Estuve pensando sobre una serie de frases que se usan en Argentina que hablan del límite entre la verdad y la mentira: de verdades adornadas con mentiras o de mentiras adornadas con verdades. En general, están todas muy cercanas a la invención, a la creación. Para la identidad, la lengua es algo sumamente importante. Desde hace algún tiempo, sostengo que los argentinos somos muy barrocos a la hora de hablar (en otro momento, deberé sentarme a escribir sobre esto) y creo que ese ingenio verbal lo manifestamos también con las palabras y expresiones de las que voy a hablar.
A saber:
Si uno no sabe nada en un examen, "guitarrea" o "manda fruta".
Cuando un hombre quiere seducir a una mujer o cuando debemos darle una respuesta a alguien o vender algo "chamuyamos", "hacemos el verso" o "vendemos buzones" (este no se usa tanto en la seducción).
Cuando no nos creemos algo, decimos "eso es un cuento" o "eso es un bolazo".
¿Qué es lo que hace que esas expresiones sean tan típicas, tan nuestras, que nos identifiquen tanto? ¿Por qué los argentinos tenemos que tener siempre una opinión o mostrar que sabemos acerca de todos los temas? Si miramos bien, algunas de las palabras o de las expresiones están vinculadas con la creación: "guitarrear", con la payada (se improvisa en el acto); "hacer el verso" o "escuchar un cuento", con la literatura; "vender buzones" por qué no, con el hecho de conseguir lo imposible por medio de la palabras.
¿Será por eso que, cuando queremos que nos crean, decimos "es posta" o que le podemos "decir la verdad de la milanesa" a alguien porque sólo nosotros poseemos el conocimiento? El argentino siempre tiene la respuesta, siempre es verdad y, si la desconoce, "chamuya". En ese límite, nos manejamos al hablar. Siempre nos expresamos con excesos... Después, se dice que los andaluces son los exagerados.
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