Ensonnacionesmarianas es un blog abierto a la reflexión propia y ajena sobre cualquier tema sobre el que deseemos pensar. El ensueño tiene que ver con la idea antigua del sueño como camino al conocimiento (por ejemplo, El primero sueño de Sor Juana).

F(h) Consultora en PYMES y ONGs

sábado, 7 de diciembre de 2013

sábado, 30 de noviembre de 2013

Ayer, alguien me preguntó si tenía un pariente vasco y le dije que la mujer de mi abuelo. Acotó "pero no de sangre" y comenzó a hablar con otro. No es la primera vez que escucho hablar de los pura sangre, sí, soy conversa, y qué.

Cuando la gente menciona estas cosas, pienso en lo ridículo de la situación. Si nos ponemos a pensar, la mayor parte de las relaciones de amor que existen en este mundo son lazos de adopción: novio, marido, amante, amigos, amigos-hermanos, perros, gatos, canarios, compañeros de trabajo, vecinos con los que uno se encariña. Se suele pensar que adoptivos son solo los padres o los hijos, y no. Adoptivo es todo lo que no es nuestra sangre, pero nos une algo más fuerte, el amor, el habernos elegido, reconocido. Incluso, uno puede decidir adoptar a los de su sangre o no. La sangre no obliga a amar.

Mi mamá siempre me cuenta que ella la puso de madrina de mi hermano mayor a la Yaya porque no sabía cómo les iba a explicar a sus hijos que la mujer de su padre no era su madre. Quizás, mi familia era demasiado moderna y no lo sabíamos. Lo cierto es que 10 años después de mi hermano mayor, nací yo. En el medio, nacieron otros dos. A ella, la conocí como la Yaya desde siempre y creo que pasaron algunos años hasta que supe que era la madrina de mi hermano. Nunca necesité saber cuál era el lazo que nos unía ni tampoco necesité que la sangre nos uniera. Nos elegimos para jugar juntas y eso era suficiente.

Siempre me bastó saber que la Yaya era la Yaya, y que me quería.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Me reí. Lloré. Me eché en la butaca con los ojos cerrados a escuchar la música como si estuviera en el living de mi casa.

Lo más maravilloso del mundo es la música o una de las cosas más maravillosas.

Descubrí que, aunque haya pasado un poco más de un año del fallecimiento de mi papá, cada vez que escuche en vivo "Te vas" o "Mañana porteña en Madrid" no voy a poder evitar que las lágrimas me caigan sin parar.

Y es que lo mejor que tienen los poetas es poder decir nuestros sentimientos en modo en que nosotros jamás podríamos hacerlo.

Gracias, Ismael Serrano, por una noche más. Y ya me adelanto y te agradezco por todas las que vendrán desde hoy hasta que seamos muy viejitos todos y sigamos coreando tus canciones.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Tengo una teoría que carece de datos concretos.

El indicador de que, en mi barrio, se vive mejor que hace algunos años es el crecimiento de la cantidad de perros en los hogares.

Los perros implican un gasto en comida (inversión, mejor dicho, si no, se mueren); pero, además, conllevan cuidados como  dos vacunas anuales, desparasitar y pipeta mensual. Gastos alternativos son las enfermedades ocasionales, que hacen que uno vaya al veterinario y, para los que no se atreven a bañarlos, baño y corte de pelo para los lanudos. En el caso de las hembras, una cirugía de castración y, si uno tiene un toque de mala suerte, en la vejez, pueden necesitar otras cirugías (para extirpar tumores, por ejemplo) y/o medicación.

Además, uno debe disponer de tiempo para pasearlo, por lo menos, dos veces al día un mínimo de 30 minutos cada una. Esto hace que, si una persona labura 14 horas diarias, es muy raro que tenga el tiempo para dedicarle a un perro (en este barrio, aclaro, donde no abundan las casas, sino que hay departamentos). Si uno labura 14 horas, lo último que quiere hacer es pasear al pichicho. Con lo cual, intuyo que mis vecinos tienen jornadas laborales más acotadas. También, es cierto que muchos no los pasean ellos mismos, pero tienen el dinero para pagarles un paseador. De hecho, dos indicadores de que los perros del barrio tienen estos cuidados que menciono son la proliferación de veterinarias y la de paseaperros (¡los odio!). Estos últimos pasean a un mínimo de seis perros cada uno y llegué a ver que uno de ellos tiene ayudante. Sí, ayudante, una chica que pasea a los perros más chiquitos.

Por último, en esta zona, abundan los canichotos (sí, canichotos, son muy chotos) que, si bien son perros rata que comen poco, ya implican un gasto en su adquisición misma. Además de que, si observan bien, los dueños de caniches suelen andar bien vestidos, no digo que con lujos, pero siempre con cierto estilo, que no se compra en los lugares en que me compro yo la ropa, sin dudas. Porque, indudablemente, el perro es el reflejo de uno o a la inversa. Un perro como el mío solo puede ir acompañado de un dueño con jean y zapatillas (de once, claro).

sábado, 2 de noviembre de 2013

Estaba triste y apareciste. Quizás, por eso vuelvo a hablarte a vos en lugar de contarle a la gente sobre vos.

Decía que estaba triste y apareciste. El lunes, salí antes de la facultad porque no podía ni con mi alma ni con mi cansancio. Llegué a casa, abrí la puerta. Mientras caminaba hacia el ascensor algo me hizo retroceder. Había un folleto en el piso. Era del bar de la esquina de tu casa, Pichincha e Independencia, al que pedíamos la comida cuando almorzábamos juntos. Lo primero que pensé fue que es un poco lejos para que hubiera llegado hasta acá. Ahí estabas. Vos no hubieras dicho nada si me hubieras visto triste, no hubieras hablado. Lo único que hubieras hecho habría sido decirme que pidiera un sánguche de lomito completo en ese bar. Hubieras querido comerlo vos, pero no podías.

Ahí estabas. Diciéndome que me pidiera uno de lomito completo. No hubieras dicho nada o hubieras rajado una de tus puteadas negadoras, pero, finalmente, me hubieras invitado a comer. Tal vez, porque la vida te enseñó que los sentimientos, todos, son cuestión de tiempo. Algunos se aplacan, otros mueren, otros resucitan y algunos son eternos.

Tomé del piso el folleto y lo puse en mi cuaderno. Por ahí debe de andar nadando, entre apuntes, esperando a que algún día lo cuelgue en mi heladera.

domingo, 27 de octubre de 2013

En días como el de hoy, extraño a mi papá. Ese tipo que se reconocía de derecha y me decía que él era el único en este país que se reconocía como tal. Fue la persona con la que me pasé siempre hablando de política, tanteándolo. Cuando yo era bien chica, leía el diario conmigo, leía Clarín. Vimos pasar juntos el plan Austral, la hiper, las elecciones del 89.

Ya entrada mi adolescencia, le preguntaba quién había sido el mejor presidente de la Argentina y su respuesta era que Onganía. Le preguntaba quién era el señor que estaba en el cuadro sobre su escritorio y me respondía que era Fraga Iribarne. Elogiaba a Franco al mismo tiempo que lo criticaba. Nos había pedido, en nuestro viaje a España, que besáramos su tumba. Sin embargo, en los 90, abandonó Clarín, a lo mejor, pensaba que mentía. Lo cambió por Página/12. Porque, aunque era de derecha, le gustaba leerlo a Verbitsky. Reconocía lo bueno, aunque estuviera en su orilla contraria. Página es una de las herencias lindas que me dejó.

Con mi viejo hablábamos siempre de política y no me censuraba, me pedía que leyera para saber de qué hablaba. Me censuraba menos que alguien de izquierda que conozco. Nos peleábamos. Cuando hablaba mal de los extranjeros, enfurecida le decía "¿y vos cómo entraste?". Y se calentaba y se callaba.

Había días en que tenía asegurado un llamado de él: las navidades, las pascuas, mi cumpleaños y los días de elecciones.

Antes de morir, cuando estaba internado, con ese humor negro gallego que nos caracteriza, lo palmeé en la panza y le dije riéndome "bien que te quejás de Cristina, pero qué linda tele que tenés gracias a ella". La había sacado con esos créditos para jubilados. Su respuesta, también riéndose, fue "pero ahora que me muero se cancela la deuda, no la termino de pagar" y me lo decía con el placer de haberla cagado a Cristina. Los dos juntos nos reímos de su muerte.

Creo que fue la última vez que me reí con él.

sábado, 26 de octubre de 2013

La hermana más amada, la libertad

Quiero defenderla porque es mi hermana más joven y, al hermano menor, hay que defenderlo.

Esta semana, circuló mucho la idea de qué es bancarse la dictadura. Al parecer, los niños que nacimos en ella o finalizando esa etapa, fuimos inmunes. Es cierto, no tengo ningún pariente desaparecido, ni torturado. Ningún conocido en esas circunstancias. No la padecí en carne propia.

Sin embargo, me pregunto si no hay efectos residuales. Nací en una familia netamente española. Mi papá nació en la pobreza, en Galicia, seis meses antes de que comenzara la guerra. Mi madre bajo las mismas circunstancias, en Asturias, cinco años después de finalizada la guerra. Fueron educados bajo el rigor y la opresión del franquismo ambos. Por parte de mi mamá, siempre escuché historias vinculadas con ese pasado desgarrador: la falta de comida, mi bisabuela escuchando a escondidas la Pirenaica, una vecina entregando a mi abuelo para que fuera a pelear, un tío abuelo que pasaba de cárcel en cárcel, familiares que se cambiaban de bando para que uno de ellos pudiera conocer al hijo recién nacido. También, la historia de un hombre que llegaba a su casa y le decía que volvía de la guerra a esa señora, que tenía hambre. Ella le decía que le iba a dar de comer porque, si un día su hijo se aparecía por la casa de alguien, querría que hicieran lo mismo. En ese momento, ese joven barbudo le preguntaba "madre, ¿es que acaso no me reconoces?". Real o no, esa historia es parte de mi familia. Por parte de padre, abundaba el silencio. Sus dolores los callaba. Algunos familiares de él habían ido a la guerra también, pero no hablaba de eso.

Con esa educación y ese pasado, mi mamá siempre prefirió no hablar de temas dolorosos, no puede ver películas de guerra y trata de no hablar de la dictadura. Cuando yo era chica, recuerdo que una vez que dije la palabra "Perón", se agachó y me dijo por lo bajo "eso no se dice". Había mucho miedo, miedo acumulado en las dos orillas. Mucha cultura del silencio que vino en barco y que se afianzó acá.

En el cole de monjas, me enseñaron la autocensura, a tener miedo, a respetar las órdenes, a no cuestionarlas. A hacer cosas sumamente idiotas e inútiles sin cuestionar por qué. De grande, en los 90, hablar de la dictadura era complejo todavía y, al mismo tiempo, al cumplirse los 20 años, fue algo que se puso muy en el tapete. Sin embargo, en algunas escuelas, de eso seguía sin hablarse. Cuando mi hermana estaba en 5to año, la quisieron echar por un afiche del Nunca más, que habían hecho con una compañera. Entre otras cosas, porque aparecía la Iglesia involucrada y mi cole era católico. Entre otras cosas, las acusaban de hacer propaganda porque estaba colocado en una pared que se veía no bien entraban los alumnos al colegio, una pared interna del aula.

Cuando yo estaba en 5to año, una compañera había hecho unos afiches sobre la dictadura. Pero, en ese momento, dos años después del episodio de mi hermana, no nos podían decir nada porque se empezaba a instalar el tener que hablar del tema. Estoy hablando del año 98, 22 años después.

Creo que la universidad me fue sacando el miedo. Y, en esas cosas, mi vieja y yo fuimos evolucionando a la par. ¿Por qué? porque para ella fue el período de democracia más largo que tuvo en su vida. Ayer, me decía que la gente no tiene memoria, que estos diez años son lo mejor que ella recuerda desde que vino a la Argentina (59), que la gente se olvidó de los 90. Me da felicidad que mi vieja hable de política porque, antes, decía que no sabía. Me da felicidad que la persona que me dijo con miedo, hace muchos años, que no podía decir "Perón", ahora, se atreva a defender el gobierno de Cristina. Me da felicidad que haya pasado de cuestionar la restitución de niños en la década del 80 a defender a Estela. Me da felicidad que ella diga "era lo que nos decían y uno se creía todo" y que, ahora, cuestione lo que escucha.

Fue un proceso en ella, en mí y en muchos más. Es el día de hoy que, si alguna autoridad me dice algo en mal modo, tiemblo. Es el día de hoy que no soporto discusiones porque tiemblo. Los que tuvieron encarnado el miedo en algún momento saben de qué hablo. El miedo y la autocensura se transmiten, lamentablemente.

Entonces, me pregunto ¿si yo padezco los efectos de una guerra (interminable, como la llama Amudena), una guerra del otro lado del océano, cómo podemos decir que Juan no padeció la dictadura? Dicen eso y me resuena el tango "sentir que veinte años son nada". Sin embargo, en su vida, fueron 25 años de ser otro, de haber sido violentado de muchos modos.

Por eso, por lo que nos costó y por lo que nos cuesta. Por los efectos económicos y sociales que la dictadura nos dejó, como sociedad, siempre tendremos una huella.

Por eso, me hierve la sangre cuando alguien dice que vivimos en dictadura. ¿Cuántas veces sintieron terror de hacer algo y que alguien se entere? ¿Cuántas veces se autocensuraron por miedo?

Quizás, por todos esos miedos que tuve y que a veces me paralizan todavía, es que ir a votar me deja plena de felicidad y que mi mamá haya empezado a votar hace muy poquitos años en su tierra me deja llena de alegría. Que ella con sus casi 70 años se atreva a decir que todos esos son unos hijos de puta sin reprimirse ante la "mala" palabra como lo hacía antes me da placer.

Mañana, es una jornada más en que iremos a elegir qué es lo que queremos para nosotros y para todos los habitantes del suelo argentino. Como decía al principio, la democracia es mi hermana más joven y tengo la obligación de defenderla y de explicarles a sus hermanos menores quién es.

jueves, 24 de octubre de 2013

Una de las fotografías de mi infancia es el sonido de la máquina de coser de mi mamá, que venía de detrás del mueble donde estaba la tele. Ese sonido venía acompañado de la voz de alguno de los cantantes preferidos de mi vieja. Uno era este señor, que se pasó la vida buscando su carro. Cuando escuchaba esta canción, yo entendía que decía "porrompompero perón" y me preguntaba cómo este señor siendo español podía ser peronista y cómo siendo peronista mi madre lo idolatraba. Pero, como tantas otras cosas que me preguntaba, me las callaba.

