Cuando era chica, pensaba que todos los mayores eran españoles porque sólo conocía mayores españoles. De hecho, cuando conocí a una chica cuyo padre era argentino, me llamó mucho la atención.
Ya siendo adolescente, una amiga mía siempre me decía que desconocía cosas tradicionales argentinas y es cierto porque, para mí, lo "normal" era comer favada, pulpo a la gallega y esas cosas. Tampoco era el folclore lo nuestro, sino más bien Manolo Escobar, Antonio Molina y algún que otro gallego y asturiano que diera vuelta.
Muchas veces, me sentí un poco "extraña" con relación a la gente que conocía. Hasta que, hace unos años, mi hermana me hizo empezar a ver Cuéntame cómo pasó, una serie española que comienza en los años 60 en España (ya va por la undécima temporada). Viendo esa novela, me descubrí ahí. Empecé a ver que mi familia no es extraña, sino que se comporta acorde a otros parámetros. Porque entendí el tono de voz que usamos al hablar y por qué, aunque parezca que nos llevamos a las patadas, cuando uno necesita, esté donde esté, el resto de la familia está ahí cual mosquetero y quien tiene el problema, creo que termina solucionándolo con tal de que no le rompan más las pelotas los otros.
Acabo de ver uno de los capítulos especiales que hacen y, como hago habitualmente cuando veo Cuéntame, termino llorando. Entre otras cosas, recordé una anécdota de cuando estaba en cuarto grado. En el colegio, nos habían hecho llenar una ficha a comienzo de año con datos de los padres entre los que se encontraba el tipo de trabajo. Recuerdo que lo llenó mi papá que, en el lugar de mi mamá, en vez de poner su trabajo, puso "sus labores". Cuando mi mamá lo supo, se enojó y mucho. Ni Ale, mi hermana, ni yo habíamos entendido que él había querido poner que era ama de casa. En Cuéntame, dijeron justamente que era la forma en que se decía en aquella época eso.
También, hablaron del tipo de entretenimiento. Mencionaron, entre otros, la radio y me vino la imagen de la abuela de mi mamá (que construí con sus relatos porque murió mucho antes de que yo naciera) escuchando la Pirenaica (radio que era como Radio Colonia) a escondidas e, incluso, escuchando sobre Di Stefano, a quien amaba. Sin embargo, en la serie, decían que el fútbol era menos que los toros. Lo que, con el tiempo, me llamó la atención fue que, en aquella lejana época, mi bisabuela fuera futbolera.
Comentaron cómo los chicos iban todos juntos a la escuela sin diferenciar edades hasta que llegaba el momento de trabajar. Mi mamá siempre dice que ella iba por gusto los días en que el trabajo se lo permitía, pero gracias a eso aprendió a leer y escribir. Sé por ella que había un libro para chicas y otro para chicos (tengo un ejemplar de ambos) y, en el de ella, leí cosas horrorosas del marxismo, obviamente. Además, ella tenía un libro que se llamaba La mujer y su hogar, en el que le enseñaban a llevar adelante las tareas de la casa, la economía, etc. y a cómo hacer gimnasia y a arreglarse porque, claro, ellas tenían que hacer todo, pero el marido no podía verlas desarregladas.
Otro tema que tocaron es el del hambre y las cartillas de racionamiento. Y siempre mi mamá me comentó sobre eso y que ellos podían comer algo más porque pescaban en el mar, pero no siempre. Lo bueno de ver esas cosas es que uno entiende de dónde vienen las obsesiones de que no falten aceite, azúcar, jabón y sal en mi casa. Y, ojo, que me pongo como una furia si se me termina el aceite y no tengo otra botella, me pone un poquitito mal. Es más, entiendo la obsesión de mi mamá de ponernos platos repletos y esperar que comamos todo y que termine ofreciendo comida a cada cinco segundos.
Y que de golpe me di cuenta de que mi mamá siempre usó la palabra "emigración" y nunca "inmigración", en un país, en que se suele usar más este último término. Y me corrió un escalofrío porque nunca me puse a pensar racionalmente en eso, sino que siempre que ella decía o dice esa palabra mi cabeza la suplanta por la otra. Y que detesto a la gente que trata mal a los inmigrantes, no sólo por ser hija de dos de ellos, sino porque a mí modo un poco lo soy. Porque muchas veces dicen "el bolivianito" o "el chinito" por niños que nacieron aquí sólo por el origen de sus padres, entonces, supongo que en esa cuestión (a veces, despectiva) yo soy "la galleguita". Y que reconozco que estoy acostumbrada a las partidas por este motivo. Sin embargo, una vez, pensando si yo sería capaz de vivir en otro país me encontré pensando "yo no me iría de mi país de nuevo". Sí, pensé "de nuevo".
Y es que viendo esa novela me doy cuenta de que sufro con cosas que pasaron lejos de casa y que, muchas veces, me hacen sufrir más que las cosas que sucedieron aquí cerca.
Y que debo reconocer, también, que me apena que la mayoría de los viejos no sean gallegos en Buenos Aires y que siempre pienso que el día en que ya no haya más viejos gallegos Buenos Aires no va a ser la misma.
Les recomiendo la serie. Pueden encontrarla en la página de RTVE. La primera temporada está completa.
Y mi papá, hoy, cumple 74 porque nació el año en que empezó la guerra.