Ayer, me di cuenta de que todavía estoy a tiempo de recuperar algunas cosas, aunque más no sea por poco tiempo. Recibí un mensaje de mi padrino por medio de mi hermana y supe que él es uno de los que me quedan para transmitirme cosas de mi viejo, para ser un poco el mío también.
Si bien llevamos mucho tiempo sin vernos y sin una relación constante, mando decirme que me quiere y que está orgulloso de mí. Y no quiero que se me escape. Por mucho tiempo, estuve enojada con él por sus ausencias y, quizás, no entendí lo que ahora entiendo, que no fueron educados para demostrar amor, sino para resistir la vida.
A veces, resistir y combatir los momentos duros exige hacerse fuerte, ponerse una coraza y arremeter contra lo que suceda. Mi papá era así, solo pudo decirle a mi hermana, sobre el final, que me quería y creo que no hubiera podido decírmelo a mí porque nunca nadie le enseñó a hacerlo.
Pero meu padriño está acá, a pocos pasos. Es la otra persona que me llamaba con una palabra en gallego. Así como mi papá me llamaba cativa, él me decía pitusa. Ambos modos para referirse a los niños.
Creo que estoy a tiempo de rescatar de las cenizas lo que me queda de mi papá, lo que me queda de Galicia. Quizás, no estaría mal, emprender mi viaje hacia Pontevedra para conocer su mundo.
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