Ensonnacionesmarianas es un blog abierto a la reflexión propia y ajena sobre cualquier tema sobre el que deseemos pensar. El ensueño tiene que ver con la idea antigua del sueño como camino al conocimiento (por ejemplo, El primero sueño de Sor Juana).

F(h) Consultora en PYMES y ONGs

jueves, 4 de octubre de 2012

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Cuando era chica no entendía mucho a Serrat, solo con el tiempo fui dimensionando sus pequeñas cosas. Desde hace unos meses, las veo seguido, están ahí.

Un día, a la semana del fallecimiento de papá, una señora me entregó un maletín de él, que él mismo había mandado a buscar para que me lo entregaran. Lo que a él le importaba que me llegara eran unos papeles, pero entre las cosas había un frasco de monedas, de los que solía juntar para mi hermana y para mí y sus pequeñas cosas: un gancho de corbata que le había regalado mi mamá, una cadena que le había regalado mi hermana y unas cartas de ella, unas fotos de uno de mis hermanos. En ese momento, pensé que faltaba algo de mi hermano mayor, pero recordé que me lo había entregado a mí un año antes, unas monedas de cuando su neno había viajado a Inglaterra y había vuelto tan lindo con el pelo largo, como solía decirme. Entre sus pequeñas cosas había unos pasaportes de la madre y algo más. Nada mío, pero, de algún modo, todo para mí.

Todos los meses guardo en ese maletín unas boletas que pago y no puedo evitar abrir el frasco de Palmolive en el que puso las monedas y mirarlas, como si ahí hubiera una parte de la acción que él realizó al colocarlas allí, cierro el frasco y lo dejo en su lugar. Abro su agenda y veo su letra como si allí estuviera su mano realizando trazos, y la cierro.

Todos los meses vuelvo a esas pequeñas cosas para tratar de encontrarlo, para tratar de entender por qué llegó a mí de ese modo.

No solo esas cosas me dejó. En vida, me dijo cuál quería que fuera mi legado: sus libros en gallego y las tazas de su mamá. El libro que quería que me quedara no lo encontré, pero había varios otros. De algún modo, me dejó su lengua, algo que amaba como pocas cosas en la vida, a sus poetas preferidos y una porción de su infancia guardada entre las tazas.

Y está y no, lo abrazo en sueños, le hablo, lo busco, lo escribo y le escribo. Mantengo la esperanza de que me devuelva el libro que le presté algún día y de decirle todo lo que no le dije o de decirnos lo que no nos dijimos y darnos el abrazo que ambos nos debemos.

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