Salí de mi casa, esta vez, no para buscar a León sino para pensar. Hoy, aunque siga siendo verano, hace un poco de frío, creo que es lo que genera a veces la soledad. Por el fresco que levantó, llevo unos jeans, una polera abrigadita y unas pantuflas que me trajo mi mamá de España.
La calle está desierta y no porque sea la hora de la siesta, creo que es lo que genera a veces la soledad: la gente puede ir y venir, llenar con sus voces el mundo y nosotros sentirlo vacío como si nada de eso pasara. Ni siquiera León y Cuqui están hoy a mi lado para molestarme o pedirme cariño.
Nada.
Me acerco al cordón de la vereda, pero hoy no vendrán ellas a tomar mate, no... Solamente, me siento y me rodeo las piernas con los brazos y apoyo el mentón en las rodillas. Como acción simultánea, enfoco mi mirada al agua que pasa en la canaleta y me concentro en lo que miro. Lo primero que veo es un recuerdo, Posadas, claro, cuando echábamos a andar hojitas para ver cuánto navegaban e imaginábamos que eso era una gran travesía. Sin embargo, eso es el pasado. Ahora, levanto la mirada para buscar a mi alrededor, pero no tengo siquiera árboles cerca para lanzar una de sus hojas al agua. Vuelvo mi mirada al lugar en que estaba y veo profundamente.
Hay un mundo, la gente viene y va, es muy feliz puedo verlo en sus caras, todos sonríen e incluso se ríen. Lo que me llama la atención es que nadie grita y que la gente se quiere y no tiene complejo en decírselo, que se abrazan y se escuchan, que no esperan del otro algo sólo cuando ellos lo desean sino que están ahí cuando el otro los necesita. Y esa imagen pasa fugaz...
Pero viene otra. En este mundo, no van todos ya felices, pero todos son Diegos Alatriste y Tenorio que están siempre dispuestos a beber una copa mientras escuchan los lamentos de sus amigos y cuentan los propios en el bar del Turco, y que tienen la mano derecha sobre la empuñadura de su toledana siempre dispuesta a ayudar a esos seres cuando no queda sino batirse. Y la imagen se nubla...
Mis lágrimas empañan todo posible sueño y me traen de nuevo al mundo, a este en el que estoy sola con mi silencio, sentada en este día de verano en el cordón de la vereda, abrazada a mis piernas, con el mentón en las rodillas, los ojos con lágrimas y mi alma viajando como una hojita por el agua de la canaleta.
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