Mucha gente me dice que soy medieval y puede ser. Cada vez, me siento menos acorde con el siglo que me vio nacer. Supongo que a mucha gente le habrá pasado siempre porque siempre hubo escritores descontentos con su realidad, pero lo que yo veo a mi alrededor me decepciona.
Estamos viviendo un mundo descartable, las cosas se consumen y desechan con una rapidez increíble. Lamento que eso haya llegado a las relaciones humanas. La gente no se siente satisfecha con nada, cree que puede tener y, por eso, le resulta tan fácil pensar que, por ese motivo, son cosas inútiles y descartables.
Me estuve encontrando con gente que pide que la escuchen y que desaparece a la hora de escuchar, gente que pide ayuda y no ayuda, gente que juega con los sentimientos de uno y desaparece.
No me gusta hablar de "valores" porque me suena a moralina, pero sí hay algo que tengo bien en claro, y es justamente lo que me hace medieval, es que lo más importante para mí es el sentido del honor (por lo que no puede jurar al recibir el título, aunque para uno sea más importante que la patria porque sin honor no puedo defenderla). Sí, suena a caballero con armadura, pero si no lo tuviera no podría decir lo que pienso y lo que siento sin vergüenza, lo que me hace sentir tranquila con mi conciencia. Por ese sentido del honor, es que tengo otros sentidos (qué lindo pensar que tenemos más de seis y que hay más cosas que sentimos de las que creemos) como el de la amistad y sé que, como Diego Alatriste y Tenorio (lean a Reverte), siempre puedo estar con esos que son amigos de verdad tomándome una copa junto a ellos en el bar del Turco cuando no puedo ayudarlos a solucionar sus penas y que tengo siempre la mano sobre la empuñadura de mi toledana para cuando no quede sino batirme junto a ellos.
Sin embargo, en este mundo que es una gran apariencia (ya me estoy poniendo barroca con la idea del ser y el parecer) porque pocos se animan a mostrar su esencia, las palabras no tienen valor: amigo es cualquier persona a quien queremos, cosa que no es cierta, y decimos te quiero con una fácilidad increíble. En general, no me sale mentir, pero por no hacerlo, me cuesta conseguir trabajo, entonces, me di cuenta de que nunca hay que decir la verdad, ni siquiera en un CV. Porque el mundo le tiene miedo a la sinceridad. Y yo, como Aute, digo "dime lo que sientas, no temas si me matas, que yo sólo entiendo tus labios como espadas".
Si escribo esto, es porque conozco a una persona que se me hacía y se me hace diferente en ese sentido, mostraba sentirse incómoda frente a estas mismas situaciones y sentirse alejada un tanto de este mundo. Y no digo que no sea cierto, por el contrario, creo que es lo más sincero que vi en tiempo. Pero todos fuimos moldeados por esta sociedad, con sus reglas y con su cultura, y me desilusiona cuando cae en estas mismas apariencias, en estos mismos actos. Por eso, me pregunto si yo también hago lo mismo, lo que es muy probable. Lamento que la gente pierda la esencia o que no pueda entregarla sinceramente para que los demás la huelan. La buena gente, muchas veces, termina convirtiéndose en egoísta.
Quizás, escribo esto porque está lloviendo y los días lluviosos en Buenos Aires son muy melancólicamente sabinescos, y porque estoy escuchando a Víctor Jara, porque han matado al Che Guevara, porque la república perdió la guerra, porque han muerto las utopías y porque, cada vez más, me cuesta cantar "¡A galopar!" con Rafael Alberti y Paco Ibáñez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario