Las palabras te influyen como un golpe en el pecho. Prefiero decir "te quiero" o "por lo que te quise" y actuar en honor al amor presente o al pasado, pero nunca en honor al desamor o al odio.
Cuando pronunciamos "odio", "envidia", no podemos menos que sentirnos mal, hacernos daño. Hay quienes creen que sus males son producto de esta última y no ven que pensar que esta última existe es lo que les hace daño. Creer que quieren lo tuyo te daña, te amarga, te hace pensar que estás siendo observado y mal mirado.
Yo era de las que no expresaban simpatías, pensaba que era signo de debilidad. Pero aprendí que para hacer las paces conmigo misma debía hacerlo también con el mundo y que, por sobre todo, debía pensar primero hacia dónde quiero dirigir mis pasos.
Ahora, en este momento, sé que no importa lo que me suceda porque quiero que me importe lo que sucede con el otro, con quienes amo, con quienes necesitan un poco de mi vida, de mi sangre, de mis fuerzas.
Cuando se quiso a alguien nunca fue en vano, cuando se quiso, es mejor siempre actuar en nombre y honor del amor que se tuvo, ser fiel a eso que uno pensó que haría (cuidar al otro), que cometer un crimen contra el pasado de uno y perjudicar a esa persona que fue importante.
Arrepentirse del pasado no nos deja ver cuál es el futuro.
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