Esta mañana, tuve que andar por Microcentro. No es que no lo haga seguido, pero recordé por qué había decidido no pasar más por esa zona a la mañana-mediodía.
Tomé el subte línea A en Congreso hasta Piedras. Caminé por Suipacha hasta el 200 para pagar unas cosas de mi hermana. Luego, mi intención era seguir por esa calle hasta Corrientes para buscar un libro que necesitaba una amiga. Habiendo ido varias veces y sabiendo que está la diagonal que hace paralelas a todas las calles, como una pelotuda, me perdí y me di cuenta porque aparecí por Florida. Compré el libro en El Ateneo y seguí rumbo al Laboratorio de idiomas por Sarmiento hasta 25 de mayo.
El tránsito era un infierno. Estaban los tipitos de verde y negro que puso Macri para dirigirlo en las esquinas (en lugar de semáforos) y mucha gente que iba y venía muy alienada. Pensé "bien dicen que es la jungla de cemento" y, luego, "no, no es cierto, en la jungla hay códigos y los animales interactúan, no como acá".
Me sentía por fuera viendo un montón de personas caminando en una maqueta, cada una cumpliendo su rol y ensimismada a más no poder. Me sentí bien de no verme inmersa en eso, aunque estuviera caminando en esa misma masa. Lo que hizo la diferencia fue mi mp3. Cuando me perdí, debo reconocer que estaba escuchando "La flor de la canela" por Caetano Veloso e iba cantando por la calle, razón por la cual, algunos me miraban. Cuando iba hacia el laboratorio, escuchaba "Bella" de Jovanotti, cuyo video fue filmado por la zona de Microcentro justamente. Recordar ese video me hizo pensar que la única forma de sobrevivir por aquellos lados es cantando con los brazos abiertos igual que lo hace él (si pueden, véanlo).
Dirán que estaba yo más alienada. Respondo: la música me eleva.
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