Acaba de fallecer parte de mi infancia y mi mamá, pobre, me dice que lo está llorando como lo lloró a mi viejo. Será que era un gusto compartido, será que llora parte de un pasado que se va. Qué le puedo decir si hasta a mí me dio tristeza.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Cuando cursé Griego, leímos La ilíada. Una de las cosas que nos explicaba el profe es que hay algo llamado "areté" (la excelencia en algo), qué es lo que se espera de un hombre y de una mujer. La areté del hombre debía ser su valor guerrero y la de la mujer la belleza.

Sor Juana en 1600 y algo, en sus poemas y en sus cartas, reclama un espacio para la mujer en el conocimiento, en lugar de seguir teniendo reservado el espacio de lo meramente decorativo (¿En perseguirme, mundo, qué interesas? / ¿En qué te ofendo, cuando sólo intento / poner bellezas en mi entendimiento / y no mi entendimiento en las bellezas?).

¿Es posible que el valor en una mujer siga siendo la belleza? ¿Que llegando el verano solo importen culos, tetas, panzas, brechas entre piernas?

Me indignan las minas que siguen fomentando eso. Al final, ¿qué es la belleza? ¿qué es lo más bello en una persona? ¿cómo se constituye la belleza? ¿cuando amamos a alguien, amamos qué belleza? En mi caso, creo que la respuesta para todas esas preguntas es "inteligencia y bondad".

martes, 22 de octubre de 2013

Cinco días para recordar

Se me fue mi Moro. Fueron cinco días de mucho cariño, pero no quiso más. Desde que llegó a casa, le dije que aunque sea la traía para que muriera acompañada. Y así fue. Ayer, una sombra se cirnió sobre ella y le dije a la maldita parca que se alejara, la miré a la gatita y parafraseando el título de la obra de Casona, le dije a La Moro "prohibido morirse en primavera".

Pero retener a los seres es inútil. Hoy, se levantó mal. No atiné a llevarla temprano al médico, me dije que podría esperar. Sin embargo, algo me dijo que saliera antes del colegio. Vine. La toqué, pensé que estaba muerta. Me la puse sobre el pecho y dio un suspiro, acarició mi cara con la suya.

La llevé al médico y se hizo lo posible. Ya no sufre más. Le quedará quedarse conmigo en su aloe vera, bajo el que buscó refugio este fin de semana.

La Moro, mi Moro, ya no está más.


jueves, 17 de octubre de 2013

miércoles, 16 de octubre de 2013

Me enmorriñé

A los sentimientos, es necesario sentirlos para poder definirlos.

La RAE dice de la palabra "morriña" así:

"morriña.

(Del gall. port. morrinha).

1. f. coloq. Tristeza o melancolía, especialmente la nostalgia de la tierra natal."

Los que sabemos de qué se trata, sabemos también que esa definición es muy escasa. Así que la googleé. Miren cuántas palabras necesitó una señora para definir con exactitud su signigicado:

"La morriña o nostalgia es un sentimiento propio en todos los seres humanos. Sin embargo, para los gallegos es mas que un simple sentimiento, es un sello particular de identidad. La morriña de aquel gallego que un día ---sin desearlo---dejó atrás su mujer y sus hijos, su casa en la aldea, su amada y verde campiña, y emprende viaje hacia tierras desconocidas y no pocas veces ingratas, donde permanece lejos de todo lo que ama, donde los años transcurren en silencio cómplice con la tristeza...esa morriña llega a convertirse en un sentimiento que desgarra el alma. Morriña del emigrante que lloró la muerte de sus padres sin volverles a ver... y quizás, acolitado por esa misma morriña, también le llegó la muerte sin volver a ver su Terra Nai. Como esa morriña no hay otra igual y hay que ser gallego y sobre todo emigrante para comprenderla a fondo.

Los hijos de los gallegos, vivimos otra forma de morriña, no por ello menos profunda. Una morriña que va gestándose en nuestro interior desde la cuna., cuando nos adormecíamos con un canto de cuna en gallego que, aunque no entiendía bien, sonaba en labios de mi madre a arrullo de ángeles. Cuando mis padres me contaban de Galicia y sus labios, como diestros pinceles sobre un lienzo, me pintaban con detalle la vieja aldea, las altas montañas, el límpido cielo, los verdes valles, las frondosas carballedas y castiñeiros, así como el himno a la alegría de las xestas en flor. Incluso llegué a escuchar el canto de la abubela o el reclamo de la pega en una fría mañana primaveral. Poco a poco, al paso de los años, fuí creando en mi corazón un álbum de recortes y empiezé a sentir mis primeras morriñas...morriña por conocer lo que dentro de mi alma, ya conocía. Recuerdo cuando joven, que trataba de entender la morriña de mi madre, cuando me contaba lo verde que eran los prados de su aldea. Y yo le decía: "Pero mamá, aquí también todo es verde", y con un quedo tono de voz, propio de su profunda morriña me decía: "Meu fillo, non é a mesma herba". ¡Vaya por Dios, ahora comprendo cuanta razón tenía...muy verdes eran ambas pero no eran las mismas yerbas. " (sic).

Solo me queda agregar que, alguna vez, leí que la morriña era una mezcla de nostalgia y deseo de volver a vivir aquello que a uno lo hizo feliz. La mirada de mi papá cuando se enmorriñaba mientras escuchaba música gallega se perdía. Ahora, estoy segura de que, en esos instantes, viajaba, volvía a esos lugares con esas personas. Casi siempre concluía todo con un "me enmorriñé", que lo volvía a la realidad con los ojos más tristes.

Puta, hoy también yo me enmorriñé.

Últimamente, estoy prestando atención a las cosas que dice y que hace la gente en la calle, sobre todo, con relación a niños.

Recién, acabo de ver a un señor de unos cincuenta y algo manejando un taxi, que llevaba dos chicos a la escuela. El taxi estaba parado por el semáforo. Se oía una música movida saliendo del coche, el señor bailaba con su torso y les decía a los chicos "vamos, vamos, arriba el ánimo".

En general, no todo lo que veo y oigo es con tanta onda hacia los chicos. Muchas veces, los adultos no les enseñan la importancia de ser libres y de ser alegres o, al menos, de ponerle una actitud positiva a la vida. La semana pasada, una nena que salía del cole le decía a su papá "tuve que mentirle o me desaprobaba". Y me quedé horrorizada porque, evidentemente, hay docentes que prefieren una mentira a una verdad, que sin querer la estimulan.Antes de ese episodio, había visto a una nena que le contaba algo a un señor (intuyo que era su papá) y este le respondía "está muy mal lo que hacen, pero a veces los adultos son así y no está bien".

A raíz de estas cosas, pienso qué hago yo con los chicos y no lo sé. Pienso, también, por qué este último señor habló de los adultos en tercera persona y por qué yo hice lo mismo más arriba. Y es que, a lo mejor, lo que uno no debe perder es el espíritu alegre e infantil del señor del taxi, no volverse oscuro y cumplidor de normas como se supone deben de ser los adultos. Por mi parte, creo que si adultez implica cordura y seriedad, no será algo que me llegue pronto. Prefiero seguir teniendo momentos para reírme con mis alumnos, para enojarme si me mienten, darles el lugar a que se rían de mí como yo me río de ellos, ubicarme cuando me piden que me ubique, tratar de corregir mis errores cuando me los marcan. A veces, uno no se da cuenta de que el acto de enseñar tiene mucho de aprender (por eso, quizás, en francés se usa la misma palabra para las dos cosas "apprendre"). Por eso, será que, siempre que algo no sale como espero en una clase, pienso cómo era yo a la edad de ellos.

domingo, 13 de octubre de 2013

¿Cómo reaccionaría Shrek?

A las mujeres, nos han educado con cuentos de hadas, donde abundan princesas hermosas que esperan que un príncipe las vaya a rescatar. No importa la condición social de ellas porque, ineludiblemente, el que te da la posición es él. O teníamos que esperar en el letargo que alguno viniera a rescatarnos de nuestros sueños o huir antes de las 12 para que nadie nos rompiera el hechizo. El hechizo, chicas, solo se puede romper la noche de bodas, así que a regresar tempranito a casa.

Shrek intenta introducir algunos cambios en los cuentos de hadas tradicionales, pero no cambia nada en lo esencial. Fiona tomará la forma del ser que ame, no su forma. Antes de conocer al ogro, que inevitablemente la tiene que salvar, ella cumplía los patrones de belleza que impone el mercado y, al conocerlo, se adaptó a él como si, al no estar más disponible/a la venta, al ser ahora propiedad privada, ya no debiera ser bella, cuidarse o estar en exposición. ¿Y si ella quisiera ser otra? ¿Cómo reaccionaría Shrek? Fiona no puede darse el gusto de ser gorda, verde o gruñona porque así lo haya decidido. Ella debe ser así.

¿Lo que esperamos las mujeres es adaptarnos? ¿ser como ellos? ¿o ser nosotras? Personalmente, quiero darme el gusto de ser boca sucia si así lo deseo, desordenada, gruñona, de usar zapatillas y no tacos, de usar pollera si tengo ganas o jean si me pinta.

Al final, como mujer, una debería apuntar a encontrarse un don Quijote, que la viera hermosa aunque fuera horrible, que la viera una reina aunque fuera labradora, que la apodara "Dulcinea" por lo dulce aunque fuera rústica y tosca, pero que la dejara ser.

Lo que una persona, cualquiera sea su sexo, debería esperar no es a su media naranja, sino a alguien que sea en sí mismo una persona completa y ser uno también una persona completa. A alguien que a uno no lo complete, sino que lo complemente. Quiero dejar de escuchar la frase "necesitás novio" porque nadie necesita un paquete, en todo caso, uno puede querer encontrar un compañero. Sí, un compañero, aunque suene muy peronista de mi parte. Porque a lo que deberíamos apuntar es a que alguien acompañe y a hacer lo propio nosotros.

Porque debemos dejar de bastardearnos entre nosotras. Dejar de decir que las mujeres consiguen lugares por sus esposos. ¿Alguien recuerda que antes de ser Néstor presidente a quien todos conocíamos era a Cristina Fernández? ¿Se olvidan de que siempre se elogiaba su inteligencia y su buen gusto cuando era senadora? Ahora, el problema es si usa calzas, si se viste de negro, si se maquilla...

Al fin de cuentas, el machismo empieza por casa.


miércoles, 9 de octubre de 2013

Para la vida, poesía

Aristóteles decía que la historia hablaba de las cosas como sucedieron y la poesía según como deberían haber sucedido.

Hoy, en la jornada de la NES, se habló de los sueños. Sí, no enloquecí, hablamos de los sueños. Todo salió en torno a que los chicos no sueñan cosas para sus futuros. Una profesora dijo algo así como "yo también tuve sueños". Yo pensaba que espero nunca dejar de tenerlos.

Pero lo más importante al respecto me parecieron dos intervenciones de gente de edad muy dispar. Una profe de mi edad planteó que cómo los chicos van a tener sueños si son hijos del neoliberalismo, hijos de la destrucción del Estado de bienestar. Y, desde un rincón del fondo, un señor (que recalcó su mayoría de edad respecto del resto), nos dijo que cómo iban a tener sueños, si alguno de nosotros recordaba el aniversario de qué era hoy. Me quedé pasmada. Cuando entre todos dijimos de la muerte del Che, él dijo "no, del asesinato, no es lo mismo". Y nos dijo que cómo no se iba a entender que los chicos no tengan sueños.

Mis conclusiones fueron varias. Por un lado, que lo que uno desea para sí mismo y para su prójimo tiene que ver con la ideología, no con la edad. Por otro, que soñar debería ser el motor de la vida. Soñar no es crearse ilusiones. Con el correr de los años, me di cuenta de que para soñar hay que conocer muy bien la realidad, si no es pura ficción.

Espero llegar soñando hasta el día de mi muerte. Así que si me ven de vieja, perdidamente loca, con una palangana en la cabeza, un cartón a modo de pechera y un palo de escoba como lanza, no se asusten. Seguro me habrá dado por hacer quijotadas, por seguir soñando y, por sobre todo, tener la alegría como un arma: alegría para resistir lo irresistible, como dice Almudena.

martes, 1 de octubre de 2013

Hace una semana, más o menos, unas estudiantes del profesorado de psicología me hicieron una entrevista. No les sirvieron mucho mis respuestas porque a ellas les interesaba saber mi recorrido en el aprendizaje de ser docente y, como siempre digo yo, en Letras, funciona un 2x1 en títulos, cual Farmacity. Ellas insistieron en saber cómo hacía yo para manejarme, de dónde sacaba herramientas y les dije que de quienes habían sido mis profesores en la vida.

Y hoy me di cuenta de que lo que más aprendí y aprendo de mis docentes es a ser docente. Me encontré en cierto momento diciéndole a un chico, que me había dicho muy convencido que la mayoría de la gente está de acuerdo con la penalización del aborto, "de qué estadística sacaste eso, mostrame datos, como dice un profe mío, al sentido común lo venden en la esquina". Efectivamente, esa fue mi última lección en estas últimas dos semanas.

Pero si me remonto al pasado recuerdo:
A la profe de matemárica del cole, que me enseñó a observar a los alumnos sin ser cargosa, a ser exigente, a ser jodida y buena.
A Daniel Podestá, que me enseñó que hay que exigir lo máximo sabiendo que cada alumno podrá llegar a un lugar distinto porque no nos subestimaba.
A Mariano Rodríguez Otero que me transmitió su pasión, enseñar es una pasión, a andar cargada como una mula para mostrarles muchas cosas a los alumnos.
A Martín Kohan, que me enseñó que hay que ser humilde y reconocer que uno tuvo limitaciones también con lo que están aprendiendo los alumnos, pero que estudiar y preguntar pueden revertir eso.
A Leonardo Funes, que era el maestro para mantener cuatro horas de clase insertando en el momento indicado un chiste.
A Lucas, que un día me dijo que no hay preguntas tontas, sino respuestas tontas.

