Sé cómo me llamo, dónde nací, en qué fecha, quiénes son mis padres, mis abuelos, mis hermanos, mis tías, mis primos.
Si bien mi pasado familiar es intrincado y este no es el lugar para contarlo, todos sabemos de dónde venimos, aunque nos haya costado ir armando la historia, ese gran rompecabezas que algunos tienen perfectamente armado desde que nacen y a otros se lo han pateado.
Sé qué sangre corre en mis venas, cuáles son mis tradiciones (las practique o no), cuáles son mis culturas, cuáles mis tristezas, cuáles mis alegrías. Veo las fotos y me reconozco en rostros color blanco y negro, en rostros sepia, en rostros color.
Hay rompecabezas que tardan mucho más en armarse que otros.
Hace un tiempo, siento que las abuelas son mis abuelas y, cuando digo "las abuelas", sabemos que me refiero a las de Plaza de Mayo, a las que buscan sus nietos.
Sueño con el día en que ellas encuentren la pieza final para terminar de armar su juego.
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