En el libro de Martín Kohan Museo de la revolución, dos personajes hablan sobre este fragmento del tango "Volver". Uno de ellos es una exiliada en México que dice que el tango no afirma que 20 años son nada, sino que el reencuentro lo hace a uno "sentir" que no lo son, pero, al mismo tiempo, darse cuenta de que es mucho tiempo.
Ayer, después de 10 años, me volví a encontrar con Valeria, a quien conozco desde el año 91 cuando estábamos en quinto grado. El motivo fue el bautismo del hijo más chico de Cecilia (mi ahijado), una amiga que arrastro desde la primaria.
Luego del bautismo, estuvimos charlando como si nos hubiéramos visto ayer y como si ese ayer hubiera sido exactamente hace diez años. No, no es ilógico lo que digo. Todo estaba intacto y cambiado al mismo tiempo. Éramos las mismas, pero muy diferentes. Se podía sentir que 10 años no eran nada, que el tiempo pasó volando, pero, en verdad, el tiempo pasó. Eso se notaba en los recuerdos, en cómo nos reímos de nosotras, de las otras (sobre todo de ellas) y de Carlos, claro. También, en que hace 10 años, Ceci no era mamá y Valeria y yo empezábamos nuestras carreras. En que cada una creció a su modo, aunque, en lo esencial, fuera todo igual.
En este punto, así como critico muchas veces internet, facebook y toda cosa similar (aun cuando las uso) debo reconocer que ese bendito facebook nos ha reencontrado y, si al principio trataba de cuidar lo que decía porque no sabía cuál iba a ser la reacción de Valeria, pronto descubrí que sus reacciones eran las mismas de siempre.
Hay gente que no cambia, hay gente segura de sí que sabe cómo mantener intactas las cosas de adentro y que no pierde tiempo haciendo lo imposible por mantener las de afuera (esas, a la larga, siempre cambian). Este es un homenaje para ellas, para Cecilia y Valeria.
Y no se olviden, chicas, la memoria es necesaria para cuando uno necesita ser rencoroso, pero, también, para cuando se reencuentra con la gente... y necesita reírse de otros.