Y hay mucha gente más, sin dudas, de antes, de ahora y los que vendrán. Esos profesores que me hicieron salir corriendo del trabajo desde principio de año para no perderme más del tiempo que inevitablemente te vas a perder de la clase.

Pero, también, a todos los nefastos que se han cruzado por mi vida. A la que me dijo que me entendía porque ella sabía todo, al que pensaba que sus alumnos manufacturados en escuelas de los 90 eran unos imbéciles (entre ellos, yo), a la señorita Bety, que me defraudó cuando me puso de plantón por haber llevado un borratintas, que no usaba porque estaba prohibido, pero lo hizo porque la sediciosa que había ingresado el objeto era yo. Pero, especialmente, a la primera y principal, que es mi profesora de lengua de tercero, que consiguió que sea el dia de hoy que yo me bloquee con las subordinadas y tenga una negación absoluta con los signos de cuasi reflejo. Esa señora que siempre supe que era del barrio y que, cada vez que me la cruzo, pienso "no quiero ser como ella, no quiero ser como ella". Esa vecina que descubrí que vive a la vuelta de mi casa, en mi misma manzana.

Y creo que los buenos y los malos no me han enseñado tan mal porque, hoy, es la segunda vez que alumnas que no podían retirarse antes del cole por no haber llevado la autorización me pidieron para ir conmigo al aula en la que estuviera para hacer tareas de lengua. Me sentí con la convicción de la tarea cumplida.

A todos, gracias.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Especie marmota

De todas las especies de alumnos, la peor es el alumno marmota. Puede serlo porque no estudió o por extrema timidez.

Siempre fui un alumno marmota, siempre sufrí mucho tener que participar en clase. El problema del marmota tímido es que el profesor no sabe si sabe, mejor dicho, da por hecho que no estudió.

Cuando empecé a trabajar de profe, me di cuenta de lo insoportable que es tener no uno sino toda una clase de marmotas. Uno pregunta y responde el silencio. Repregunta y responde el vacío. Recontra repregunta con miradas intimidatorias individualizadas a los ojos de cada uno de los alumnos y miran el piso. Insiste preguntando de a uno mencionando el nombre de cada uno de ellos y más silencio (o un "¿y a mí qué me dice? si yo no hice nada" de algún valentón).

Pues bien. Hoy, un profe se enfrentó a un curso de alumnos marmotas entre los que me encontraba. Preguntaba y respondía el silencio. Repreguntaba y respondía el vacío. Mi parte profesora me dijo "respondele, no ves que su situación es horrible, ponete en su lugar" y mi parte alumna odiaba a mi parte profesora y vencía su tremenda timidez de marmota. Tuve que hablar dos veces en clase por una cuestión de confraternidad docente.

viernes, 20 de septiembre de 2013

martes, 10 de septiembre de 2013

Estos días de calor pesado desde la mañana, me recuerdan los sábados por la tarde con el partido por LT4 de Posadas de fondo. Era el signo más claro de que la tarde no prometía nada. Y, al acordarme de Posadas, no puedo dejar de extrañar a mi papá. Sus ausencias, que no son lo mismo que la muerte porque sabía que en esa distancia podía contar con él. Las discusiones de política porque, aunque pensáramos muy distinto, le gustaba el debate. Su tiranía porque, más allá de que era un dictadorzuelo familiar, fue una de las personas que más libertad me dio, le gustaba el desafío mucho más que el sometimiento del otro. Y, cuando lo desafiaba con algo, podía sonreírme de costado, decirme que estaba muy bien lo que había hecho o gruñir un rato. Extraño hablar de la música, de los libros y de los programas que compartíamos, de nuestro Quijote, de mi lengua y de la suya, escucharlo enseñarme sobre poesía gallega.
Lo extraño.

Los Cadillacs son un poco de mi infancia en los 80, pero, además, siempre tuvieron para mí algo relacionado con la nostalgia por algo que no fue, pero que hubiéramos querido (y queremos aún) que vuelva, y la nostalgia por algo que no fue es la "moriña" galega.
 

martes, 27 de agosto de 2013

El pote de San Francisco, si da pa cuatro, da pa cinco.

jueves, 15 de agosto de 2013

Las edades de la vida

Estoy escribiendo esto muy temprano en la mañana. Debería estar arreglándome para ir a la facu, pero me gusta detenerme en mis instantes eternos creados por mi propia voluntad.

Siempre pensé que la edad no es algo cronológico, que indefectiblemente vamos a la muerte, pero que importan las ganas que les pongamos a las cosas, la capacidad de emocionarnos, de enojarnos, de sorprendernos que le pongamos a la vida.

Ayer, me encontré con que alguien de 50 me decía que yo había nacido cuando él/ella tenía 18 años. Y solo me pensé a mí de bebé como algo inexistente y a él/ella con 18 ni siquiera me lo/la pude imaginar porque no sé cómo era a esa edad. Le dije "eso fue hace mucho tiempo". Lo tomó como una expresión de que yo me sentía mayor y me preguntó si es que ya me sentía grande. Mi respuesta fue "siempre me voy a sentir de 15, como todos en la familia, de 15 hasta la muerte".

Y es que si uno se deja derrotar por el tiempo, va matando sueños, se acostumbra a esos paraísos que se inventa, no se cuestiona su vida, no piensa cómo cambiar y se encierra en burbujas de pseudoperfección. Y la vida es cambio, constante. Muerte y resurrección. Por suerte, podemos cambiar el modo de pensar, de actuar, incluso de apariencia.

Creo que uno tiene posibilidad de vivir múltiples vidas dentro de la misma. Siempre digo que voy por la cuarta o por la quinta. Cuando me hablaron de hace 32 años, época en la que nacía, era como si me hablaran de alguien que ya no conozco, de eso que solo se ve por fotos.

Uno debería tener más claro eso de que la edad no marca pautas. De que la vida se marca desde lo que se siente y desde lo que se puede (siempre puede haber impedimentos). Uno puede tener amigos mucho menores (como la gran Inés) o algo mayores que uno (como la genial Dulcinea). Lo que importa es el encuentro de las almas, la sintonía del tiempo.

Como me dijo mi inconsciente el otro día en un estado de semivigilia, si permanecemos en este paraíso parados, nunca saldremos a buscar una estrella.

miércoles, 7 de agosto de 2013

Capitanes del asfalto

Acabo de ser "asaltada". Se me acercó un nene que no tendría más de 13 años, de esos que tienen todo el aspecto de ser adultos, uno de esos capitanes de la arena de Jorge Amado.

Se me acercó y me dijo que no me iba a robar, que quería dinero porque tenía hambre. En cuanto me dispuse a abrir mi billetera, insistió con que no me quería robar y agregó que no me iba a lastimar. Mientras me decía eso (tal vez sin querer) comenzó a jugar con un encendedor. En ese momento, me empezó a correr miedo por el cuerpo. Saqué 20 pesos y me dijo que no, que quería un billete más grande. Le dije que no tenía, pero como hizo gesto de desaprobación mientras se iba, le ofrecí 10 más.

El muchacho que estaba antes que yo en la parada del colectivo solo atinó a decirme que yo estaba primera. Y yo tuve muchas ganas de llorar.

Ganas de llorar porque me sentí miserable, porque no soy yo quien tiene que sentir miedo de ese nene, sino él tener miedo de la sociedad que lo excluye y que no permite que esté en el colegio, jugando con sus amigos al fútbol y teniendo una buena vida. Y tras haberlo dejado así, nos atemorizamos con él como si fuera algo monstruoso.

Todavía, no sé si el modo que tuvo de hablarme fue para que me sintiera intimidada o si lo hizo porque ya muchos huyeron de él. Solo sé que él seguirá viviendo su vida, todo lo corta que sea, aclarando que no quiere robar y que tiene hambre, y seguirá siendo observado de costado o ignorado por completo.

lunes, 29 de julio de 2013

Mi casa, mi pueblo, la soledad

Cuando uno viaja, tiene la posibilidad de encontrarse con lo más interno de uno y de conocerse.

En mi estadía en Rosario, conseguí el cd de Carlos Nuñez Alborada do Brasil y comprendí, finalmente, por qué mi papá tenía cierto romance con Brasil y por qué yo también. Carlos Nuñez explica que ese país es un poco como el paraíso al otro lado del mar para los gallegos, ya que, entre otras cosas, comparten una lengua muy similar. En sus propias palabras "Brasil siempre ha sido para los gallegos una patria secreta donde desaparecer (...) En Brasil vive nuestro pasado y quién sabe si nuestro futuro... Allí está sin duda, el paraíso que los celtas buscaban tras el sol poniente y que algunos encontraron...". Creo que con eso tiene que ver la insistencia de mi papá en que me fuera a vivir a ese país, sin importar el lugar.

De algún modo, creo que nuestra historia no comienza con nuestro nacimiento, sino siglos y siglos atrás, que tenemos una conexión con nuestros antepasados y que, de un modo u otro, no podemos evitar continuar viajes y destinos trazados.

En cierta forma, mi viaje me hizo entender eso que dice Sánchez Drago de que los nómades tienen una casa y que esa casa es el viaje. Sigo completando una travesía iniciada por otros. Eso explica, por ejemplo, que desde hace 22 años me sienta turista en Buenos Aires y tenga la rara sensación de que un gigante me devora cuando entro a la ciudad, y que todo se acelera como en la música del Chango Spasiuk. Eso explica, también, que al entrar esta última vez (siempre habrá un próximo viaje) haya pensado que tener mascotas es el modo que tengo de obligarme a volver a esta estación y no quedarme por el mundo dando vueltas, es el modo de hacerme creer que soy Dorothy de regreso.

Sin embargo, uno solo puede regresar al origen y yo no sabría cuál de todos es. Si los pies descalzos en Posadas, tierra con la que tengo la cuenta pendiente de aprender guaraní porque, según mi padre, tenía que saber la lengua de mi tierra (los gallegos y su madre, los gallegos y su tierra); si la muralla de Lugo, si Selorio, si Buenos Aires... Nunca sabré cuál fue el comienzo de la travesía ni cuál será el próximo destino.

Y, entre todas estas orillas, me di cuenta de que hay una que no pertenece a mi trayecto original, sino al prestado, que se me anuda en la garganta y que me hace llorar cada vez que encuentro a alguien que nació o vivió allí, Durango.


viernes, 19 de julio de 2013

domingo, 7 de julio de 2013

Las casualidades de mi vida (o no me gano nunca una puta rifa, salvo hoy)

En el verano del 2010, soñé con la Yaya. Entre otras cosas, me decía que iba a tener una hija que se iba a llamar Paula del Alba porque debía llamarse como ella (deformaciones de los sueños, ella era Dolores). En agosto de ese año, soñé que realizaba una investigación sobre la península ibérica que, en algún momento, se había llamado Jai. Al levantarme, googleé la palabra y me salía que era vasco, y que significa "fiesta". Decidí anotarme en un curso de vasco, me dije que la Yaya me estaba pidiendo que me acercara a ella. Lo hice. El curso comenzó el 10 de agosto de 2010. El día 12 (día de mi cumpleaños), me llamó Teresa para darme los datos del colegio para que me presentara por las horas vacantes de lengua.

Hoy, mi mamá preparó unos calamares para Euskaltzaleak, así que me dije que tenía que ir porque si no comía yo sus calamares era sospechoso. No suelo ir y nunca en la puta vida gano rifas. Me tenté igual y compré números porque era un libro. No tenían mis números (12, 8 y 81) que son los de mi fecha de nacimiento. Así que fui por el 44 y el 59: el año en que nació mi mamá y el año en que llegó a la Argentina. Y salió el 59.

Al llegar a casa, pensé que esto es una señal de alguien más porque, como buena gallega, creo en las meigas, en los espíritus y en todas esas cosas. En el año 59 no solo llegó mi mamá, además conoció a la Yaya por cuestiones obvias, era la mujer de su papá. Digamos que en el 59 nos "emparentamos" con los vascos. Gracias al 13 de febrero del 59, día en que mi mamá llegó, tengo recuerdos de mi infancia con la Yaya diciéndome los números en vasco para dormirme.

Mi mamá hoy no fue, pero hizo la promesa de ir la próxima topaketa. Esto me recuerda un sueño que tuve hace un año más o menos en que mi mamá cocinaba en la misma olla que cocinó hoy, cocinaba un guiso o algo muy humeante y yo le decía "¿venís conmigo a ver a la Yaya?" y ella me respondía que no podía, que tenía muchas cosas para hacer. Y fui yo sola. La Yaya vestía de negro, estaba más joven de lo que la llegué a conocer yo, hermosa, como solo la muerte puede devolvernos. La vi y le dije que mi mamá y mi hermana en ese momento no habían podido ir a visitarla y me dijo "no te preocupes, ya van a venir". Quién dice, a lo mejor, mi mamá va a verla en la próxima topaketa, las que siempre resultan ser una fiesta (jaia).

domingo, 2 de junio de 2013

Mi mamá me preguntó por Valeria Grance.
- Ahora se conecta poco, pero como tiene un teléfono inteligente, nos hablamos por whatsapp (le hice una breve descripción sobre whatsapp).
-
¡Teléfonos inteligentes! Cuánto más simple que era en mi época.
- Tenés razon, además, inteligente tiene que ser el que lo maneja. Así se llaman. ¿Escuchaste hablar de los smartphones?
- Sí, en la radio.
- Bueno, quiere decir eso, solo que yo te lo digo en castellano.
¿Cuánto tiempo debe pasar para que un muerto
deje de estar
hecho un ovillito en nuestras gargantas
saliendo al mundo,
de vez en cuando,
en estado oral por nuestras bocas
o en estado líquido por nuestros ojos?

sábado, 18 de mayo de 2013

lunes, 15 de abril de 2013

Lo cagao pal culo, que no se vea

Cada vez que salgo a pasear al perro, observo diferentes cosas. Una de las primeras cosas que vi fue que la plaza se estaba llenando de gente que vivía en ella. Después, que nos habían sacado los relojes antiguos y los habían sustituido por otros más modernos con pantalla solar. Sin embargo, las chapas metálicas que dan a las partes de la luz de la plaza siguen rotas y cubiertas por cartones que pusieron los cartoneros.

Hace dos días, vi que habían sacado a la gente que vivía allí y me pregunté adónde los habrían mandado o si, directamente, los habrían corrido de lugar solo para limpiar la plaza. Pintaron las glorietas, agregaron unas plantas bastante feas y le lavaron la cara al lugar.

Hoy, de nuevo veo que alguien está durmiendo ahí. Es lógico, no se puede tapar el sol con el dedo.

Cuando yo era adolescente y mi mamá me pagaba por tejidos que yo hacía, cuando los terminaba mal me decía que los rehiciera. Yo siempre le decía que no se notaba a lo que ella me decía "claro, lo cagao pal culo que no se vea" y me exigía que lo rehiciera porque me pagaba por eso.

Y siento que la política macrista es así, arreglar o cambiar lo visible y lo cagao pal culo que no sea vea. Siento que a esa gente en lugar de pensarles algo para que vivan en condiciones los mandaron directo al culo y los escondieron.

Yo haría como mi mamá, le pediría que rehiciera las cosas.

lunes, 1 de abril de 2013

Hoy, vi El encanto del erizo. La nena, al final, planteaba que lo malo de la muerte es dejar de ver a los seres queridos, pero que lo bueno de la muerte es aquello que estaba haciendo quien fallece.

Me pregunté todo el día qué era lo que estabas haciendo y creo que la respuesta es que estabas amando y aceptando a tus hijos. Creo que estabas siendo feliz por primera vez en mucho tiempo.

sábado, 30 de marzo de 2013

Hace dos o tres semanas que vivo con un nudo en la garganta y que me la paso llorando porque te recuerdo todo el tiempo. Quizás, porque esta vez se está haciendo muy largo el tiempo que llevamos sin vernos.

Hoy, soñé una vez más con vos y, si bien en mi sueño yo sé que tenía la edad que tengo ahora, al despertar me di cuenta de que era una nena muy chiquitita corriendo a los brazos de su papá que la esperaba sentada en una silla. Una vez más, estabas sentado en la casa de Posadas (tal vez, ese sea nuestro lugar de encuentro ahora), vestido con un jean y una campera de jean, como solías hacerlo a fines de los 80.

Mañana, me va a faltar tu saludo por las pascuas, nuestras peleas telefónicas, vos comiendo del otro lado del auricular, preguntándome qué me voy a preparar para comer y cuándo te voy a hacer algo rico a vos.

Mucha gente cree que soy demasiado descarnada para decir lo que pienso. En eso, soy como vos. La verdad duele, duele mucho, pero el mejor regalo que te puede hacer alguien que te quiere es decírtela. Como vos, aquel viernes antes de morirte, seis días antes, en que me llamaste para decirme que te ibas a morir y que querías despedirte, que me querías mucho. Ahora, recién ahora, me doy cuenta de cuánto amor había en esas palabras. A tu manera, rudo, seco. Pero me regalaste la verdad de tu muerte.

Las mejores palabras que tengo para decir no son mías, robo unas que le escribió Galeano a Conti: "y yo ya no tengo cómo decirle que lo quiero y que nunca se lo dije por la vergüenza o la pereza que me daba".

Yo ya no tengo cómo decirte que te quiero, pa.

lunes, 11 de marzo de 2013

Las cosas no suceden de la noche a la mañana. No. Son procesos. Desde hace un tiempo que se viene adjudicando el crecimiento de la inseguridad al gobierno K. De esto se quejan los mismos que no quieren planes sociales ni pagar para mantener "vagos".

Pues bien. Mi mamá decidió cerrar su negocio en el 2003 (porque tuvo la oportunidad de hacerlo y seguir subsistiendo), luego de venir cayendo de a poco desde el año 2000 más o menos y de haber sufrido algunos robos. No, los K no estaban en el poder cuando le comenzó a suceder esto. Tuvo suerte. A los chorritos de su barrio, los espantaba con su locura encima y un tramontina en mano, o diciéndole a la Chiqui "dale, atacá". De más está decir que la Chiqui no hubiera mordido a nadie, porque era la perra del barrio.

Algún día, habrá que entender que todo lo que vivimos hoy es consecuencia de un sistema y de modelos que muchos de los que hoy se quejan por la inseguridad y por los planes supieron apoyar: léase "con los militares estábamos mejor" o votar dos veces al Carlo.

Hay gente que fue pobre desde antes de tener memoria, desde sus padres y desde sus abuelos. Esa pobreza (pobreza estructural) siempre existió como consecuencia de un sistema capitalista que funciona si el que más tiene sigue acumulando más. Pero esa pobreza fue aumentando desde que decidieron ajustar todo y dejar de lado la asistencia social.

Hay dos índices para medir pobreza básicos: el de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) que mide la pobreza estructural (si la familia está en condiciones de hacinamiento, o si no tiene instalaciones sanitarias o si hay un menor en edad escolar que no asista a la escuela). Por otro lado, tenemos la Línea de Pobreza (LP): con el índice de la Canasta Básica Familiar se mide la indigencia (solo lo necesario), con el de Canasta Básica Total se mide la pobreza (incluye servicios). Durante la década del 90, muchas gente era pobre por canasta básica, pero no era pobre estructural, es decir, eran nuevos pobres, los que se fueron cayendo del sistema. Y, también, pasaba lo contrario.

Como dice Alayón, trabajador social argentino, no hay estados nulos, sino que cada gobierno piensa su modelo de estado. En este sentido, plantea que el gobierno menemista se planteó como modelo de estado el neoliberalismo, un estado mínimo, cero intervención. Y que Dios nos ayude, digo yo.

Pobreza y violencia no son sinónimos ni van a la par. Violencia es sinónimo de exclusión, recibimos lo que damos. Violencia es sinónimo de una educación y una salud pública que funcionan mal.

No sé si los K son la solución, pero la prefiero a ELLA antes que al colorado o a Macri. Todo plan tiene por detrás algo más. La Asignación Universal por Hijo contempla ingresar a los niños al sistema: tienen que tener DNI (muchos niños antes nunca eran anotados), tienen que cumplir con la escolaridad y con una libreta sanitaria. Identidad, educación y salud. Poco, no? El Plan Argentina Trabaja tiene como proyecto formar personas para que laburen en cooperativas y puedan sostenerse luego en forma autónoma, no solo se les da dinero, a cambio, ellos deben laburar. Obviamente, como todo, estos planes pueden tener errores, falencias, etc. que dependen de las miserias humanas como siempre, como toda institución tiene sus vicios gracias a la lacra humana. Porque las instituciones no son entes que salen de la nada. Las instituciones tratan de amoldar a todo al mundo al sistema.

Bueno, como planteaban los del movimiento de reconceptualización en trabajo social por los 70, tendremos que pensar cómo usar las grietas de las instituciones para conseguir algo.

Las cosas no suceden de la noche a la mañana. Hay que estudiar historia. Lamento y re puteo todos los días por haber tenido tan pésimos profesores de historia.

domingo, 3 de marzo de 2013

Hoy, me enteré de que mi papá admiraba en mí lo mismo que yo admiraba en él. Y es que éramos tan iguales que no podíamos evitar ser distintos, y querernos con nuestra manera rara de amar a la gente, tan distantes, apenas acariciándola con la mirada y diciéndole te quiero con muchos silencios.

