Construí mi lugar ideal y los invito a que lo conozcan. Vivo en un pueblito del interior, cuyo nombre aún desconozco. Nos conocemos todos con todos, hablamos bien de los unos y mal de los otros, pero siempre estamos cuando alguno nos necesita. En la esquina de mi casa, hay un bar en el que se juntan los parroquianos, sí, aquí son parroquianos y no clientes, a charlar de fútbol y tomarse algo mientras juegan al truco. Podemos dejar las puertas abiertas porque los únicos que nos pueden robar son los vecinos, y lo único que nos pueden robar son palabras, mates y tiempo. Trabajo en un colegio por las mañanas dando clases de Lengua y Literatura. Trato de enseñarles a los chicos que la libertad está dada por el límite de su imaginación.
Es un sábado de verano después del mediodía. Tengo una musculosa, un pantalón de bambula arremangado y estoy descalza. Salgo a la vereda porque León, mi gato, se acaba de escapar de la casa. Le gusta pasear por la calle los días soleados, aunque tenga patio para jugar con Cuqui, mi perra. Pasa que ella está tan viejita que está durmiendo. Mientras controlo que no se vaya muy lejos, cierro los ojos y levanto la cara al cielo y siento el suave calor en mi rostro. León se acaricia con mis piernas y abro los ojos como si despertara de un sueño. Lo veo entrar corriendo a la casa. Entro tras él y me reconforto escuchando el dulce silencio de la siesta. Hoy, no voy a dormir porque espero visitas.
Siento un murmullo en la puerta. Son ellas riéndose. Agarro el mate, el termo y las facturas y nos sentamos en el cordón de la vereda. Vino Valéria desde Belo Horizonte, vino sin el nene, quedó con Paulo. Me cuenta lo linda que está su ciudad, me habla pestes de suegra y cuñada, y recuerda algunas cosas de su paso por Lanús. Me río de sus dolores y tristezas. No es por mala. Es para que duela menos y esté menos triste. Vino Noe con la gorda desde Lanús. Le pido un beso a Sele y, una vez más, me lo niega. Noe me cuenta de la familia, de la casa, de Lola y de las monografías. Me río también de ella. Vino Ceci desde Córdoba con los dos gordos bajo el ala. Ella se ríe de mí.
Las abrazo y les agradezco haber venido a visitarme a este lindo lugar en el mundo que construí con la imaginación y las palabras en sólo cinco minutos.
Si quieren pasar a visitarme, están invitados. Voy a ir poniendo el agua para el mate.
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