mismas cosas en el colectivo sin que nadie lo conociera, haciendo gestos extraños, nadie lo hubiera aplaudido como hicieron en el cine cuando la película finalizó.

El loco del colectivo se merecía, también, un aplauso al final.