La última vez que lo vi, acaricié su mano para memorizar cada uno de los pliegues de su piel para cuando quisiera volver a acariciársela, del mismo modo en que había memorizado antes las orejas de mi perra. Y, a cada tanto, por las noches, se las acaricio y pienso que somos lo mismo, que no se fue, porque mis dedos son los suyos, y mis sonrisas de medio lado también. Porque, en definitiva, si leo un libro de aventuras o si soy irónica, no puedo evitar reproducirlo a él.

Quizás, admirábamos en el otro lo que cada uno amaba de sí mismo y nuestro amor se transformó en egocéntrico.

Solo sé que no está, pero así y todo, hoy, confirmé que lo conocía como a pocas personas conocí en mi vida.

lunes, 25 de febrero de 2013

Lo que nos separa es el tiempo
con presentes tan distintos.

sábado, 12 de enero de 2013

Eu non creo nas meigas...

Ayer, me encontré pensando que la semana que viene estaré en San Nicolás en el barnetegi aprendiendo euskera.

Las primeras palabras que conocí fueron "etxea" y los números hasta el diez, aunque debo confesar que no los recordaba. Lo de "etxea" fue a repetición porque mi Yaya, cada vez que veía al Goyco y a Olarticochea en el mundial 90, se quedaba parada frente a la tele y decía "son vascos, "etxea" quiere decir casa". Tiempo después, me puse a pensar cómo añoraría ella su casa desde una remota Posadas cada vez que los veía. Por las noches, para dormirnos, a mi hermana y a mí, nos contaba un cuento en euskera, del que jamás nos hizo una traducción, pero, aun así sabíamos que lo hacía más corto cada noche. Además de eso, nos decía los números del 1 al 10.

Con el correr de los años, algunas cosas fueron olvidándose. Ella falleció y los problemas en casa empezaron, aunque no sé si fue ese el orden de las cosas.

Pasaron muchos años hasta que decidí empezar a estudiar Letras, que tampoco fue una decisión mía sino que, ante mi falta de decisión, Carlos (un compañero) me sugirió estudiar esa carrera porque me gustaba leer y escribir. Desde que comencé, pensé dejarla porque me resultaba muy difícil, pero una vez, viajando en el colectivo, escuché "Até o fim" de Chico Buarque y me dije que yo también iba a ir hasta el fin. Estudiando esa carrera, se me dieron dos cosas en la vida: una mi gran conexión con Brasil, que no desarrollaré ahora. La otra, el camino del euskera.

Y es que creo que por más que uno intenté evitar algunas cosas "todos los caminos conducen a Roma". El camino puede ser más largo o más breve, pero la meta suele ser la misma. La cuestión es el peregrinaje.

Cuando estaba empezando la carrera, quería hacer la orientación en Lingüística hasta que vi a mi papá leer con mucha afición el Quijote, quise ver qué lo entusiasmaba y no dudé nada, decidí hacer la orientación en literatura española. Al hacerla, fui dándome cuenta de algo que es muy común en Letras y es el de las denominaciones fallidas de las materias, por ejemplo, Literatura Norteamericana cuando se hace referencia a la estadounidense (no Canadá ni México), Latinoamericana sin Brasil y Española por literatura castellana. Mi indignación es que todo era castellano, solo un poco de Pardo Bazán y viva el colonialismo (ahora entiendo y acepto que así sea, que lo gallego, lo catalán y lo vasco son otra cosa). Percibí que la nomenclatura se refería a un idioma y no un territorio (que consideraba uno), y decidí que a lo largo de mi vida iría estudiando todas las lenguas que se hablan en la península para ir conociendo su cultura desde adentro.

Terminé la carrera y, alrededor del 2007, vi que en la Librería Santa Fe en la que solía comprarle mis libros a un señor con barba había un cartel en que solicitaban vendedor. Fui y le entregué mi curriculum vitae. Al tiempo, me llamaron para hacerme una entrevista en la sucursal que queda en Av. Santa Fe y Ecuador. Al poco tiempo, me llaman de la que quedaba a dos cuadras de esta. No quedé.

En las vacaciones de verano del 2010, soñé con mi Yaya, creo que por primera vez. Ella me decía dos cosas en el sueño: una era que mi hermana iba a estar bien, que no me preocupara y, la otra, que yo iba a tener una hija a la que le iba a poner por nombre Paula del Alba. Pasaron algunos meses y empecé a trabajar en la Feria del Libro Infantil durante las vacaciones de invierno. Una noche, soñé que estaba haciendo una investigación sobre algo histórico de la península ibérica y veía el mapa negro con letras bien grandes que lo cubrían con una palabra en blanco que era "JAI". Al despertar, googleé la palabra y me encontré con que quiere decir "fiesta" en euskera y lo primero que hice fue decirle a mi hermana si quería que fuéramos juntas a estudiar la lengua. Ella me dijo que no. A continuación, le dije a mi mamá que fuera a inscribirme al Laboratorio de Idiomas, pero le habían dicho que todavía no se sabía si iban a abrir las inscripciones. Lo dejé pasar y, a los dos días, decidí googlear y llegué a una página en la que encontré una dirección de mail, así llegué a Euskaltzaleak, que tenía su sede en la calle México, a pocas cuadras de casa.

Me anoté. El primer día, no sé por qué motivo, quien iba a ser mi profesora no pudo ir y, en su lugar, estaba Teresa. Nos preguntó a qué nos dedicábamos, le dije lo que había estudiado y que estaba sin trabajo, y me dijo que en su escuela había horas vacantes, que estaba tomada, pero que me iba a averiguar así me presentaba. También, nos preguntó por qué habíamos llegado ahí, le comenté de la Yaya, del cuento, de los números y comenzó a decírmelos, después de tanto tiempo sin haberlos oído, y esa noche volví llorando a mi casa. Supe, con el correr del tiempo, que tanto Teresa como Sabrina eran quienes dictaban los cursos del Laboratorio.

A los dos días, el 12 de agosto, estando mi mamá y Noelia en casa, me llamó para decirme el número de la escuela, con quién tenía que hablar y que no dejara de hacerlo. Si recuerdo la fecha es porque fue el día de mi cumpleaños. Las patitas me temblaban, siempre tuve un poco de temor de ser docente, y mi mamá me dijo "es Lola que te lo manda" (Lola, léase la Yaya). Fue todo un proceso hasta tomar las horas porque tuve que esperar a que se levantara la toma del colegio, pero el 7 de septiembre me incorporé a trabajar ahí, en la calle Ecuador, a dos cuadra de la Librería Santa Fe en la que me habían hecho la primera entrevista, gracias al curriculum que le había entregado al señor de barba de Avenida Callao, del que sabría tiempo después que se llama Jon porque me lo crucé en Euskaltzaleak en alguna topaketa y supe que el señor que me vendía los libros y al que le había entregado mi CV estudiaba en ese mismo lugar.

Dicen los gallegos "Eu non creo nas meigas, mais habelas, hainas".

PD: un capítulo del Quijote se termina con un vizacíno, que poco habla el castellano, con el brazo en alto a punto de darle un golpe a don Quijote. El manuscrito se termina allí y el narrador tiene que salir a buscar otro.